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Psicología

Lo que Agustina Pérez Rioja enseña sobre la desmotivación personal (y por qué conecta con tantos de nosotros)

Podemos trabajar la motivación de forma activa

Trabajar la desmotivación

Trabajar la desmotivación / 123RF

Ángel Rull

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Sentirse sin ganas, sin impulso o sin energía para actuar es una experiencia humana ampliamente compartida. Lejos de ser una simple cuestión de actitud, la desmotivación responde a causas complejas que abarcan aspectos personales, emocionales y contextuales. Desde la psicología del bienestar y el comportamiento, voces como la de Agustina Pérez Rioja insisten en que comprender estos factores es clave para no quedar atrapados en un estado de estancamiento.

Uno de los principales errores al abordar la desgana es considerarla un fallo de voluntad. La realidad es que, según explica esta psicóloga especializada en inteligencia emocional, las ganas no siempre surgen de forma espontánea. En muchos casos, el impulso aparece después de haber empezado a actuar, no antes. Por eso, centrarse en pequeños pasos puede resultar mucho más efectivo que esperar a que llegue un momento de inspiración ideal.

Este enfoque no minimiza el malestar, sino que lo sitúa en su justa medida: como una señal que merece ser atendida y trabajada, no como un obstáculo insuperable. Desde esta perspectiva, la acción se convierte en una herramienta terapéutica en sí misma, capaz de generar movimiento incluso cuando la motivación está ausente, como se muestra en su libro, "Tus (des)ganas". Esta mirada también permite salir del juicio y abrir un espacio de comprensión hacia uno mismo, algo fundamental para que cualquier proceso de cambio sea sostenible.

Detrás de la falta de ganas: miedo, autoexigencia y desconexión

En el análisis sobre la desmotivación, podemos identificar una serie de factores psicológicos que contribuyen a que las personas pierdan el deseo de actuar. Entre ellos, el miedo al fracaso y la autoexigencia excesiva ocupan un lugar central. Muchas personas se encuentran atrapadas en un bucle de expectativas elevadas y temor a no estar a la altura, lo que paraliza cualquier intento de avanzar.

Esta situación puede generar una forma de autosabotaje que impide incluso comenzar. El perfeccionismo, lejos de impulsar a la acción, lleva con frecuencia a postergar tareas por miedo a que el resultado no sea suficientemente bueno. Frente a esto, una de las claves está en reformular el pensamiento: aceptar que el error forma parte del proceso y que el aprendizaje surge precisamente de la experiencia, no de la teoría.

Otro componente fundamental es la desconexión emocional. Cuando una persona actúa siguiendo expectativas ajenas o caminos impuestos, es probable que pierda la relación con sus propios deseos. Esta falta de sentido se traduce en desánimo. Trabajar el autoconocimiento y revisar qué es importante para cada uno puede ayudar a recuperar esa conexión y, con ella, el impulso para avanzar.

También es necesario tener en cuenta los mensajes sociales que refuerzan ciertos mandatos de productividad, éxito o rapidez. Vivimos en una cultura que penaliza la pausa y sobrevalora el logro inmediato. Esto puede generar una sensación constante de insuficiencia y un agotamiento emocional que termina por desconectarnos de nuestros objetivos reales. Reconocer ese contexto es el primer paso para desactivar su influencia.

La importancia de actuar incluso cuando no hay motivación

Una de las ideas que Pérez Rioja repite en su abordaje de la desmotivación es que esperar a tener ganas puede convertirse en una trampa. La acción, aunque sea mínima, puede ser el detonante que active el sistema de recompensa del cerebro y con ello, la sensación de impulso.

Desde esta perspectiva, lo que importa no es realizar grandes cambios, sino introducir gestos pequeños y sostenibles. Una acción mínima, como las que aparecen en "Tus (des)ganas", puede funcionar como el primer paso para salir del bloqueo. El objetivo no es forzarse a rendir, sino moverse desde donde se está, con lo que se tiene.

Este enfoque tiene respaldo en la psicología conductual, la psicología positiva y en la neurociencia. Conceptos como la disonancia cognitiva, el efecto Pigmalión o la liberación de dopamina en el logro de tareas están presentes en su explicación del proceso motivacional. Comprender estos mecanismos puede ayudar a desmitificar la idea de que la motivación es una emoción pasiva y aleatoria. Por el contrario, se trata de un estado que puede construirse de forma activa y deliberada.

En la práctica, esto implica dar valor a lo pequeño, celebrar los avances parciales y dejar de posponer el movimiento hasta que se den todas las condiciones. Muchas veces, la propia acción es la que crea el entorno necesario para que surjan nuevas ganas. La experiencia de avanzar, por leve que sea, reconfigura la percepción de uno mismo y del mundo.

Condiciones externas que influyen en la desgana

No todas las causas de la desmotivación son internas. Hay que tener en cuenta el impacto que tiene el entorno en la energía psíquica de las personas. La falta de reconocimiento, el ambiente hostil o la discriminación sistemática pueden ser factores determinantes a la hora de comprender por qué alguien se siente sin fuerzas para avanzar.

El concepto de "queer battle fatigue" sirve como ejemplo de cómo ciertos colectivos viven una fatiga emocional continua por tener que adaptarse o defenderse en contextos excluyentes. Este desgaste no solo afecta el ánimo, sino también la percepción de posibilidad. Cuando el entorno no habilita, la desmotivación no es un fallo individual, sino una consecuencia comprensible.

En estos casos, buscar entornos más seguros, crear redes de apoyo o identificar referentes con los que sentirse identificado puede ser un primer paso para recuperar energía. Reconocer que el contexto importa es una forma de validar el malestar y dejar de interpretarlo como debilidad personal.

También es importante visibilizar que no todo el mundo parte del mismo punto. La motivación se ve afectada por variables como el género, la clase social, el nivel de apoyo recibido y las oportunidades disponibles. Un enfoque sensible a estas desigualdades permite evitar explicaciones simplistas y construir estrategias más ajustadas a la realidad de cada persona.

Trabajar la desmotivación como un proceso activo

La desmotivación no es una condena, pero tampoco se resuelve esperando que desaparezca sola. Desde el enfoque de Agustina Pérez Rioja, lo importante es asumir que las ganas también se construyen, y que pueden comenzar a surgir a partir de movimientos pequeños pero significativos.

Actuar incluso cuando no hay deseo, reconectar con los propios valores, cuestionar el perfeccionismo o buscar entornos donde uno pueda desplegarse con mayor libertad son algunas de las formas de abordar ese malestar cotidiano que muchas veces se presenta como fatiga, apatía o estancamiento.

La psicología actual ofrece herramientas validadas para comprender estos procesos y acompañar su transformación. La clave, como señala esta autora, está en dejar de esperar las condiciones ideales y comenzar con lo posible. Porque trabajar la desmotivación no es un acto de voluntad heroica, sino una práctica sostenida que empieza por reconocerse, comprenderse y dar el primer paso.

En definitiva, poner atención a la desgana no es un acto egoísta ni frívolo. Es una manera de cuidar la salud mental, de tomar en serio las señales internas y de recuperar agencia sobre la propia vida. En un mundo que muchas veces exige sin ofrecer contención, aprender a escucharse y a avanzar desde lo mínimo puede ser, más que una estrategia, una forma de resistencia cotidiana.

* Ángel Rull, psicólogo.