PELOTAZO EN MOVISTAR+

¿Por qué 'Antidisturbios' es la serie del año?

Analizamos las cinco razones del éxito clamaroso del impactante 'thriller' policial de Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña para Movistar+

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Julián García / Beatriz Martínez

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Con permiso de ‘Patria’ y ‘Veneno’, y a la espera del esperado estreno en noviembre de ’30 monedas’, de Álex de la Iglesiala serie del año debería ser ‘Antidisturbios’, el electrizante y controvertido ‘thriller’ policial de Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña para Movistar+. Y no decimos ‘serie española’, sino serie en general, porque la propuesta de los creadores de ‘El reino’ y ‘Que Dios nos perdone’ supone un formidable salto cualitativo en la de por sí brillante ficción serializada hecha aquí en los últimos tiempos.

En la serie, de seis episodios, un grupo de antidisturbios ejecuta un desahucio en el centro de Madrid que acaba en tragedia. A partir de esta premisa, y de la posterior investigación a cargo de una agente de asuntos internos, Sorogoyen y Peña vuelven a zambullirse en las <strong>cloacas del Estado</strong> para denunciar las enrevesadas y putrefactas madejas de la corrupción institucional. Público y crítica la han recibido con aplausos unánimes por su osadía temática y formal; sindicatos policiales la han considerado directamente "basura". Este diario ha querido estudiar las cinco razones por las que ‘Antidisturbios’ es la sensación de la temporada.

EL REPARTO PERFECTO

EL REPARTO PERFECTO

Elegir a los integrantes del furgón antidisturbios era uno de los elementos clave para que todo el dispositivo generado en torno a ellos no se viniera abajo. Tenían que funcionar en sus papeles de forma independiente, pero también como grupo, pues sus escenas corales resultaban de vital importancia para adentrarnos en la camaradería y el espíritu de compañerismo que los caracteriza.

En ese sentido, los seis intérpretes que conforman la unidad funcionan a la perfección y se complementan para reforzar todas contradicciones que genera su trabajo, entre la ebullición de hormonas masculinas y la violencia que integran en su día a día: la veteranía cascada de Salva (Hovik Keuchkerian), los problemas de ansiedad de Úbeda (Roberto Álamo), el sentido común de Diego (Raúl Arévalo), las paradojas morales de Álex (Álex García), la oscuridad de Bermejo (Raúl Prieto) y el impulso juvenil de Rubén (Patrick Criado).  

Igual de importante era encontrar a la agente de asuntos internos Laia Urquijo que poco a poco se irá adueñando de la narración para convertirse en la figura clave de la serie. Sin duda, Vicky Luengo se convierte en la auténtica revelación gracias a una mezcla entre fragilidad y fortaleza que evoca a la Emily Blunt de 'Sicario' a la hora de dar vida a una mujer en un mundo de hombres que tiene que luchar por defender sus principios y no dejarse arrastrar por la vorágine de tramas ocultas que ocurren a su alrededor. 

Vicky Luengo se convierte en la gran revelación gracias a una mezcla entre fragilidad y fortaleza que evoca a la Emily Blunt de 'Sicario'

UNA CONCEPCIÓN ESTILÍSTICA APABULLANTE

UNA CONCEPCIÓN ESTILÍSTICA APABULLANTE

En 'Que Dios nos perdone' y 'El reino', Sorogoyen había mostrado su habilidad a la hora de acercarse al 'thriller' de acción, convirtiéndose en uno de los directores de referencia dentro del género en España. Sin embargo, en esta ocasión contaba con más espacio para experimentar, con seis capítulos que le daban la oportunidad de componer una concepción estilística que lo cohesionara todo al mismo tiempo que podía introducir variantes formales dependiendo de cada uno de los episodios. De los seis episodios, Sorogoyen ha dirigido cuatro, mientras que los otros dos (el tercero y el cuarto) han recaído en su amigo y viejo colaborador Borja Soler, codirector de su ópera prima, 'Stockholm'.

En general la apuesta consiste en acercar lo máximo posible la cámara al rostro de los personajes en los primeros capítulos hasta casi deformarlos (como ocurre con Vicky Luengo mediante la utilización de una lente de ojo de pez). Eso conlleva que las 'set-pièces' de acción sean mucho más físicas, más asfixiantes para el espectador, ya que nos encontramos en el epicentro mismo de, pongamos, un desahucio.

