CRÍTICA DE SERIE
Crítica de 'Hoops': demasiados tiros fallados
La comedia de animación deportiva de Netflix no está al nivel esperado de Ben Hoffman y Jake Johnson
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
Juan Manuel Freire
De la comedia animada de básquet 'Hoops' cabía esperar un puñado de canastas imborrables. Hablamos de una serie creada por Ben Hoffman, cómico de confianza, estrella del noticiario satírico 'InfoMania' y autor de grandes discos de country de broma (bajo el alias Wheeler Walker Jr.). Y protagonizada por el encantador Jake Johnson (el Nick de 'New girl'), con quien todos quieren casarse o tener amistad.
Johnson se encarga aquí de dinamitar, trabajo de voz mediante, todo su encanto. Encarna a Ben Hopkins, un intenso, malhablado y grosero entrenador de básquet que solo ha logrado una plaza en el Instituto Lenwood de Kentucky por ser hijo de un célebre baloncestista profesional. Incapaz de ver sus limitaciones, cree que del instituto saltará, pronto, al circuito universitario y que los profesionales se fijarán en él. "Y en un pispás, entrenaré a los Chicago Bulls y tendré una piscina infinita", dice.
Pero ese horizonte parece lejano, no solo por su ineptitud como entrenador, sino también por las escasas cualidades y el bajo promedio de altura de los jugadores con que ha de lidiar. Su única esperanza es Matty (A.D. Miles), un alumno larguirucho al que recluta del modo más dudoso: consiguiéndole una cita con una prostituta que paga… con el dinero de sus jóvenes jugadores.
Si 'Hoops' es una comedia para adultos, no lo es por sus delicadezas de matiz, ni su profundidad, ni su carga política. Lo es solo porque todos sus chistes giran en torno a órganos y procesos sexuales y porque la mitad de palabras pronunciadas son malsonantes. Los chistes suelen ser fallidos. A nivel de insultos, todo hay que decirlo, no está tan mal: casi se alcanzan los niveles de floritura profana de alguna serie temprana de Armando Iannucci o el David Milch del wéstern 'Deadwood'.
Sorprende escuchar a Johnson, actor experto en vulnerabilidad, entregado a un personaje que él mismo ha definido en el pódcast 'Thirst aid kit' como "basura humana". Al principio, el efecto es chocante en un buen sentido, pero una vez se advierte que Ben Hopkins solo sabe comunicarse a través de exabruptos, la sorpresa se vuelve cansancio, agotamiento.
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