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Crítica de 'Servant' (T2): la misma tensión, aún peor baba

La producción de Shyamalan gana factor cómico en una segunda temporada llena de perfectas perversiones

Crítica de 'Servant' (T2): la misma tensión, aún peor baba

Crítica de 'Servant' (T2): la misma tensión, aún peor baba

Juan Manuel Freire

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Son pocas, bastante pocas, las series que siguen sorprendiendo tras el primer, segundo e incluso tercer episodio. También son raras aquellas en las que no se desaprovecha un solo fotograma y no se invita al espectador a poder seguir la serie mientras se mira el móvil. 'Servant' es esa clase de rareza absoluta, una delicia retorcida e imprevisible cuya media hora de capítulo resulta más nutritiva que la hora completa de muchas otras producciones. Tiene a M. Night Shyamalan como reclamo (es productor y ha dirigido algunos episodios), pero todavía no es más que placer casi secreto de unos pocos, quizá por formar parte de Apple TV+, una plataforma todavía en busca de su público y de una personalidad propia.

Pero vale la pena desembolsar los 4,99 euros de una cuota mensual tan solo por ver la primera temporada de 'Servant' (y las de 'Dickinson' o 'Ted Lasso', ya puestos), trágico a la par que divertido 'thriller' sobre un hijo perdido, recuperado en cierto modo y vuelto a perder; sobre la clase de cosas que hacemos para evitar procesar el dolor. La segunda temporada remarca la parte de diversión: sobre todo desde 'La visita', Shyamalan ha decidido salpimentar sus cuentos espirituales (este, originado por el británico Tony Basgallop) con buenas dosis de humor, y a la altura del tercero de los nuevos episodios, 'Pizza', que dirige su hija Ishana Night Shyamalan, parece decidido a conducir esto hacia la más desquiciada comedia de enredo.

Lo que sigue es solo para iniciados, es decir, no lean si no quieren 'spoilers'. Recordemos que, al final de la primera temporada, la canguro Leanne (Nell Tiger Free) había dejado la casa de su idolatrada Dorothy (una abrumadora Lauren Ambrose) y su algo menos querido Sean (Toby Kebbell) para reunirse con la secta (¡La Iglesia de los Santos Menores!) de la que había huido en busca de otra vida. Al principio de esta nueva temporada, el matrimonio sigue empeñado en creer en el milagro, en la segunda oportunidad, en que el niño robado es su hijo Jericho revivido. La idea es recuperarlo, cueste cuanto cueste, aunque eso conlleve traer de vuelta a casa a una canguro poco de fiar. Y recuperarlo, por supuesto, sin necesidad de ir a buscarlo. De lo contrario, 'Servant' perdería una de sus señas de identidad: su desarrollo en un escenario prácticamente único, una casa bellísima pero inquietante, donde cualquier objeto y ritual del día a día parecen preñados de muerte.  

Los directores, o mejor dicho, las directoras elegidas por Shyamalan para acompañarle en esta temporada cultivan a conciencia esa permanente sensación de peligro. Tiene todo el sentido del mundo que Julia Ducournau, directora del excelente drama caníbal 'Crudo', se encargue de los dos primeros capítulos: en la serie no es raro el casi canibalismo, o si no recordemos cómo el chef experimental Sean incluyó placenta en su receta de croquembouche. A Ducournau la relevan Ishana Night Shyamalan, el propio Shyamalan y, finalmente, un par de promesas del cine de género más esquivo y autoral como Lisa Brühlmann ('Blue my mind') e Isabella Eklöf ('Holiday'). Esta poco cómoda selección de firmas tan solo subraya el carácter único del proyecto, su condición de magnética rareza. Uno se debate entre el altruismo y el egoísmo, entre la obligación de seguir publicando comentarios exaltados y la tentación, bastante importante, de quedarse el precioso tesoro para uno solo.

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