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Psicología

Esto es lo que Gustavo Rodríguez te enseña para cuidar la salud mental de tus hijos cada día

El vínculo emocional es la herramienta más eficaz

La salud mental de niños y adolescentes

La salud mental de niños y adolescentes / 123RF

Ángel Rull

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En los últimos años, los problemas de salud mental de niños y adolescentes han aumentado de forma preocupante. La ansiedad, la tristeza persistente, las dificultades para regular emociones y la desconexión afectiva están presentes en muchos hogares y aulas, a menudo sin que los adultos sepan cómo actuar. Este contexto ha puesto en evidencia una necesidad urgente: repensar el modo en que acompañamos emocionalmente a nuestros hijos. La crianza de hoy ya no puede centrarse solo en normas y límites, sino que exige una nueva mirada: más cercana, más empática y más consciente.

Gustavo Rodríguez, psicólogo y docente habla claro al respecto. Su experiencia en entornos educativos le ha permitido observar que lo que realmente ayuda a un niño a estabilizarse emocionalmente no es una reprimenda a tiempo, sino una relación segura y sostenida con los adultos que lo rodean. Rodríguez propone dejar de preguntarnos “¿qué hago para que mi hijo no se porte así?” y comenzar a plantearnos “¿qué necesita mi hijo para sentirse mejor y expresarse de otro modo?”. Este cambio de enfoque transforma el vínculo y permite detectar con antelación el malestar emocional, muchas veces disfrazado de conductas disruptivas o de retraimiento.

Los niños no siempre tienen el lenguaje para decir que algo les duele. Lo expresan con el cuerpo, con el humor, con la actitud. Por eso, el acompañamiento emocional es una competencia básica para madres, padres y educadores, no una tarea reservada a especialistas. Estar disponible emocionalmente es, hoy más que nunca, una forma de prevención. Y este tipo de acompañamiento requiere tiempo, pero sobre todo disposición emocional: estar de verdad, no solo físicamente, sino atentos, sin pantallas de por medio y sin respuestas automáticas.

La tecnología exige presencia, no solo control

Uno de los aspectos clave que Gustavo Rodríguez aborda en su enfoque educativo es el impacto de la tecnología en la salud mental infantil. No se trata de alarmar, sino de comprender cómo los móviles, redes sociales, videojuegos y pantallas están reconfigurando la infancia y la adolescencia. Y, sobre todo, cómo la falta de acompañamiento adulto en estos entornos digitales deja a los menores expuestos a una presión emocional para la que no están preparados.

La clave no está solo en limitar el uso de pantallas, sino en generar espacios de diálogo donde niños y adolescentes puedan hablar sobre lo que ven, lo que sienten y lo que les preocupa. Rodríguez insiste: lo emocional no se regula desde la vigilancia, sino desde el vínculo. Hablar con nuestros hijos sobre lo que ocurre en sus mundos digitales, sin juzgar, puede ser mucho más efectivo que cualquier filtro parental.

No se trata de quitar móviles, sino de construir confianza. Saber cuándo algo que han visto les ha afectado, cuándo una conversación les ha dejado mal cuerpo o cuándo una app se ha convertido en una fuente de ansiedad. Rodríguez recuerda que los problemas emocionales no siempre vienen de fuera: muchas veces se instalan por falta de herramientas internas para procesar lo que se vive. Y esas herramientas se aprenden, en casa, con la presencia afectiva del adulto.

Además, recalca que las normas sobre tecnología deben ser coherentes y compartidas. No se puede pedir a los hijos que reduzcan su uso si ven a los adultos permanentemente conectados. El ejemplo es una herramienta educativa más poderosa que cualquier advertencia. Ser referentes digitales también es parte del cuidado emocional.

