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Psicología

Seis frases de la infancia que aún condicionan tu manera de amar

Los mensajes tempranos modelan nuestras relaciones adultas

Las frases que escuchamos en la infancia nos marcaron

Las frases que escuchamos en la infancia nos marcaron / 123RF

Ángel Rull

Ángel Rull

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Durante la infancia, las frases que escuchamos de nuestras figuras de referencia pueden quedar grabadas en lo más profundo de nuestra memoria emocional. Aunque dichas expresiones a menudo se pronuncian sin intención de daño, el cerebro infantil las recibe como verdades absolutas, especialmente si se repiten en momentos de alta carga afectiva. Estas frases, que forman parte de nuestro entorno cotidiano, acaban moldeando la visión que tenemos de nosotros mismos, de los demás y de las relaciones.

La psicología del desarrollo y la teoría del apego han demostrado que la manera en que fuimos tratados durante nuestros primeros años de vida influye significativamente en la forma en que amamos y nos vinculamos en la adultez. No se trata de un determinismo absoluto, pero sí de un legado emocional que, si no se revisa, puede condicionar nuestras elecciones afectivas.

Seis frases de la infancia que aún condicionan tu manera de amar

Las frases tempranas actúan como guiones internos. Se transforman en creencias implícitas sobre el amor, el valor personal, la confianza o el miedo al rechazo. A menudo operan de forma inconsciente, guiando nuestras reacciones, expectativas y límites en las relaciones de pareja. Identificarlas es el primer paso para tomar distancia de ellas y recuperar la libertad emocional.

Estas son las seis frases de la infancia que aún condicionan tu manera de amar:

1. "Si te portas mal, ya no te voy a querer"

Esta frase instala la idea de que el amor es condicional: algo que se gana o se pierde según el comportamiento. En la adultez, puede derivar en miedo al conflicto, dificultad para poner límites o tendencia a complacer al otro para no ser abandonado.

2. "Eres demasiado sensible"

Aunque pueda parecer una observación neutra, esta frase deslegitima las emociones. Al crecer, puede generar vergüenza por sentir, inhibición emocional o incapacidad para expresar necesidades afectivas. Amar desde esta herida puede significar desconectarse de lo que se siente por miedo a ser juzgado.

3. "No seas egoísta"

En su versión más restrictiva, este mensaje enseña que priorizarse está mal. Puede generar adultos que se entregan en exceso, que descuidan sus propios deseos o que sienten culpa al poner límites. El amor, entonces, se vive como sacrificio constante.

4. "Tienes que ser fuerte y no llorar"

Asociar la fortaleza con la negación de la emoción lleva a reprimir el dolor, la tristeza o el miedo. Estas personas pueden tener dificultades para mostrarse vulnerables en pareja, creando barreras emocionales que dificultan la intimidad.

5. "Los niños buenos no molestan"

Este mensaje refuerza la idea de que expresar necesidades es una molestia. En la adultez, puede derivar en relaciones desequilibradas, donde uno se minimiza para evitar conflictos. Se instala el miedo a ser una carga para el otro.

6. "Tú puedes solo"

Aunque fomenta la autonomía, dicha desde la exigencia puede implicar que pedir ayuda es un signo de debilidad. En el amor, se traduce en dificultad para apoyarse en la pareja o en asumir toda la carga emocional sin compartirla.

Cómo influyen en tus relaciones de pareja

Estas frases no actúan de forma aislada, sino que se entrelazan con experiencias posteriores y con el estilo de apego que desarrollamos. Algunas personas replican modelos relacionales conocidos, aunque sean disfuncionales, porque les resultan familiares. Así, quien aprendió que el amor es condicional puede sentirse atraído por parejas que refuerzan esa idea, repitiendo patrones de inseguridad o dependencia emocional.

En otros casos, las heridas tempranas se manifiestan en forma de evitación afectiva. Personas que crecieron escuchando que no debían molestar o llorar pueden desarrollar un estilo más cerrado, con dificultades para conectar con sus propias emociones o para permitir la cercanía emocional del otro. El miedo al rechazo o al juicio opera en silencio, guiando decisiones y reacciones.

También es común que estas creencias impacten en la comunicación de pareja. Frases como "tú puedes solo" pueden dificultar la petición de ayuda o el reconocimiento de necesidades. El resultado es una relación desequilibrada, donde se sobrecarga uno de los dos o se perpetúa una distancia emocional que impide la construcción de una intimidad genuina.

Reconocer no es culpar

Es importante aclarar que identificar el origen de estas frases no implica culpar a madres, padres o cuidadores. La mayoría de estas expresiones se transmiten desde la buena intención, repitiendo patrones aprendidos sin una voluntad de daño. Sin embargo, sus efectos pueden ser duraderos si no se revisan de forma consciente.

Mirar hacia la infancia con una perspectiva psicológica implica comprender el contexto, las limitaciones y las emociones propias de aquella época. Muchos adultos de hoy fueron niños que necesitaron validación, comprensión y espacio para ser quienes eran, pero recibieron mensajes restrictivos o contradictorios que confundieron su vivencia del amor.

Revisar estas frases es un acto de autocuidado, no de reproche. Permite identificar qué ideas sobre el amor seguimos arrastrando, cuáles nos limitan y cuáles podemos empezar a soltar. Esta mirada compasiva hacia el pasado abre la puerta a relaciones más sanas, donde el afecto se base en la libertad, el respeto mutuo y la autenticidad emocional.

Amar sin guiones heredados

Las frases de la infancia que condicionan nuestra forma de amar no tienen por qué definirnos para siempre. Una vez que las hacemos conscientes, podemos empezar a cuestionarlas, a elegir nuevas formas de vincularnos y a construir un concepto del amor más libre y genuino. La psicología no busca eliminar el pasado, sino integrarlo de manera que no limite el presente.

Amar sin guiones heredados implica reconocer cuáles fueron esas frases que marcaron nuestra historia, comprender su impacto y darles un nuevo significado. Es un proceso de reeducación emocional, donde aprendemos a hablarnos con respeto, a sentir sin culpa y a amar sin miedo.

En definitiva, la libertad emocional no se alcanza negando lo vivido, sino honrándolo desde una perspectiva más consciente y madura. Porque solo cuando entendemos de dónde vienen nuestras ideas sobre el amor, podemos empezar a amar desde un lugar más propio y más verdadero.

* Ángel Rull, psicólogo.