Denuncia social
Una vida digna también es salud mental
La sociedad y las administraciones deben entender que garantizar derechos sociales es una forma directa de prevenir el sufrimiento emocional
Montse: "Pido menos medicación y más atención humana"

Un momento de la celebración del Dia Mundial de la Salud Mental, el pasado 11 de octubre en Tàrrega. / SNC
A raíz del Día Mundial de la Salud Mental que celebramos el pasado día 11 de octubre en Tàrrega, desde la Associació Alba hemos querido recoger la voz de varias personas de la entidad que conviven con un problema de salud mental. Estos testimonios forman parte de un taller y exposición que estos días estamos compartiendo con institutos y ciudadanía para ayudar a entender qué hay detrás de palabras como “trastorno”, “etiqueta” o “enfermedad”. Porque, más allá de los diagnósticos, hay historias de vida que nos recuerdan algo esencial: cuando fallan los derechos sociales, la salud mental se tambalea.
Me pregunto si lo que más me ha afectado ha sido la enfermedad o la medicación
María, por ejemplo, nos explicaba que con sólo dieciséis años le diagnosticaron esquizofrenia. «Estuve años medicada con tratamientos muy fuertes que no me hacían bien. Pese a decirlo, nadie me escuchaba. Me volvieron a diagnosticar de TOC con treinta y cuatro años, y ahora me pregunto si lo que más me ha afectado ha sido la enfermedad o la medicación.» Sus palabras hablan de una vulnerabilidad que no sólo nace del sufrimiento, sino también de un sistema que a menudo no escucha.
Pasan meses entre una visita y otra y, a veces cuando te atienden ya ni recuerdas lo que querías decir
También Montse, que vive en Cervera, lo explicaba con resignación: «Pido menos medicación y más atención humana. Las visitas son cortas, pasan meses entre una y otra, ya veces cuando te atienden ya ni recuerdas lo que querías decir". En su relato existe un llamamiento a la empatía, a la necesidad de un tiempo y de una mirada más humana en la atención sanitaria.
Cuando le expliqué al médico que quería hacer una transición de género, me dijo que era una distorsión de mi trastorno
Anna, que de joven quiso iniciar una transición de género, nos decía: «Cuando le expliqué al médico, me dijo que era una distorsión de mi trastorno. Me negó el derecho más básico, el de ser quien soy.» Su historia nos recuerda que tener un diagnóstico no debería significar perder el derecho a decidir, a amar o construir una identidad propia.
También Jordi, que luchó durante años contra la adicción, lo resumió así: «Perdí el trabajo, la familia y la casa. Lo único que quería era quitarme la vida. Pero un día acepté ayuda y empecé a recuperarme.»
Su camino nos habla de otro derecho fundamental: el derecho a una segunda oportunidad. Sin un techo, sin trabajo o sin red, es muy difícil empezar de nuevo.
Lo único que quería era quitarme la vida. Pero un día acepté ayuda y empecé a recuperarme
Y Carla, que convive con un trastorno obsesivo compulsivo desde pequeña, nos recordaba: «Lo que más me ha ayudado ha sido tener personas que me quieren y escuchan. A veces, esto cura más que cualquier medicación.»
Tener personas que me quieren y escuchan cura más que cualquier medicación
Todas estas historias tienen algo en común: la necesidad de vivir con dignidad. Una vida digna es tener una casa segura, un entorno que escucha, oportunidades para trabajar y sentirse útil y una comunidad que no juzga Cuando esto falla, la salud mental también se ve afectada. Porque la salud mental no se construye sólo en los despachos médicos, sino en el día a día, en las relaciones, en el trabajo y en el barrio.
Desde Alba, a lo largo de los años, hemos visto que las entidades sociales somos a menudo el puente entre las personas y los derechos que no se están garantizando lo suficiente. Acompañamos, apoyamos, creamos espacios en los que sentirse parte, donde volver a confiar. Pero también sabemos que esa responsabilidad no puede recaer sólo en las entidades. Necesitamos que la sociedad y las administraciones entiendan que garantizar derechos sociales es una forma directa de prevenir el sufrimiento emocional.
Aunque yo llevo 30 años vinculada a Alba, todavía me sorprenden testimonios como estos, tan sinceros y tan valientes
Este 11 de octubre, Tàrrega ha sido la capital catalana de la Salud Mental. Hemos celebrado el Día Mundial bajo un lema que es más que un eslogan: “Derechos sociales por una salud mental digna y accesible”. Porque la salud mental florece cuando las personas tienen un sitio en el mundo, cuando sienten que importan, y cuando su voz cuenta.
Y aunque yo llevo 30 años vinculada a Alba, todavía me sorprenden testimonios como estos, tan sinceros y tan valientes, que nos recuerdan que no hay salud mental sin derechos sociales garantizados.
Maite Trepat, directora de la Asociación Alba
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