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Salud mental y cine

Marta Lopera, investigadora de la UOC: “El buen terror no explota la locura, la convierte en experiencia humana”

El audiovisual de terror vive una transformación que convierte el sufrimiento psicológico en una experiencia humana y social

El director Terry Gilliam, Gran Premio Honorífico del festival de Sitges, fotografiado este miércoles en Sitges.

El director Terry Gilliam, Gran Premio Honorífico del festival de Sitges, fotografiado este miércoles en Sitges. / Marc Asensio Clupés

Marc Darriba

Marc Darriba

Barcelona
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El Festival de Sitges ya ha bajado el telón, pero el eco de sus historias sigue resonando justo cuando se acerca Halloween. El miedo, la locura y el misterio vuelven a ocupar pantallas, escaparates y redes, y pese a los avances en sensibilidad social, el vínculo entre salud mental y horror sigue muy presente. El problema es cómo se representa: aún hoy, el trastorno mental se utiliza a menudo como metáfora de la monstruosidad o como recurso para generar tensión.

Pero algo está cambiando. Tanto en el cine como en las series, una nueva generación de creadores explora el duelo, la culpa o la fragilidad emocional con una mirada más empática e introspectiva. Donde antes había un “loco peligroso”, ahora encontramos seres humanos llenos de contradicciones.

Del manicomio al trauma

La investigadora Marta Lopera, especialista en representaciones de la salud mental en la ficción, lo describe como un cambio de paradigma: “Hemos pasado del antagonista clásico del asesino loco a personajes que conviven con un conflicto psicológico más complejo”. Para ella, el reto es evitar que la narrativa vuelva a convertir el sufrimiento en un problema individual: “El trastorno mental no es una sintomatología individualizada, sino social. Hay que entenderlo dentro de un contexto”.

Lopera recuerda además que el lenguaje audiovisual ha contribuido durante décadas a perpetuar el estigma: “Las bandas sonoras estridentes o los planos frenéticos han servido para marcar qué es ‘normal’ y qué es alteridad”. Aun así, ve una evolución prometedora: “El buen terror no debe explotar la salud mental, sino convertirla en experiencia humana con matiz, responsabilidad y espacio para el cuidado”.

“El que está loco es el sistema”

Desde la vivencia personal, Marta Ondiviela, activista de Obertament y amante del cine de terror, habla con franqueza: “El cine de terror siempre ha utilizado el trastorno mental como motor del miedo. Nos ha demonizado, nos ha hecho violentos y malvados”. Aun así, reconoce que empieza a ver luz en esa oscuridad: “Películas como ‘Joker’ o ‘12 Monos’ invitan a pensar en qué pasa cuando el sistema falla. No es la persona la peligrosa, es la sociedad la que la vuelve invisible”.

Películas como ‘Joker’ o ‘12 Monos’ invitan a pensar en qué pasa cuando el sistema falla. No es la persona la peligrosa, es la sociedad la que la vuelve invisible

Marta Ondiviela

— Activista de Obertament

Para Ondiviela, el cambio real llegará cuando los creadores se asesoren y escuchen a las personas con experiencia propia: “El cine puede mostrar el cuidado, no solo el síntoma”. Y resume su pensamiento con una frase que se ha convertido casi en lema: “No quiero parecer una anarcosindicalista, pero el que está loco es el sistema, no las personas”.

El festival como espejo del cambio

El director del Festival de Sitges, Ángel Sala, ha visto pasar miles de películas y reconoce que la manera de abordar la mente ha cambiado radicalmente: “Ahora hay muchas historias que hablan del dolor y del trauma desde una perspectiva respetuosa”. Aunque subraya que el festival “no tiene la obligación de educar”, defiende su papel como espacio de debate y reflexión: “Podemos ayudar al público a mirar las cosas desde otra perspectiva. Nos encanta leer el cine antiguo con las claves de hoy”.

Ahora hay muchas historias que hablan del dolor y del trauma desde una perspectiva respetuosa

Ángel Sal

— Director del Festival de Cine Fantástico de Sitges

Sala ve en “The Babadook” un punto de inflexión y destaca la diversidad de narrativas actuales: “Hemos pasado de películas basadas en estereotipos a historias que generan una incomodidad positiva. El público sale tocado, pensando”. Y lo resume con una frase que podría pertenecer a un guion: “El sufrimiento siempre puede explicarse con sustos y monstruos. Todo sale de ahí, en lo positivo y en lo negativo”.

Hacia un terror más consciente

El terror sigue siendo un espejo de nuestro inconsciente colectivo. En las últimas décadas, el género ha empezado a explorar el sufrimiento psicológico con más matices y complejidad, y a cuestionar los imaginarios que durante años asociaron la enfermedad mental con la violencia o el peligro. Sin renunciar a su esencia provocadora, el terror actual parece avanzar hacia historias más empáticas y reflexivas, donde el miedo ya no solo asusta, sino que también invita a pensar.

Tres miradas para entender la mente desde el terror

Marta Lopera recomienda “The Babadook” (Jennifer Kent, 2014) “Una metáfora brillante sobre el duelo y la maternidad, que convierte el miedo en una forma de aceptación emocional".

Marta Ondiviela recomienda “12 Monkeys” (Terry Gilliam, 1995). “Muestra cómo la percepción de la locura puede ser social y construida; una mirada dura y sugerente sobre la realidad y el delirio.”

Ángel Sala recomienda “If I had legs, I'd kick you” (Mary Bronstein, 2025).

Dirigida por Mary Bronstein y protagonizada por Rose Byrne, la ganadora del Festival de Sitges 2025 retrata a una madre desbordada por la enfermedad de su hija, un matrimonio ausente y una vida que se desmorona. El título —una frase que la protagonista repite en terapia— simboliza su rabia reprimida y la sensación de impotencia ante la maternidad y el caos. La película ha sido aclamada por su honestidad y por el retrato crudo y emocional de la mujer contemporánea al límite.

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