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Crítica final de 'El cuento de la criada (T4)': viaje al fin de la noche

En el oscuro universo de la serie, el regreso a una ilusión de cierta armonía se muestra cada vez más como sueño inalcanzable

Crítica final de 'El cuento de la criada (T4)'

Crítica final de 'El cuento de la criada (T4)' / HBO

Juan Manuel Freire

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Lo decíamos al presentar esta cuarta temporada de la serie, hace ahora unos meses: la odisea, que no cuento, de June/Defred (Elisabeth Moss) se ha basado a menudo en idas y venidas algo desprovistas de coherencia dramática. Por suerte, lo bueno apuntado en los tres primeros episodios de esta entrega –un mayor impulso hacia delante, una narrativa con propósito– se ha acabado de solidificar en los restantes. El viaje ha tenido baches en más de un sentido, pero al menos ha dejado de ser circular y frustrante.

Del noreste, June viajó con Janine (Madeline Brewer) a Chicago, donde fueron acogidas por una resistencia de ruinosas exigencias, y de ahí saltó (sin Janine) a Canadá para volver a ver a Luke (O-T Fagbenle), Emily (Alexis Bledel), Rita (Amanda Brugel) y otra gente que la quiere. La pequeña Nichole, algún día, también debería quererle. Pero todo ese amor no es suficiente para que June se sienta como en casa. Como le dice Moira (Samira Wiley) a Luke en la cocina, muy rotundamente, en el octavo episodio: "Superar los traumas es chungo de cojones".

Y June tiene una buena colección de ellos, como recuerda en el mismo capítulo con su testimonio ante la Corte Penal Internacional. Es un resumen de traumas bastante doloroso, pero no exhaustivo; se limita a señalar los castigos infligidos más directamente por Fred (Joseph Fiennes) y Serena (Yvonne Strahovski). Solo en estos últimos episodios, June ha sobrevivido a un casi naufragio en un tanque de leche o un bombardeo aéreo, ese tras el cual su camino se distanció del de Janine. El universo de la serie es castigador hasta el delirio. El ahorcamiento es un lugar tan común que el de la extía Irene (Carly Street) tampoco causó demasiado impacto. Cuando algún personaje hace una broma (como ese comentario de Luke sobre lo demasiado sanos que se han vuelto los snacks del súper), sienta como algo más que un simple respiro: sabe a milagro.

En anteriores temporadas, 'El cuento de la criada' podía usar canciones como contrapunto salvajemente irónico. En esta ocasión, demasiadas selecciones musicales solo han servido para el subrayado obvio y no eran demasiado originales: ahí quedan 'Fix you' de Coldplay en versión aún más plañidera de Fearless Soul y la sublime pero sobreexplotada pieza de clásica contemporánea 'On the nature of daylight', de Max Richter.

Pero volvamos a las partes buenas, que las ha habido. A la citada tensión narrativa debemos sumar el constante empaque visual de la serie, en la que no solo se filma a actores diciendo cosas sino que se crean imágenes. Elisabeth Moss promete como directora (se ha encargado de tres episodios) y Richard Shepard (firmante de clásicos de 'Girls') ha vuelto a dejar constancia de su poder con el díptico formado por 'Vows' y 'Home', episodios de reencuentros y reinserción. 

La responsabilidad de cerrar temporada ha recaído en la conocida documentalista Liz Garbus, que con ese décimo episodio firma solo su segunda obra de ficción tras el 'thriller' intimista 'Chicas perdidas', como 'El cuento de la criada', una exploración de la misoginia y la pasividad ante el dolor femenino. Es un episodio de estructura diabólica y giro final tan provocador como coherente con la evolución reciente (o la desintegración psicológica) del personaje de June. La vuelta atrás, el regreso a una ilusión de cierta armonía, se muestra cada vez más como un sueño inalcanzable. 

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