Psicología
Lo que te diré sobre la homofobia interiorizada no lo has escuchado nunca y puede cambiarte la vida
Lo que siento respecto a mi identidad puede ser moldeado por la sociedad

Homofobia interiorizada / 123RF

Hablar de homofobia interiorizada es abordar una experiencia compleja y dolorosa que atraviesa la identidad, la historia personal y el entorno social de muchas personas LGTBIQ+. Lejos de ser un concepto abstracto o una etiqueta diagnóstica, la homofobia interiorizada se manifiesta como un conjunto de sentimientos, actitudes y creencias negativas que una persona puede desarrollar hacia su propia orientación sexual, como consecuencia de haber crecido en un entorno donde la diversidad sexual ha sido desvalorizada, ridiculizada o directamente rechazada.
Esta forma de autonegación no nace de la nada. Es el resultado de años de mensajes sociales, familiares, religiosos o educativos que presentan la heterosexualidad como el único camino "correcto" para amar o desear. Cuando una persona gay, lesbiana o bisexual se ve expuesta a estos discursos desde la infancia, puede llegar a internalizarlos hasta el punto de rechazarse a sí misma. En muchos casos, este rechazo no es consciente ni evidente. Puede presentarse como ansiedad, autocrítica constante, evitación del vínculo afectivo o una incomodidad difusa con la propia identidad.
Lo que pocas veces se cuenta es que la homofobia interiorizada no solo se manifiesta en el sufrimiento privado, sino que también puede expresarse hacia otras personas del colectivo. En un intento por distanciarse de aquello que se teme o se rechaza en uno mismo, algunas personas reproducen los mismos estereotipos y actitudes discriminatorias que les han dañado. Este mecanismo, aunque paradójico, cumple una función psicológica: proteger la autoestima evitando el contacto con una parte de la identidad que genera dolor o vergüenza.
Cómo se construye desde la infancia: mensajes que calan hondo
La homofobia interiorizada tiene una raíz estructural y cultural. No surge de una sola experiencia, sino de un entramado continuo de pequeños y grandes mensajes que moldean la percepción que una persona tiene sobre su orientación sexual. Desde muy temprana edad, niños y niñas aprenden qué formas de amor son aceptables y cuáles no lo son. Estas enseñanzas no siempre se transmiten con palabras, muchas veces están en los silencios, en las bromas, en los gestos de desprecio, en la invisibilidad de referentes positivos o en la reacción de incomodidad ante una muestra de afecto entre personas del mismo sexo.
La escuela, los medios de comunicación, los cuentos infantiles y hasta los comentarios casuales de adultos bienintencionados contribuyen a la idea de que la heterosexualidad es lo "normal". En este contexto, cualquier niño o niña que sienta algo diferente puede experimentar miedo, confusión o vergüenza. Y cuando esas emociones no encuentran un espacio donde ser expresadas y validadas, se transforman en autorrepresión.
Un aspecto menos visibilizado de este proceso es la forma en que afecta al desarrollo de la autoestima. Sentir que hay algo "mal" en uno mismo desde edades tempranas tiene un impacto directo en la forma en que una persona se valora, se cuida y se relaciona con los demás. Esta sensación de inadecuación puede acompañar durante años, incluso en etapas de la vida adulta donde la orientación sexual ya ha sido reconocida y aceptada de forma consciente.
Es importante entender que no basta con "salir del armario" para dejar atrás estos efectos. La homofobia interiorizada puede seguir operando de manera silenciosa, alimentando sentimientos de inferioridad, dificultando las relaciones afectivas y generando un malestar persistente que muchas veces no se sabe de dónde proviene.
Cuando el rechazo se vuelve autoexigencia: formas encubiertas de homofobia interna
No toda homofobia interiorizada se expresa de forma evidente. Hay formas encubiertas, sutiles, que pasan desapercibidas incluso para quien las vive. Una de las más comunes es la autoexigencia extrema: sentir que se debe ser "el mejor", destacar, rendir al máximo para compensar algo que, en el fondo, se percibe como una carencia o un defecto. Este mecanismo, aunque aparentemente funcional, está sostenido por una base de inseguridad y de necesidad de validación externa.
