Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Psicología

Olvídate de lo que has oído sobre la ansiedad: no es solo miedo, es desconexión

La sintomatología ansiosa puede tener muchas causas

¿Qué es la ansiedad?

¿Qué es la ansiedad? / 123RF

Ángel Rull

Ángel Rull

Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Durante mucho tiempo, la ansiedad ha sido explicada casi exclusivamente en términos de miedo. Se ha descrito como una reacción intensa ante una amenaza percibida, una respuesta emocional desproporcionada que activa el cuerpo como si estuviera en peligro. Sin embargo, esta visión, aunque válida en parte, resulta incompleta. La ansiedad no es solo miedo exagerado. Es también y, sobre todo, una experiencia de desconexión.

Cuando hablamos de desconexión, nos referimos a un alejamiento de uno mismo, de las emociones, del cuerpo, de los vínculos y del presente. En muchos casos, la ansiedad surge no tanto porque haya una amenaza real o imaginada, sino porque la persona no logra sentir seguridad interna. Se produce un corte con la propia capacidad de regularse, de encontrar un centro desde el cual interpretar lo que ocurre. Y esa desconexión genera una sensación de vacío o de caos que el cuerpo y la mente tratan de gestionar como pueden.

En este sentido, la ansiedad se parece más a una alarma que indica que algo se ha roto dentro, que a una reacción ante un peligro externo. La alarma puede sonar por muchas razones: una historia de abandono, la imposibilidad de expresar emociones, una sobrecarga de exigencias, un ritmo de vida incompatible con las necesidades del cuerpo. Pero todas estas situaciones tienen en común un elemento: desconectan a la persona de su experiencia interna.

El cuerpo como escenario de la desconexión: cuando vivir se siente amenazante

Una de las características más notorias de la ansiedad es su manifestación corporal. Palpitaciones, opresión en el pecho, dificultad para respirar, temblores, mareo, tensión muscular. Estos síntomas generan un miedo comprensible, pero muchas veces no se entienden como lo que realmente son: intentos del cuerpo de expresar algo que no encuentra otro canal.

La desconexión emocional muchas veces obliga al cuerpo a hablar. Cuando no se puede nombrar el malestar, cuando no se le encuentra sentido, es el cuerpo el que se convierte en portavoz. Y lo hace de forma intensa, porque está intentando recuperar la atención de una mente que se ha desconectado. Por eso, muchas personas con ansiedad sienten que su cuerpo se ha convertido en un enemigo, cuando en realidad está pidiendo ayuda.

Otro aspecto clave es la dificultad para habitar el presente. Las personas con ansiedad suelen vivir en un estado de anticipación constante. Su atención está dirigida al futuro: lo que podría pasar, lo que hay que prever, lo que se teme que ocurra. Esta huida hacia adelante impide conectar con lo que está pasando ahora mismo, con las señales del cuerpo, con las emociones que se mueven dentro. En este sentido, la ansiedad es una forma de exilio interior.

La reconexión, por tanto, no comienza por "pensar diferente", sino por volver al cuerpo de forma segura. Aprender a sentir sin huir, a nombrar lo que ocurre sin juzgarlo, a estar presente sin anticiparse. No es fácil, pero es el camino para que la ansiedad deje de ser una amenaza y se convierta en una señal comprensible.

La relación con uno mismo: cuando la autoexigencia y la crítica interna alimentan la ansiedad

Otro componente fundamental de la ansiedad es la forma en que una persona se relaciona consigo misma. Muchas personas con ansiedad viven bajo una exigencia constante: deben hacerlo todo bien, no pueden equivocarse, tienen que demostrar su valía una y otra vez. Esta presión interna no solo desgasta emocionalmente, sino que también genera un estado de tensión permanente que favorece la aparición de síntomas ansiosos.

