CRÍTICA DE SERIE

Crítica de 'Star trek: Picard': sintéticos contra orgánicos

Michael Chabon ha dotado de nueva consistencia dramática a Jean-Luc Picard, el culto y sabio capitán galáctico que Gene Roddenberry se inventó en 1987 para 'Star trek: la nueva generación'

Sir Patrick Stewart como Jean-Luc Picard en 'Star Trek: Picard'

Sir Patrick Stewart como Jean-Luc Picard en 'Star Trek: Picard' / periodico

Quim Casas

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Esta nueva inmersión en el 'universo Trekkie' luce, en parte, las mejores galas de uno de sus cuatro creadores, Michael Chabon, el colosal autor de 'Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay', una de las mejores novelas posmodernas de las dos últimas décadas. Chabon, paladín de la cultura popular y buen conocedor de la serialidad, ha aportado su grano de arena al cine fantástico –el argumento de 'Spiderman 2' y el guion de' John Carter'–, el cómic pulp –es el creador de la serie 'El escapista'– y la novela –además de sus superhéroes judíos, es autor de obras tan valiosas como 'Telegraph Avenue', centrada en una tienda de discos de soul y jazz–, y ha debutado en la televisión con uno de esos retos del que, como consumidor de la televisión de los 60, estará satisfecho: dotar de nueva consistencia dramática a Jean-Luc Picard, el culto y sabio capitán galáctico que Gene Roddenberry se inventó en 1987 para 'Star trek: la nueva generación'.

El viernes 27 de marzo se emitió el último de los 10 episodios de 'Star trek: Picard', una aventura metafísica, pero de construcción muy simple, en la que Picard hace todo lo posible para que los orgánicos y los sintéticos, los humanos y los seres creados por estos, acaben luchando contra un enemigo común, los temibles romulanos. El destino final de los sintéticos es destruir toda vida orgánica, pero Picard, utilizando siempre la mente antes que la fuerza –es un personaje melancólico y otoñal, lejos ya de la imagen del explorador más intrépido de las galaxias–, conseguirá revertir la situación.

Viejos y nuevos compañeros de viaje aparecen en esta nueva peripecia Trekkie. Data, el oficial-androide que salvó la vida de Picard, tiene un cometido vital al principio y al final. “No quiero que acabe la partida”, le dice Picard a Data en la primera secuencia de la miniserie. Estas palabras vuelven a repetirse en el episodio final. El porqué de ello tiene toda la sustancia que Chabon y demás autores (Akiva Goldsman, Kirsten Beyer y Alex Kurtzman, responsables de la anterior 'Star trek: Discovery') le saben imprimir a un relato con muchas paradas, incorporaciones y momentos decisivos.

Recordemos algunos cuando la serie toca a su fin: la historia de las gemelas sintéticas Dahj y Soji, cuyo rostro pintado en un cuadro del pasado mantiene el hilo de la trama; las preferencias literarias de Picard, que incluyen aventura clásica como Los tres mosqueteros antes que ninguna obra de ciencia ficción; la lectura que el capitán Ríos, una especie de Che Guevara galáctico, hace del libro de Unamuno 'Del sentimiento trágico de la vida'; la reaparición de otro de los comandantes de la Flota Estelar, William Ricker; las monjas-guerreras que dicen la verdad sin filtros y han cuidado del joven samurái; los pasajes en la casa que Picard tiene en la campiña francesa, con su obsesión por el olor de la vendimia; el momento en el que, después de mucho tiempo, Picard vuelve a pilotar una nave; las simulaciones cuánticas o la muy pictórica batalla estelar entre orquídeas gigantes.