REGRESO SONADO

Crítica de 'The mandalorian (T2E1)': regreso al hogar vía Tatooine

Jon Favreau, creador de la serie, dirige el primer episodio de la esperada segunda temporada del wéstern espacial de Disney+

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Juan Manuel Freire

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La primera temporada de <strong>'The mandalorian'</strong>, junto con el resto del catálogo de Disney+, salvó en marzo muchos confinamientos familiares. Ahora, el arranque de la segunda entrega del relativo 'sleeper' del 2020 se presenta como uno de los pocos rayos de ilusión en este fin de semana de recogimiento forzado.

Al menos durante una hora, todo se olvidará. Así es, una hora: aunque uno de los encantos del wéstern espacial de Jon Favreau es, se supone, su economía narrativa, esta apertura dura tanto como la 'finale' de la primera temporada. Quizá no era del todo necesario (alguna interacción dura más de la cuenta y cierta historia de fondo se podría haber tocado más sucintamente), pero lo perdonaremos porque, al fin y al cabo, estos días tendremos algo de tiempo extra.

En principio, en esta temporada veremos un puñado de líneas argumentales desarrollarse en paralelo en otras tantas localizaciones, al estilo de 'Juego de tronos'. Pero al menos en este capítulo, 'El marshal', la propuesta está basada en la simplicidad argumental: de nuevo, todo se puede resumir en una línea, algo así como 'Mando ayuda a matar a un dragón krayt a cambio de la devolución de una armadura mandaloriana a sus propietarios ancestrales'.  

Si hay dragones krayt, estamos en el mítico planeta Tatooine, donde Mando (Pedro Pascal) y el cincuentón Baby Yoda llegan tras saber de la existencia de un mandaloriano en la ciudad de Mos Pelgo. Mando confía en que, a través de los suyos, podrá encontrar un camino de vuelta a casa para el Niño. La pista la ha obtenido de Gor Koresh (John Leguizamo), abyssin metido en peleas clandestinas de gamorreanos. La querida mecánica Peli Motto (Amy Sedaris) ofrece alguna explicación extra sobre Mos Pelgo: apenas ya aparece en el mapa del planeta porque poco quedó de ella tras la caída del imperio, cuando fue arrasada por bandidos.

Lo que queda es, como descubriremos, un pequeño asentamiento minero que sufre los ataques del dragón krayt del que hablábamos. Y como decíamos, Mando se ofrece a ayudar si el marshal del lugar (el carismático Timothy Olyphant) accede a devolver la armadura mandaloriana que luce por allí como si nada, como si para vestirla no debiera superar el adiestramiento y hacer el juramento del Credo. Hasta aquí puedo leer, porque no se trata de estropear una hora de (buenas) sorpresas y felicidad.

Más allá de la larga duración (algo que, al parecer, irá variando), todo lo bueno que dijimos de 'The mandalorian' sirve para este esperado episodio, primero dirigido por el propio Favreau. La serie brilla a todos los niveles (diseño de producción, efectos especiales o banda sonora son otra vez ejemplares) y ofrece placeres sencillos en el marco de un imaginario familiar que pocas veces se ha pisado con semejante inspiración. Cuando tiene que ofrecer acción, además, no se conforma con ninguna clase de modestia televisiva: la climática 'set piece' con 'jetpack' de 'El marshal' es tan complicada como fácil de seguir. 'The mandalorian' nos devuelve, en definitiva, la fe en la Fuerza, aunque de momento ni siquiera se haya mencionado ese concepto.