Cómo se cuida la salud mental desde lo cotidiano

Para Gustavo Rodríguez, el cuidado emocional de los hijos no requiere grandes discursos ni intervenciones complejas. Se construye en la rutina, en los pequeños gestos. Recuperar hábitos básicos como dormir bien, mantener horarios regulares, alimentarse con conciencia, hacer ejercicio y compartir tiempo sin pantallas es ya una forma eficaz de prevención.

Pero también hay elementos más sutiles, que pasan desapercibidos: la forma en que miramos a nuestros hijos, el tono con el que les hablamos, la disponibilidad que mostramos cuando algo les preocupa. Rodríguez pone el foco en el valor del lenguaje emocional: nombrar lo que sienten, validar sus emociones, mostrar empatía sin minimizar ni dramatizar.

El mensaje que reciben los niños y adolescentes cuando alguien les dice "entiendo que estés así" es profundamente reparador. No necesitan adultos perfectos, sino adultos que sepan reconocer y sostener la emoción sin negarla ni apresurarse a resolverla. El equilibrio emocional se cultiva más con escucha que con soluciones.

También destaca la importancia del juego y del tiempo compartido sin objetivos. Jugar, conversar, cocinar juntos, salir a caminar o simplemente pasar tiempo sin prisa contribuyen al bienestar emocional tanto como cualquier terapia. El afecto cotidiano tiene un impacto profundo, especialmente cuando se convierte en una constante, no en una excepción.

Estar presentes emocionalmente: el mayor antídoto

Rodríguez ha identificado una constante: los niños recuerdan más cómo se sintieron con un adulto que lo que ese adulto les dijo. La conexión emocional es el ancla que estabiliza, y en tiempos de incertidumbre, ansiedad o sobrestimulación digital, es más necesaria que nunca.

Por eso, en "La salud mental de niños y adolescentes" habla de la importancia de los "primeros auxilios mentales": una serie de reacciones emocionales básicas que cualquier padre, madre o docente puede aprender. Saber cómo actuar si un niño tiene un ataque de ansiedad, cómo responder ante una confesión dolorosa o cómo acompañar un bajón emocional. No se trata de actuar como terapeutas, sino de estar preparados para contener, validar y acompañar.

Estos auxilios comienzan por la escucha sin juicio, por sostener la calma cuando el menor no la tiene, por dar palabras a lo que el niño aún no sabe nombrar. Rodríguez destaca que esta forma de estar con los hijos no se enseña en manuales, pero se aprende a base de presencia consciente y voluntad de conectar.

Además, nos invita a estar atentos a los momentos clave del día: la vuelta del colegio, la hora de la cena, el momento de irse a dormir. Son instantes donde emergen emociones que han sido contenidas durante horas. Escuchar, preguntar con delicadeza o simplemente ofrecer compañía silenciosa puede marcar una diferencia profunda en el equilibrio emocional de los menores.

Lo que necesitan de ti cada día

La salud mental de los hijos no depende solo de los recursos externos, sino del entorno emocional que encuentran cada día en su hogar. Gustavo Rodríguez insiste: el bienestar psicológico de los menores se construye en el vínculo, en la mirada que reciben, en el tiempo compartido y en el tipo de escucha que se les ofrece.

Frente a una sociedad que medicaliza el malestar y externaliza el cuidado, Rodríguez propone volver a lo esencial: la conexión humana. Que cada niño y adolescente pueda contar con adultos emocionalmente disponibles, capaces de mirar más allá de la conducta y de leer lo que esa conducta expresa.

Lo que tus hijos necesitan de ti no es perfección, sino autenticidad emocional. Que estés, que preguntes, que abraces, que corrijas sin humillar y que escuches sin minimizar. Eso es cuidar su salud mental. No solo hoy. Cada día.

Y si alguna vez te preguntas si lo estás haciendo bien, vuelve a lo básico: estar presente, mirar con cariño, hablar con calma, sostener sin juicio. Porque ahí, en lo cotidiano, es donde se siembra el equilibrio emocional que tus hijos recordarán siempre.

* Ángel Rull, psicólogo.