CRÍTICA

'Mindhunter': en la mente del asesino

El conflicto de la serie reside siempre en las mentalidades asesinas y el modo en que los protagonistas sentaron las bases del FBI moderno

zentauroepp40693130 serie mindhunter180112164757

zentauroepp40693130 serie mindhunter180112164757 / EL PERIÓDICO

Quim Casas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En la primera temporada de 'Mindhunter', los agentes federales Holden Ford y Bill Tench se entrevistan en la cárcel con Edmund Kemper, un tipo alto y fornido con un coeficiente intelectual de 145, es decir, un superdotado. Kemper es uno de los más famosos asesinos en serie de la historia americana y sigue entre rejas cumpliendo varias cadenas perpetuas. En el quinto episodio de esta segunda temporada, los dos agentes del FBI visitan a Charles Manson para seguir con sus estudios del comportamiento criminal. Manson tenía un coeficiente intelectual de 121, así que estaba por encima de la media. Listos son o eran, por desgracia.

Joen Penhall, creador de 'Mindhunter', y David Fincher, productor de la serie y director de los tres primeros capítulos de esta tanda de nueve (otros dos los realiza Andrew Dominik y Carl Franklin firma los cuatro últimos), trufan la segunda temporada de muchos aspectos "íntimos": una nueva relación sentimental de la doctora Wendy Carr, la situación familiar de Tench, los ataques de pánico de Ford.

Pero el conflicto reside siempre en esas mentalidades asesinas y el modo en que los protagonistas sentaron las bases del FBI moderno: trabajar en un sótano catalogando perturbados y transcribiendo cintas grabadas en presidio con David Berkowitz ('El Hijo de Sam'), Manson, William Pierce Jr., BTK (Dennis Raden) –cuyo lema era "Atar, Torturar, Matar"– y otros asesinos que aparecen en esta segunda entrega.

Hay más tensión entre Tench, Ford y Carr que cuando entrevistan a los psicópatas. No hay espacio para la armonía y la relajación. Como ejemplo, la excelente secuencia del episodio dos en la que Tench conversa dentro de un coche con un joven testigo que no quiere mostrar su rostro herido: nadie como Fincher para filmar ese diálogo en estático como la más atroz de las pesadillas.