TÓMATELO EN SERIE
Crítica de 'Homecoming' (T2): una paranoia menos absorbente
Sin Sam Esmail en la dirección, este thriller psicológico pierde algunas de sus idiosincrasias
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
Juan Manuel Freire
'Homecoming' fue, en su primera temporada, la suma de varias primeras veces. Era la primera serie en tomar como inspiración un 'podcast' de ficción. Y la primera protagonizada por Julia Roberts. Era casi inevitable que en su segunda temporada perdiera factor novedoso, pero no tantas de sus idiosincrasias.
En aquella primera tanda de episodios, dirigida en su integridad por Sam Esmail (creador de 'Mr. Robot'), importaba menos lo que se contaba que cómo se contaba. De acuerdo, los guionistas Eli Horowitz y Micah Bloomberg supieron trasladar astutamente su podcast (u obra radiofónica, vaya) a otro formato, pero lo que ejercía verdadero poder de atracción era la labor formal de Esmail, ejercicio de estilo alrededor del thriller paranoico de diversas épocas. Cada tiempo de la acción se desarrollaba en un formato distinto: panorámico (16:9) para el pasado, cuadrado (1:1) para un futuro asfixiante y en el que falta información. La música reunía músicas de grandes thrillers del siglo XX, un trabajo que por poco no hizo perder la cordura a la supervisora musical Maggie Phillips.
En la segunda temporada, la artista renacentista Janelle Monáe, gran valor del pop futurista y actriz en crecimiento ('Moonlight', 'Figuras ocultas', la inminente 'Antebellum'), sustituye a Roberts como estrella de la serie. Su personaje, Jacqueline, despierta en un bote de remos sin saber quién es. Decidida a investigar sobre sí misma, acaba con sus pies en Geist, la organización detrás de la misteriosa instalación de la primera temporada. Y hasta aquí pienso leer.
'Homecoming' sigue siendo un lujo de serie, pero un lujo algo innecesario; como todos los lujos. Es inevitable tener la sensación de haber escuchado ya esta historia y, además, en una versión más memorable. El nuevo director, Kyle Patrick Alvarez ('Experimento en la prisión de Stanford'), recupera los préstamos visuales favoritos de Esmail: esos ángulos inclinados à la Hitchcock, esas pantallas partidas tan De Palma o esos planos cenitales tan Fincher, ideales para acentuar la presencia invisible de fuerzas superiores. Es una buena imitación de aquel cruce de influencias, pero una imitación al fin y al cabo. En su banda sonora original, Emile Mosseri emula sabiamente a Herrmann, pero eso, emula.
El mayor acierto debe ser, quizás, el mayor protagonismo del ahora más poderoso personaje encarnado por Hong Chau (Lady Trieu en 'Watchmen'), una actriz que sabe llenar la pantalla sin necesidad de sobreactuar ni un ápice.
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