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Manifiesto profesional

Visitas cada dos meses y riesgo de medicalización: SOS de los profesionales de la salud mental infantil en Catalunya

Especialistas de más de la mitad de los CSMIJ firman un manifiesto en el que alertan de los problemas del servicio para atender casos cada vez más complejos, y ofrecen diálogo al Govern para hallar soluciones

Los expertos apuntan a falta de profesionales, descoordinación, burocracia, desequilibrios territoriales y tendencia a patologizar malestares cotidianos

De izquierda a derecha, Josep Checa, Delia Escarmís y Ana Vigil-Pérez, profesionales de CSMIJ y firmantes del manifiesto.

De izquierda a derecha, Josep Checa, Delia Escarmís y Ana Vigil-Pérez, profesionales de CSMIJ y firmantes del manifiesto. / Jordi Otix / EPC

Fidel Masreal

Fidel Masreal

Barcelona
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"Es la tormenta perfecta". Así resume Josep Checa –psicólogo clínico– la situación de la salud mental infantil y juvenil en Catalunya. La demanda creciente de los servicios por parte de menores y familias, con casos cada vez más complejos, colisiona con unos centros de salud mental (CSMIJ) con falta de recursos, profesionales –con suerte, las visitas se programan cada dos meses– y coordinación con otros actores de la salud pública. Ante esta situación, profesionales de 30 de los 52 CSMIJ de Catalunya han firmado ya un manifiesto que reclama al Departament de Salut un diálogo abierto y constructivo ante una situación que juzgan insostenible. "Si no vehiculamos este malestar, irán pasando cosas cada vez más graves", alerta este profesional y coordinador del CSMIJ de Santa Coloma de Gramenet.

"Si no vehiculamos este malestar, irán pasando cosas cada vez más graves"

Josep Checa

— Coordinador del CSMIJ de Santa Coloma de Gramenet

El manifiesto, que se presentará en una jornada del sector el mes que viene, gira en torno a diversas problemáticas unidas: agendas saturadas, presión de los usuarios, exceso de burocracia, profesionales que abandonan, desequilibrios territoriales, tendencia a la medicalización y falta de diálogo con la administración. Los profesionales insisten en que su objetivo es buscar soluciones y defender la sanidad pública, y ponen en valor la excelencia de su trabajo. Pero no pueden más. La palabra más repetida en sus descripciones del día a día es "sobrecarga". La complejidad que tratan tiene que ver con problemas sociales, familiares y educativos. Por este motivo reclaman también que las soluciones no solo lleguen de la sanidad sino de un trabajo más interdepartamental.

Sobrecarga

Hablar de sobrecarga es hablar de listas de espera. Los profesionales achacan a la administración una visión parcial, consistente en garantizar a los usuarios una primera visita para hacer bajar las cifras de las listas de espera, si bien después no se brinda una continuidad terapéutica adecuada. Según los datos oficiales, de promedio se programan entre siete y ocho visitas al año. Es decir, transcurren casi dos meses entre una y otra. "No podemos ofrecer una frecuencia adecuada", constata Roger Ballescà, coordinador de dos centros en Martorell y Molins de Rei. "En salud mental se prioriza la primera visita, pero a costa de no ofrecer un tratamiento de calidad, es como si, en medicina somática, te pusieran media prótesis de rodilla y la siguiente parte en tres meses. No tiene sentido", añade.

"Hay una cierta desconexión entre los lugares donde se toman las decisiones y donde se ejecutan"

Roger Ballescà

— Coordinador de dos centros en Martorell y Molins de Rei.

"Es una fuente de malestar para usuarios y profesionales", añade Checa. "Lo que sobrecarga es tener delante una persona que te pide ayuda, saber que podrías ayudarla más si dispusieras de más tiempo", admite Ballescà. Añade que los profesionales están sometidos a una doble presión, la de los usuarios y la de la administración que pide resultados. "Pese a ver que se despliegan programas, tenemos la sensación de que peligra que la respuesta a la demanda tenga la calidad que se merece", añade Delia Escarmís coordinadora de un CSMIJ en Sants Montjuïc.

