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'La peste', segunda temporada: Sevilla, entre el oro y el barro

La segunda temporada de la serie de Movistar+ sale de la oscuridad de la primera para ofrecer una trama gansteril en el Siglo de Oro repleta de acción y una reflexión sobre la corrupción y el poder

Un fotograma de la segunda temporada de 'La peste'

Un fotograma de la segunda temporada de 'La peste'

Beatriz Martínez

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Se convirtió en la primera gran apuesta de Movistar + cuando la plataforma decidió entrar en el juego de la ficción televisiva de altos vuelos. ‘La peste’ contaba con todas las características de una superproducción de lujo: gran presupuesto, minuciosidad en los detalles, la recreación casi inmersiva en la Sevilla del siglo XVI y un director-autor, Alberto Rodríguez, con una enorme personalidad tras la cámara que tenía muy claro lo que quería hacer.

Y lo que quería hacer no era tanto una serie, sino una película que funcionara como un fresco histórico con un trasfondo de cine negro en la que el espectador pudiera sentir, oler, palpar lo que estaba ocurriendo en la pantalla. Suciedad, enfermedad y podredumbre moral.

La primera temporada de ‘La peste’ fue un salto al vacío por dos razones fundamentales. Por una parte, los creadores tenían una voluntad explícita de alejarse de las fórmulas convencionales utilizadas en televisión. Querían hacer algo diferente que no siguiera la estructura canónica climática de los capítulos. Por otro lado, en su intento de acercarnos de la manera más precisa posible a la atmósfera de la época, se atrevieron a sumergirnos en un mundo de oscuridad que, como ocurría en el famoso episodio 8x03 de ‘Juego de tronos’ titulado ‘La larga noche’, había que ver en condiciones especiales para apreciar su sentido.

“Hemos aprendido la lección”, contaba Alberto Rodríguez antes de la presentación de la segunda temporada en el Festival de Sevilla. “Nos quedó claro que las series se consumen en cualquier soporte y de cualquier manera, no como a los creadores nos gustaría que se vieran, es decir, con las luces apagadas y la televisión ajustada”.

Mas luz y color

Quizás por eso, en esta segunda temporada, hay más luz, más color y los capítulos se ajustan a la lógica televisiva. Los responsables no lo ven como una derrota, sino como una posibilidad de seguir indagando en el universo que habían creado desde otra perspectiva más lúdica y menos metafísica.

Podríamos decir que el cambio viene justificado a través del personaje de Mateo (Pablo Molinero), que se caracterizaba por su melancolía funesta. “Era un personaje depresivo, lleno de sombras. En un momento en el que todo el mundo tenía un Dios, él no creía en nada. Así que el desamparo era enorme. Por eso la primera parte es tan oscura, porque estaba marcada por las tinieblas y el terror. En la segunda temporada todo eso queda atrás. Ha recuperado la fe en el hombre”, continúa Rodríguez.

Además, el momento económico ha cambiado, la peste se ha erradicado y gracias a los viajes al Nuevo Mundo, Sevilla se ha convertido en una ciudad próspera. Quizás demasiado, lo que ha provocado que un sistema subterráneo de poder, la Garduña, se haga con el control de los bajos fondos y más allá, porque la corrupción lo inunda todo y llega a los lugares más insospechados. 

“En esta ocasión todo gravita alrededor del poder. El oficial, que representa el cabildo y el personaje de Pontecorvo (Federico Aguado), y el oculto que ejerce esta nueva organización criminal. La ciudad se sostiene entre el oro y el barro”, cuenta Rafael Cobos, que en esta ocasión se ha convertido en el director creativo.

Alberto Rodríguez reconoce que después de terminar la primera temporada quedó absolutamente exhausto, por eso dejó en manos de su mano derecha el timón del barco. Pero no se quiso desvincular por completo y se encargó de la dirección de los dos primeros capítulos, fundamentales para que la transición se produjera de manera fluida.

En un primer momento, la segunda temporada iba a centrarse por completo en la aventura de Mateo en el Nuevo Mundo. Pero resultaba demasiado complicado y decidieron traerlo de vuelta, no sin antes recrear parte de su experiencia americana en los primeros minutos de la serie junto a nativos indígenas y en un escenario tan bello como de una extrema crudeza atmosférica que obliga al protagonista a luchar por la supervivencia.

Interrogantes en el aire

“Nos dimos cuenta de que habían quedado muchos interrogantes en el aire y decidimos tirar de ese hilo finalmente. Había tantas cuestiones por abordar que enseguida se plantearon otros desarrollos que incluían a los personajes ya conocidos, como Teresa (Patricia López Arnaiz) y Valerio (Sergio Castellanos), como a otros nuevos”.

Alberto Rodríguez siempre ha sido un director sensible a la hora de descubrir nuevos rostros dentro del cine español y muchos de estos actores que forman parte de sus películas se encuentran presentes en ‘La peste’, como Jesús Carroza (que debutó en ‘7 vírgenes’), Estefanía de los Santos (nominada al Goya a mejor actriz revelación por ‘Grupo 7’), Manuel Morón (protagonista de ‘El traje’) o Julián Villagrán. “Son como nuestra pequeña familia”, dice el director.

El tándem Cobos-Rodríguez se muestra contento por una temporada que ofrece una narrativa más limpia y un ritmo más preciso sin perder su naturaleza oscura a través de una trama gansteril en el Siglo de Oro llena de acción, peripecias y una reflexión sobre la corrupción y el poder. Y aunque sea más luminosa, se sigue recomendando verla con las luces muy tenues y una televisión calibrada.