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Psicología

Soy psicólogo y esto es lo que observo en personas que siempre buscan aprobación externa

La necesidad de validación puede alcanzar puntos patológicos

Necesidad de aprobación externa

Necesidad de aprobación externa

Ángel Rull

Ángel Rull

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Buscar aprobación no es una rareza ni una debilidad. En realidad, todas las personas necesitan sentirse vistas, valoradas y aceptadas por quienes les rodean. Se trata de una necesidad emocional legítima y profundamente humana. Lo que marca la diferencia es el grado en que esta necesidad condiciona nuestras decisiones, emociones y vínculos. Y en consulta, observo que muchas personas viven atrapadas en un patrón de búsqueda constante de validación externa, a menudo sin darse cuenta de ello.

Esta búsqueda puede manifestarse de formas sutiles o explícitas. Desde quien pregunta varias veces si ha hecho bien algo, hasta quien evita decir lo que piensa para no incomodar, pasando por quien adapta su personalidad a lo que cree que se espera de ella. A veces se expresa en forma de perfeccionismo, otras en una necesidad de agradar, y muchas veces en una dificultad profunda para tomar decisiones sin consultar o para sentirse bien sin un elogio que lo confirme.

Lo más paradójico es que, aunque buscan la aprobación de fuera, estas personas suelen ser muy duras consigo mismas por hacerlo. Se sienten dependientes, débiles o inseguras, lo cual alimenta una espiral de autocrítica que perpetúa el problema. Lo que observo como psicólogo es que este patrón no tiene que ver con una falta de personalidad, como a veces se cree, sino con heridas emocionales, estilos de apego y aprendizajes tempranos que modelan la forma en que una persona se vincula con el mundo y consigo misma.

Comprender las raíces y consecuencias de esta necesidad de aprobación externa permite abordarla desde un lugar de compasión, no de juicio. Porque detrás de cada intento de agradar hay un deseo profundo de ser querida, respetada y reconocida como legítima.

Cómo se manifiesta la búsqueda constante de aprobación

La necesidad de validación externa puede tomar muchas formas en el día a día. Algunas personas la expresan de manera muy visible; otras, de forma silenciosa y camuflada. Lo importante no es tanto el modo en que se muestra, sino el impacto emocional que tiene en quien la experimenta.

Estas son las formas en las que se puede manifestar:

1. Cambiar de opinión para no generar conflicto

Una manifestación frecuente es la tendencia a modificar el propio punto de vista para evitar el desacuerdo o el rechazo. Esto no responde a una flexibilidad saludable, sino a un miedo profundo a no ser aceptada. La persona puede estar en una conversación y, ante una opinión distinta, cambiar la suya para "encajar". Al principio parece inofensivo, pero con el tiempo genera una desconexión de las propias ideas y deseos.

Esa renuncia constante a la autenticidad alimenta la inseguridad. Cuanto más se ajusta la persona a lo que cree que los demás quieren, más se aleja de su identidad, y más depende de la mirada ajena para validarse.

2. Revisarlo todo varias veces antes de enviarlo

Otro indicador es la necesidad de revisar compulsivamente cualquier mensaje, email, informe o comentario, por miedo a haber dicho algo incorrecto o a ser malinterpretada. Esta conducta no solo consume tiempo, sino que genera un desgaste emocional considerable. No es solo perfeccionismo técnico; es un temor a ser juzgada, a decepcionar, a quedar en evidencia.

Este tipo de comportamiento suele acompañarse de un diálogo interno muy crítico: "me van a decir que no sirvo", "seguro piensan que soy torpe", "debería haberlo hecho mejor". La aprobación ajena se convierte en la única vía para calmar esa voz interior.

3. Buscar elogios o confirmaciones constantemente

La necesidad de escuchar que lo han hecho bien, que están a la altura, que no han molestado, es otro rasgo típico. A veces se expresa en forma de preguntas indirectas ("¿te pareció bien lo que hice?", "¿no fue demasiado?"), y otras en un deseo explícito de recibir halagos. Esto no responde a vanidad, como podría parecer, sino a una necesidad emocional de sentirse reconocida.

Lo que observamos en estos casos es que el elogio externo actúa como un regulador emocional. La persona no puede darse a sí misma esa validación, por lo que depende del entorno para sentirse tranquila o valiosa. Pero como esa validación externa nunca es constante ni suficiente, se produce un bucle de insatisfacción y ansiedad.

4. Sentirse culpable por decir que no

La dificultad para poner límites es una de las consecuencias más visibles. Decir que no, aunque sea necesario o justo, despierta culpa, ansiedad o miedo a ser rechazada. Por eso muchas personas acaban sobrecargadas, haciendo cosas que no quieren, postergando sus necesidades, simplemente para evitar el posible malestar del otro.

Esta conducta está ligada a una autoimagen dependiente del agrado ajeno: si soy amable, disponible y servicial, me querrán. Pero esa lógica genera agotamiento, resentimiento y una sensación de estar siempre en deuda.

5. Tomar decisiones según la expectativa de otros

En muchos casos, la necesidad de aprobación lleva a tomar decisiones importantes no en función de los propios deseos, sino de lo que se cree que los demás esperan. Estudios, trabajos, relaciones o estilos de vida se eligen no tanto por convicción, sino por la expectativa de ser bien valorada.

Con el tiempo, esto produce una sensación de vacío existencial. La persona se da cuenta de que ha vivido cumpliendo un guion ajeno, y que su identidad está diluida entre lo que quiso para sí y lo que creyó que debía hacer para ser querida.

El camino hacia la validación interna

Buscar aprobación externa no es un fallo, es una señal. Muestra una necesidad legítima de ser reconocida, de sentirse suficiente, de no estar sola frente a lo que se siente. El problema aparece cuando esa necesidad se convierte en la única fuente de autoestima y bienestar.

Como psicólogo, lo que observo en las personas que atraviesan este patrón es que no necesitan dejar de buscar aprobación, sino aprender a complementarla con una validación interna más sólida. Reconocer lo que sienten, valorar lo que hacen, permitirse equivocarse y, sobre todo, aprender a escucharse sin filtro ajeno.

Este proceso no se resuelve de golpe. Implica deshacer creencias, revisar historias personales, fortalecer el vínculo con una misma. Pero es un camino posible. Y en ese camino, el elogio ajeno deja de ser imprescindible para sentirse valiosa. Se convierte en un complemento, no en una condición.

Cuando la aprobación deja de ser una necesidad urgente y se transforma en una preferencia sana, algo se libera por dentro. Se recupera la voz propia, la capacidad de elegir con autonomía, y el derecho a ser sin tener que gustar siempre. Y eso, más que agradar, es vivir con coherencia.

* Ángel Rull, psicólogo.