Mayor complejidad

Ana Vigil Pérez, psiquiatra en un centro del Eixample de Barcelona, pone sobre la mesa que cada vez los casos son más complejos y que los trabajadores del CSMIJ no solo atienden al menor –porque no solo hay determinantes biológicos en salud mental– sino que han de tejer relaciones con las familias, la escuela y los servicios sociales con el fin de atajar los condicionantes psicosociales de cada caso, que son frecuentes. Faltan profesionales especializados en todas las categorías, alerta. Además, la sobrecarga lleva a algunos psiquiatras o psicólogos a irse a otros dispositivos donde la presión no es tan grande. O a la sanidad privada.

Barcelona 27/10/2025 Sociedad Los responsables de Centros de Salud mental infanto-juvenil,que lanzan un manifiesto denunciando las insuficiencias graves del sistema. AUTOR JORDI OTIX

En pantalla, Roger Ballescà, junto a Delia Escarmís Gámez, Josep Checa y Ana Vigil Pérez. / Jordi Otix / EPC

Faltan profesionales

La ratio de profesionales "está obsoleta y se debería revisar", apunta Checa, quien recuerda que Catalunya se sitúa muy por debajo de la media de la UE, un dato de 2011: "Seguramente estamos más atrás de lo que pensamos", apunta Ballescà.

"El riesgo es que medicalicemos problemas que no son solo de salud mental, sino que también están relacionados con factores sociales"

Delia Escarmís Gámez

— Coordinadora de un CSMIJ en Sants Montjuïc, en Barcelona

Faltan profesionales y, aunque se creen plazas nuevas, no hay mujeres ni hombres titulados con la especialidad correspondiente (MIR y PIR de médicos y psicólogos). El futuro es poco alentador por la jubilación de profesionales de la generación del 'baby boom'. Además, existe un gran desequilibrio territorial: "La gente de Lleida, Tarragona, Girona, de la Catalunya Central sufre problemas peores", advierte Checa.

Desconexión

"Hay una cierta desconexión entre los lugares donde se toman las decisiones y los lugares donde se ejecutan, que es donde estamos nosotros, la idea es dejar de darnos golpes en el hombro y empezar a plantear que desde arriba se tenga en cuenta nuestra opinión", describe Ballescà para explicar la motivación del manifiesto.

El texto también aborda la falta de coordinación con otros entes de la salud pública, como la Atención Primaria. La idea de acercar la salud mental a la salud en general la consideran positiva, ya que colaborar con pediatría y con los médicos de cabecera contribuye a que los casos no graves no entren en un servicio especializado. "El problema es que no sea a expensas de que los casos moderados y graves solo puedan tener una visita cada varios meses", añade Vigil Pérez.

"Nos proponemos iniciar un diálogo y que se pueda escuchar la voz de los profesionales"

Ana Vigil Pérez

— Coordinadora de un CSMIJ en el Eixample de Barcelona

Escarmís afirma que, si "desplazas a personal del CSMIJ a la Primaria, se pierde capacidad de asumir casos graves". "Y además, la Primaria puede convertirse en una especie de puerta de entrada, lo que genera tensión y malestar". La falta de coordinación hace, según Ballescà, que "las patologías leves acaben llegando a los CSMIJ porque se han convertido en graves" al no ser tratadas a tiempo. Además, tampoco la figura del referente de bienestar emocional (REBEC) en los ambulatorios ha logrado mejorar la situación, "porque se ha enfocado hacia el trabajo en salud mental de adultos", añade Ballescà.

Riesgo de medicalización

"El riesgo es que medicalicemos, que patologicemos malestares de la vida, que no son exclusivamente de salud mental sino que están relacionados con factores ambientales", apunta Escarmís Gámez, en relación con casos que forman parte del malestar emocional de la vida cotidiana pero que también llegan a los CSMIJ, pensados para casos más graves. "El problema no es el fármaco sino solo dar el fármaco", alerta Checa. Ahí es donde los profesionales echan de menos no solo educación emocional sino cuestiones básicas como atender a las condiciones socioeconómicas de muchas familias. "Y que las pantallas no sean los nuevos canguros", resume Escarmís Gámez.

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