A lo largo de los episodios, la cámara se irá distanciando poco a poco de los personajes para tomar una visión de conjunto. Eso no quiere decir que el director abandone las virguerías formales. Atención a ese plano secuencia de 17 minutos en el capítulo seis con la última cena de los antidisturbios, antes de que algunos de ellos tomen rumbo al barco Piolín; o esa hipnótica carga nocturna contra los hinchas radicales del Olympique de Marsella en los alrededores del Bernabéu, al ritmo de la música electrónica de su estrecho colaborador Olivier Arson.

ESA ASOMBROSA SENSACIÓN DE VERISMO

ESA ASOMBROSA SENSACIÓN DE VERISMO

Una de las muchas virtudes de ‘Que Dios nos perdone’, segunda película de Sorogoyen, era el formidable verismo que transmitía como ‘thriller’ policial con asesino en serie de ancianas en el Madrid del 2011, en plena visita de Benedicto XVI y con el 15M en total ebullición. Entrevistado por este diario en el Festival de Sitges del 2016, el director madrileño nos explicaba: “No termino de conectar con los cineastas que huyen de lo natural. Con Isabel trabajamos mucho los diálogos para huir de lo peliculero e ir a lo naturalista. Cuando veo a dos personas hablando como se supone que hablan los seres humanos, me los creo mucho más, me meto en la historia”.

"No termino de conectar con los cineastas que huyen de lo natural", afirma Sorogoyen sobre el realismo de su serie

La reflexión se puede aplicar al cien por cien a ‘Antidisturbios’, cuya sensación de realismo, sea en el modo de expresarse de los personajes, en los detalles de sus vidas cotidianas o en las escenas de acción, contribuye a que el espectador entre en la historia a modo de experiencia inmersiva casi documental. Es que no te queda más remedio que creértelo.

VIAJE A LAS CLOACAS DEL PODER

VIAJE A LAS CLOACAS DEL PODER

A Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña siempre les ha interesado escarbar en todo aquello que se esconde tras la cortina de las apariencias. Una cosa es la imagen que se ofrece de cara a la galería y otra muy distinta desenmascarar la verdad y revelar los intereses particulares más oscuros. Esa característica la encontramos en su cine desde ‘Stockholm’ hasta ‘Que Dios nos perdone’, pero en ‘El reino’ dieron un paso más allá a la hora de adentrarse en las entrañas del poder, en sus tejemanejes, en sus cajas B, en la descripción de las personas que mueven los hilos en la sombra.

En esta ocasión, los antidisturbios solo serán una especie de títeres que utilizarán las altas esferas para tapar sus operaciones de corrupción en un momento de brutal efervescencia de la historia reciente de España. La serie se sitúa entre el 2016 y el 2017. Escuchamos a Mariano Rajoy, por entonces presidente del Gobierno, hablar por la radio de la situación en Catalunya previa al referéndum del 1-O. Escuchamos también a Jordi Cuixart. Poco a poco nos iremos adentrando en esa tupida red de mentiras y ocultamientos a través de personajes tan siniestros como el de Revilla, un trasunto del comisario Villarejo metido en todos los complots. Es sin duda la trama más arriesgada y la que nos acerca de manera más sibilina a la realidad política de nuestro país en los últimos años y que corona el último episodio de manera tan ambigua como magistral.

Los antidisturbios solo serán una especie de títeres que utilizarán las altas esferas para tapar sus operaciones de corrupción

UN RETRATO (MUY) POCO COMPLACIENTE CON LAS UIP

UN RETRATO (MUY) POCO COMPLACIENTE CON LAS UIP

Cuando se supo que Sorogoyen y Peña preparaban una serie sobre las Unidades de Intervención Policial (UIP) menudearon las dudas sobre su último propósito, a pesar de que, en sus películas anteriores, la pareja de creadores ya había buceado a mar abierto en las cloacas del Estado. ¿Acabaría siendo un lavado de imagen para unas fuerzas policiales marcadas con frecuencia por el desmesurado uso de la fuerza en, sin ir más lejos, el 15-M o 1-O? En este sentido, la respuesta es un no rotundo.

Cierto es que la actuación policial es solo la percha para que Sorogoyen y Peña se lancen al cuello de los más poderosos, que es su auténtica pieza de caza mayor, pero aun así el retrato de los agentes es poco complaciente: agentes con tendencia a los brotes de agresividad y ansiedad, acosadores, machirulos, testosterónicos, consumidores de cocaína en su ocio nocturno y de calmantes aliviar el dolor físico… Dos sindicatos policiales, el Jupol y el SUP, han manifestado su rechazo a la serie a través de Twitter, denunciado que es “una auténtica basura”, que “ofende a 2.500 compañeros con mentiras y clichés” y que está “muy alejada de la realidad”. No tienen en cuenta que se trata de una ficción, aunque eso, en fin, es otra historia.

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