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Crítica de 'Vida perfecta': la crisis de la edad adulta según Leticia Dolera

La directora y actriz utiliza un acento más cómico que acre para retratar a varias mujeres en conflicto con el mundo en que viven

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Quim Casas

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'Vida perfecta' podría ser un reflejo en el ámbito español de la producción de Movistar + de lo que supuso la serie de Lena Dunham 'Girls' para la nueva serialidad (feminista o no) estadounidense. Creada por Leticia Dolera, quien interpreta a una de las tres protagonistas principales y dirige sus ocho episodios en solitario o en colaboración con Elena Martín y Ginesta Guindal, muestra también los problemas de identidad, maternidad, relaciones de pareja y extravíos y derivas varias de unas mujeres en conflicto con el mundo en el que viven. Lo hace con un acento más cómico que acre, del que participan tanto los momentos festivos como aquellos que, siendo divertidos, dejan entrever una mirada más escéptica sobre las relaciones cotidianas en el mundo actual.

Dolera encarna a María. Dentista de profesión, vive en su confort pequeñoburgués hasta que todo cambia, y lo hace para mal: las previsiones de una vida futura en la que cree fervientemente se desmoronan como un castillo de naipes. Está a punto de cumplir los 40 años. Su hermana María (Aixa Villagrán) es pintora y una especie de eterna adolescente que rehúye las responsabilidades con pasmosas facilidad. Y la amiga de ambas, Cristina (Celia Freijeiro), está instalada en otro confort, el que le da su exitosa carrera como abogada y la vida familiar con marido y dos hijas, pero tampoco nada es lo que parece.

Dolera recurre a los golpes de efecto (la fiesta infantil en la que acontece uno de los momentos reveladores de la trama bajo los efectos de cierta substancia) para que la vida de las tres deje de ser perfecta, aunque a tenor de lo que tenían al comenzar la historia, acaba siendo bastante más estimulante aunque complicada. La serie, aupada a lo más alto en el último festival televisivo de Cannes, tiene una intachable solidez formal, algún que otro atrevimiento conceptual y se mueve bien en la fina línea que separa el humor corrosivo de lo políticamente correcto (o incorrecto, ya resulta difícil saber que lo es o no hoy en día).