CRÍTICA DE SERIE

Crítica de 'The man in the High Castle': la otra Segunda Guerra Mundial

Sin ser una obra redonda, 'The man in the High Castle' es una muy buena serie que puede verse también en clave política actual

zentauroepp50819070 icult the man191109180627

zentauroepp50819070 icult the man191109180627 / periodico

Quim Casas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Iniciada en 2015, la serie distópica 'The man in the High Castle' llega a su cuarta y última temporada habiendo estirado hasta el límite la idea central de la novela de Philip K. Dick que adapta: ¿qué habría pasado si la Segunda Guerra Mundial la hubieran ganado las fuerzas del eje y, en 1962, Nueva York siguiera ocupada por los alemanes y San Francisco por las tropas japonesas?

Es posible que Wesley Strick, uno de los productores y guionistas de la serie, conocido antes por sus guiones cinematográficos ('Aracnofobia', 'El cabo del miedo', 'Lobo', 'El Santo'), sea quien ha sabido anudar los muchos elementos y recovecos de la trama para prolongarla durante tantas temporadas sin perder su efectividad original.

Desde el primer momento, la serie se apartó del texto de Dick. Se liberó del mismo respetando ese inquietante punto de partida para crear varias subtramas originales: las grandes ciudades de ambas costas ocupadas, la zona neutral de Denver, las peripecias de la resistencia afroamericana-comunista –pasa armas escondidas en el falso fondo de un cochecito de bebé o dentro de un cerdo muerto–, la creación por parte del Reich de un portal hacia otro universo, el juego con el tiempo, el espacio y la realidad paralela, la historia del americano medio convertido en ‘obergruppenführer’.

Momentos muy intensos

En esta temporada final hay momentos muy intensos, como la fiesta en el segundo episodio amenizada con discos de Thelonious Monk y Louis Armstrong que se convierte en un verdadero blues, dolor y emoción ante la posibilidad sincera de la revuelta contra el opresor blanco y nazi. En el siguiente episodio, la subasta con objetos genuinamente norteamericanos (el cuadro de Frederick Remington) termina en matanza poco liberadora.

Sin ser una obra redonda, es una muy buena serie que puede verse también en clave política actual. De hecho, esa es la virtud de las distopías: acaban anunciando siempre cosas que vendrán. Pero yo recomendaría encarecidamente el disco editado en el 2017, 'Resistance radio. The man in the High Castle álbum', en el que Danger Mouse y Sam Cohen seleccionaron una serie de canciones de los primeros 60 y años anteriores, versionadas por Sharon Van Etten, Beck, Norah Jones, Karen O y Grandaddy, entre otros. Estos hermosos temas ('Nature boy', 'The end of the world', 'The house of the rising sun', 'Unchained melody') se escuchan simbólicamente en la emisora de radio de la resistencia, una bonita forma de decirnos que la cultura siempre queda, pase lo que pase, llegue quien llegue al poder.