ESTRENO
Crítica de 'La línea invisible': higiénica dramatización del nacimiento de ETA
La serie de Mariano Barroso se centra en el torturador Melitón Manzanas y en Txabi Etxebarrieta, responsable del giro de la organización a la lucha armada
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
Matar y morir. 'La línea invisible' abarca el periodo comprendido entre la fundación de ETA hasta el asesinato de Melitón Manzanas, inspector jefe de la brigada político-criminal y uno de los mayores torturadores de la era franquista. Se centra en este y en Txabi Etxebarrieta, principal responsable del giro de la entonces incipiente organización hacia la lucha armada, el primer miembro de ETA en matar (a un guardia civil) y en resultar muerto (por la policía en un control de carreteras). La guerra estaba declarada. Era junio de 1968. Dos meses después, Manzanas era tiroteado en el rellano de su casa y Franco declaraba el estado de excepción en Euskadi.
Mariano Barroso se está convirtiendo en un experto en reconstruir en la televisión los años 60 en la sociedad española: su anterior miniserie, 'El día de mañana', acontece en la Barcelona de esa misma década y el foco de la lucha antifascista está bien presente. Son reconstrucciones de un tiempo pretérito aún reconocible, interesantes y necesarias por el viraje hacia la derecha que el mundo ha dado en los últimos tiempos.
Pero la representación de ETA en las pantallas continúa siendo un tema espinoso. La tesis de 'La línea invisible' -esa línea que cruzó Etxebarrieta por primera vez- se acoge a las palabras de Txiki (Anna Castillo), personaje inventado -aunque con posibles reminiscencias de Yoyes- que milita en la primera célula de la organización: "Tanto dolor no sirvió de nada", dice en el último de los seis episodios.
Barroso no intenta humanizar a nadie, pero sí mostrar su cotidianidad. No sorprenden las escenas en las que un personaje tan abyecto como Manzanas (bien interpretado por Antonio de la Torre) habla cariñosamente con su hija pequeña e intenta comprenderla. Ni la relación de Etxebarrieta (también bien encarnado por Àlex Monner) y su hermano con la madre de ambos, otro personaje fracturado por las circunstancias del que el relato se pone de su parte.
La miniserie documenta las primeras reuniones en San Juan de Luz de las que emergería ETA, con su lema de patria o muerte y su influencia comunista (referencias a Cuba y Argelia), y la asamblea que convirtió a Etxebarrieta en el líder de la organización. Muestra sin efectismo las torturas de la brigada político-criminal, los primeros atracos y atentados. La semilla del conflicto, en definitiva. Es una dramatización clásica y algo higiénica de hechos históricos, que intenta ser objetiva con esa misma Historia y el rastro de muerte que se prolongó hasta hace bien poco.
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