Esta exigencia suele ir acompañada de una voz crítica interna muy activa. Es una especie de juez interno que valora cada acción, cada decisión, cada emoción. Esta crítica no solo refuerza la sensación de no estar a la altura, sino que también alimenta la desconexión. Porque si una persona siente que todo lo que piensa o siente está mal, deja de escucharse. Y si deja de escucharse, pierde contacto con su guía interna.

Así, la ansiedad no se alimenta solo de lo que ocurre afuera, sino de lo que ocurre dentro. De la falta de autocomprensión, del miedo a defraudar, de la necesidad de controlarlo todo. Esta forma de relacionarse con uno mismo es aprendida: muchas veces tiene su origen en contextos donde el afecto estaba condicionado al rendimiento, donde se premiaba la obediencia y se penalizaba la vulnerabilidad.

Recuperar una relación más amable con uno mismo es esencial para reducir la ansiedad. Esto no significa "pensar en positivo" o forzarse a tener autoestima. Significa reconocer las heridas que han llevado a funcionar desde la exigencia y comenzar a crear un espacio interno donde también tengan cabida la duda, el descanso y la imperfección.

Vínculos, sociedad y soledad emocional: la ansiedad como eco de la desconexión colectiva

No podemos entender la ansiedad como un fenómeno exclusivamente individual. Vivimos en una sociedad que favorece la desconexión: ritmos acelerados, hiperproductividad, aislamiento emocional, presión por la imagen y el rendimiento constante. En este contexto, no resulta extraño que muchas personas se sientan perdidas, insuficientes o sobrepasadas. La ansiedad, en muchos casos, es una reacción comprensible a un entorno que no cuida.

Uno de los factores más relevantes es la soledad emocional. Aunque una persona esté rodeada de otras, puede sentirse profundamente sola si no tiene espacios donde compartir su mundo interno sin miedo a ser juzgada. Esta falta de conexión real alimenta la sensación de estar desvinculado, de que no hay un lugar seguro al que acudir cuando el malestar aparece. Y esa sensación, mantenida en el tiempo, se transforma en ansiedad.

Los vínculos significativos tienen un efecto regulador sobre el sistema nervioso. Sentirse escuchado, validado, comprendido, reduce la activación física y emocional. Por eso, uno de los caminos para reducir la ansiedad pasa por cultivar relaciones donde se pueda ser uno mismo sin tener que demostrar nada. Esto no siempre es fácil, especialmente si se han vivido experiencias de rechazo o abandono, pero es un objetivo posible y valioso.

Reconectar con los demás también implica romper con ciertas creencias culturales que fomentan la autosuficiencia extrema. Pedir ayuda, mostrarse vulnerable, reconocer que no se puede con todo no es un signo de debilidad, sino de humanidad. Y cuanto más se normalicen estas actitudes, menos personas tendrán que vivir su ansiedad en silencio.

Hacia una comprensión más humana y profunda de la ansiedad

La ansiedad no es solo una reacción desmedida ante el miedo. Es, en muchos casos, la expresión de una desconexión profunda: con uno mismo, con el cuerpo, con las emociones, con los demás. Comprenderla desde esta perspectiva permite abordarla con más compasión y con menos juicio. Ya no se trata de "controlarla", sino de escuchar lo que viene a decir.

Este cambio de mirada transforma la relación con la propia experiencia. Deja de ser una lucha para convertirse en un proceso de reconexión. Un camino en el que se aprende a habitar el cuerpo con seguridad, a validar las emociones, a cuestionar la exigencia interna y a construir vínculos reparadores.

No hay soluciones mágicas ni recetas universales. Pero sí hay posibilidad de cambio. La ansiedad no es un castigo ni un defecto personal: es una señal de que algo necesita atención. Y atenderlo, con respeto y con paciencia, puede ser una de las formas más profundas de autocuidado. Porque al final, más que aprender a no tener ansiedad, se trata de aprender a no tener que desconectarse para sobrevivir.

* Ángel Rull, psicólogo.