CRÍTICA DE SERIE
Crítica de 'The man in the High Castle': la otra Segunda Guerra Mundial
Sin ser una obra redonda, 'The man in the High Castle' es una muy buena serie que puede verse también en clave política actual
Quim Casas
Periodista y crítico de cine
Profesor de Comunicación Audiovisual en Universidad Pompeu Fabra y docente en ESCAC, FX, Cátedra de Cine de Valladolid y Museu del Cinema de Girona. Autor de diversos libros sobre David Lynch, David Cronenberg, Jim Jarmusch, Fritz Lang, John Ford y Clint Eastwood. Miembro del Comité de Selección del Festival de Cine de San Sebastián.
Quim Casas
Iniciada en 2015, la serie distópica 'The man in the High Castle' llega a su cuarta y última temporada habiendo estirado hasta el límite la idea central de la novela de Philip K. Dick que adapta: ¿qué habría pasado si la Segunda Guerra Mundial la hubieran ganado las fuerzas del eje y, en 1962, Nueva York siguiera ocupada por los alemanes y San Francisco por las tropas japonesas?
Es posible que Wesley Strick, uno de los productores y guionistas de la serie, conocido antes por sus guiones cinematográficos ('Aracnofobia', 'El cabo del miedo', 'Lobo', 'El Santo'), sea quien ha sabido anudar los muchos elementos y recovecos de la trama para prolongarla durante tantas temporadas sin perder su efectividad original.
Desde el primer momento, la serie se apartó del texto de Dick. Se liberó del mismo respetando ese inquietante punto de partida para crear varias subtramas originales: las grandes ciudades de ambas costas ocupadas, la zona neutral de Denver, las peripecias de la resistencia afroamericana-comunista –pasa armas escondidas en el falso fondo de un cochecito de bebé o dentro de un cerdo muerto–, la creación por parte del Reich de un portal hacia otro universo, el juego con el tiempo, el espacio y la realidad paralela, la historia del americano medio convertido en ‘obergruppenführer’.
Momentos muy intensos
En esta temporada final hay momentos muy intensos, como la fiesta en el segundo episodio amenizada con discos de Thelonious Monk y Louis Armstrong que se convierte en un verdadero blues, dolor y emoción ante la posibilidad sincera de la revuelta contra el opresor blanco y nazi. En el siguiente episodio, la subasta con objetos genuinamente norteamericanos (el cuadro de Frederick Remington) termina en matanza poco liberadora.
Sin ser una obra redonda, es una muy buena serie que puede verse también en clave política actual. De hecho, esa es la virtud de las distopías: acaban anunciando siempre cosas que vendrán. Pero yo recomendaría encarecidamente el disco editado en el 2017, 'Resistance radio. The man in the High Castle álbum', en el que Danger Mouse y Sam Cohen seleccionaron una serie de canciones de los primeros 60 y años anteriores, versionadas por Sharon Van Etten, Beck, Norah Jones, Karen O y Grandaddy, entre otros. Estos hermosos temas ('Nature boy', 'The end of the world', 'The house of the rising sun', 'Unchained melody') se escuchan simbólicamente en la emisora de radio de la resistencia, una bonita forma de decirnos que la cultura siempre queda, pase lo que pase, llegue quien llegue al poder.
- García-Castellón y Gadea dejarán sus plazas en la Audiencia Nacional y Pedraz sopesa hacerse con el juzgado del Tsunami, por Ernesto Ekaizer
- El río subterráneo más largo de Europa está en España: nadie conoce su nacimiento ni su desembocadura
- Airbnb aconseja a los propietarios que no anuncien las piscinas en sus alojamientos turísticos
- Vuelve Moisés a Pasapalabra: el concursante desvela los problemas que sufrió en el pasado y por los que tuvo que abandonar el programa
- La Junta Electoral avala la candidatura de Puigdemont y rechaza la impugnación de Cs
- La vida de Rosa Peral en prisión: ¿A cuántos años está condenada? ¿Cómo es su día a día? ¿Qué estrategia seguirá en adelante?
- El Barça vive una tragedia insoportable ante el PSG
- Olvídate de freír el huevo en la sartén: esta es la fórmula para hacer los mejores huevos fritos