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Crítica de 'El inocente': todas las caras de la perdición

El catalán Oriol Paulo adapta a Harlan Coben con buen pulso en este thriller coral sobre caer y tratar de renacer

Crítica de 'El inocente': todas las caras de la perdición

Crítica de 'El inocente': todas las caras de la perdición / Netflix

Juan Manuel Freire

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Señal de la pujanza y la fortaleza de la ficción audiovisual española: de los ocho episodios de 'El inocente', la prensa solo ha podido ver tres por adelantado. Hay aura de pequeño acontecimiento alrededor de esta adaptación de Harlan Coben a cargo de Oriol Paulo, en parte por reunir a casi toda la plana mayor del hit global 'Contratiempo': además de su director y guionista (aquí apoyado en la escritura por Jordi Vallejo y Guillem Clua), están Mario Casas, José Coronado y Ana Wagener.

La dificultad de acceso refuerza ese aura de evento, o quizá todo sea cuestión de preservar los secretos alrededor de una trama que conocemos en su esencia desde 2005. Cambian un poco los nombres. Matt Hunter es ahora Mateo Vidal (Casas), ese hombre marcado de por vida por una pelea en la que mató a alguien sin querer. Nueve años después de cumplir condena por homicidio imprudente, la felicidad parece a su alcance: buen trabajo en bufete de abogados, bella esposa embarazada (Aura Garrido), casa por estrenar. Pero algunos misteriosos mensajes como salidos de 'Carretera perdida' parecen arruinarlo todo.

Cada uno de estos tres episodios se abre con un recorrido por el pasado de personajes que se desgranan hablándose a sí mismos. Es la oportunidad de Paulo de rendir tributo al flujo torrencial del Scorsese de 'Uno de los nuestros'. Para todo lo demás, el referente principal parece el Fincher esencialista y a ratos casi naturalista, pero todavía con sus brotes exuberantes, de 'Perdida'. En esta y otras interpretaciones recientes, Casas puede recordar al Ben Affleck hundido, entumecido y confundido de esa gran película. Es el mejor piropo que se me ocurre: ambos dan lecciones de cómo representar una crisis masculina sin apenas pestañear.

Pero 'El inocente' es también la historia de otros diversos personajes, todos con bagaje emocional y ansias de volver a nacer. Alexandra Jiménez encarna con su talento usual a Lorena, investigadora de homicidios al cargo del caso del supuesto suicidio de una monja que, casualmente, enseñaba sociales en el internado católico donde ella se crio. José Coronado reparte estoicismo como Teo Aguilar, misterioso agente de la Unidad de Delitos Especiales. Todos estos caminos se irán cruzando progresivamente entre sí hasta llegar a un clímax que, no, no hemos podido ver.

Al menos en su recta inicial, 'El inocente' corrobora que un 'thriller' español potente, si no demasiado original, es posible. Paulo sabe mover la acción hacia delante, encadenar momentos de personaje y de tensión o revelación con dinamismo. Las localizaciones barcelonesas generarán impacto emocional entre muchos espectadores, pero ayudaría al sentido de lugar que en algún círculo se hablara un poco de catalán. Esa clase de especificidad ayuda a convertir lo genérico en especial, como ha demostrado hace poco 'Mare of Easttown'. Lo local es universal.

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