Otra forma encubierta aparece en los vínculos afectivos y sexuales. Algunas personas pueden evitar el compromiso, sabotear relaciones o elegir vínculos que no les hacen bien, porque inconscientemente creen que no merecen ser queridas. También es común ver una tendencia a ocultar ciertos rasgos, formas de expresión o modos de ser que puedan ser percibidos como "demasiado gay" o "muy visibles". Esta vigilancia constante sobre el propio comportamiento tiene un costo emocional elevado y perpetúa el miedo al rechazo.
Incluso en espacios LGTBIQ+, donde podría suponerse una mayor aceptación, la homofobia interiorizada puede aparecer en forma de discriminación interna: rechazo a la pluma, desprecio por ciertas expresiones de género, jerarquías dentro del colectivo o una valoración acrítica de la "normatividad" como modelo deseable. Todo ello refleja cómo el sistema de creencias dominante puede filtrarse y replicarse incluso en quienes han sido sus principales víctimas.
Reconocer estas formas encubiertas no es fácil. Requiere un ejercicio de honestidad personal y de revisión de creencias profundamente arraigadas. Pero es un paso necesario para desactivar esos mecanismos que generan sufrimiento y limitar la posibilidad de construir una vida más libre y plena.
Romper el silencio: hablar de homofobia interiorizada también es un acto de resistencia
Durante mucho tiempo, hablar de homofobia interiorizada ha sido un tabú dentro del propio colectivo LGTBIQ+. Reconocer que una persona gay, lesbiana o bisexual puede tener actitudes negativas hacia su orientación ha sido visto como una "debilidad" o un signo de que no se ha avanzado lo suficiente en el proceso de aceptación personal. Pero esta lectura es injusta y simplificadora. La homofobia interiorizada no es una "culpa personal", sino una consecuencia psicosocial de vivir en un entorno que ha negado o denigrado la diversidad.
Hablar de este tema con honestidad y sin estigmas es un acto de resistencia. Porque implica romper el silencio, poner a prueba la vergüenza y abrir espacios de comprensión compartida. Cuando se nombra lo que duele, cuando se pone en palabras el malestar, deja de tener poder sobre quien lo vive. Y también se ofrece a otras personas la posibilidad de reconocerse, de entenderse y de encontrar sentido a emociones que parecían inconexas.
A nivel colectivo, visibilizar la homofobia interiorizada permite cuestionar las estructuras que la generan. No basta con exigir derechos o representar la diversidad en los medios si no se revisan los mensajes, valores y creencias que siguen transmitiendo la idea de que ser heterosexual es "mejor" o más "normal". La verdadera igualdad no es solo legal o institucional, también es emocional y simbólica.
Por eso es fundamental incorporar esta conversación en los espacios educativos, en los entornos familiares y en los medios de comunicación. No desde el señalamiento ni la culpa, sino desde la comprensión de que todos, de alguna forma, hemos sido socializados en un sistema que ha penalizado la diversidad afectiva y sexual. Cuestionar ese sistema también es una forma de cuidarse y de cuidar a quienes vienen después.
Resignificar la mirada hacia una aceptación real
La homofobia interiorizada no es un fallo individual ni un problema privado. Es una expresión de cómo las estructuras sociales atraviesan la subjetividad, moldeando la forma en que una persona se percibe, se relaciona y construye su identidad. Por eso, el camino hacia una aceptación real no se limita a una declaración pública de orientación sexual, sino que implica una revisión profunda de las creencias, emociones y actitudes que se han interiorizado a lo largo del tiempo.
Resignificar esa mirada hacia una misma persona es un proceso que puede ser doloroso, pero también profundamente liberador. Implica dejar de luchar contra una parte esencial del ser, para comenzar a integrarla, a comprenderla y a valorarla. Es, en muchos casos, un proceso de reconstrucción identitaria que permite pasar del rechazo a la dignidad.
Reconocer la homofobia interiorizada no significa aceptar que uno está roto o dañado. Significa, más bien, identificar dónde ha habido daño para poder sanarlo. Y en ese acto, profundamente humano, se encuentra una de las formas más poderosas de resistencia: la de no ceder al relato que nos enseñaron sobre quiénes debíamos ser, y comenzar a escribir el propio desde un lugar de respeto, comprensión y libertad.
* Ángel Rull, psicólogo.
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