Psicología
La guerra silenciosa dentro de tu mente: lo que Iain McGilchrist revela sobre cómo pensamos
Hay dos estilos de percepción que compiten por interpretar la realidad

La guerra silenciosa dentro de nuestra cabeza / 123RF

Durante décadas, se ha difundido la idea de que el cerebro está dividido funcionalmente: el hemisferio izquierdo se encargaría de la lógica y el derecho de la creatividad. Esta visión, aunque popular, es simplista. El psiquiatra y neurocientífico Iain McGilchrist plantea una perspectiva radicalmente distinta que cambia nuestra comprensión de la mente, la conciencia y la cultura. En su libro El maestro y su emisario, McGilchrist propone que la verdadera división entre hemisferios no está en "qué" hacen, sino en "cómo" se relacionan con la realidad. Esta diferencia da lugar a dos modos de atención incompatibles entre sí, pero complementarios.
El hemisferio derecho observa el mundo con una atención amplia, contextual y relacional. Capta la totalidad, el cambio, lo implícito y lo vivo. El izquierdo, en cambio, lo hace con una atención focalizada, analítica y fragmentaria: aísla, clasifica y reduce la realidad a modelos que puedan ser manipulados. Ambos modos son necesarios, pero McGilchrist advierte de un desequilibrio creciente: el hemisferio izquierdo, que debería ser una herramienta, está ocupando el lugar de guía. Esta inversión de roles tiene consecuencias emocionales, cognitivas y culturales que repercuten directamente en nuestro bienestar.
El Maestro y el Emisario: una metáfora para la conciencia
Para ilustrar esta tensión interna, McGilchrist utiliza una metáfora: el Maestro (hemisferio derecho) posee una visión sabia y contextual del mundo, mientras que el Emisario (hemisferio izquierdo), eficiente pero limitado, es enviado a cumplir tareas específicas. Con el tiempo, el Emisario olvida su papel subordinado y asume que él debe gobernar. Esta usurpación, plantea McGilchrist, tiene consecuencias profundas en nuestra forma de pensar, relacionarnos y vivir.
Cuando la perspectiva fragmentada del Emisario se impone, todo se convierte en objeto: las personas se vuelven datos, los paisajes meras cifras, y las relaciones se evalúan por su utilidad. La capacidad de asombro, de empatía, de conexión con lo complejo y lo sutil se debilita. Se prioriza el cómputo sobre el sentido. Esta visión estrecha no solo impacta a nivel individual, sino también cultural: burocracia, tecnocracia y alienación emocional son algunos de sus efectos.
Esta metáfora no pretende demonizar al hemisferio izquierdo, sino advertir sobre el riesgo de permitir que una visión reducida de la realidad gobierne nuestras vidas. Cuando el Maestro es silenciado, se pierde la capacidad de percibir matices, de sostener la ambigüedad y de conectar con aquello que no se puede nombrar fácilmente. Y es precisamente en esos espacios donde se encuentra gran parte del sentido vital.
La psicología de una cultura desequilibrada
McGilchrist va más allá de la descripción cerebral y ofrece una lectura psicológica de la historia cultural. Según su tesis, la civilización occidental ha vivido una batalla de más de dos mil años entre estos dos modos de conciencia. En las últimas décadas, el predominio del hemisferio izquierdo se ha intensificado: el lenguaje literal, la productividad, la cuantificación y la tecnología eclipsan lo implícito, la belleza, la intuición y el vínculo humano.
Este desequilibrio se refleja en la vida cotidiana: hiperconectados pero desconectados, rápidos pero sin pausa, informados pero sin sentido. El mundo digital potencia al Emisario: privilegia la fragmentación, la representación y la inmediatez. Y al hacerlo, reduce la experiencia humana a símbolos sin raíces, debilitando la presencia, la atención profunda y la percepción de totalidad que solo el Maestro puede sostener.
La cultura de la eficiencia, del rendimiento constante, de la medición cuantitativa del éxito, se alimenta de la visión del hemisferio izquierdo. Pero esta cultura no deja espacio para lo incierto, lo vulnerable ni lo que no puede controlarse. Como resultado, muchas personas experimentan una desconexión interna: sienten que algo esencial se ha perdido, que viven en un mapa que ya no se parece al territorio.
Recuperar la atención amplia: una necesidad urgente
La propuesta de McGilchrist no es eliminar el hemisferio izquierdo, sino devolverle su lugar. Necesitamos sus capacidades para organizar, analizar y actuar. Pero también necesitamos al hemisferio derecho para dotar de significado lo que hacemos. La salud mental, tanto individual como colectiva, requiere esta colaboración jerárquica: que el Maestro guíe y que el Emisario ejecute.
Cultivar la atención del hemisferio derecho implica volver a actividades que favorecen la conexión profunda: el arte, la música, la naturaleza, el silencio, la contemplación, la escucha empática. También implica cuestionar la hegemonía de la eficiencia y abrir espacio para la experiencia viva, lo ambivalente y lo que no se puede cuantificar. Es una forma de volver a habitar el mundo desde el ser, y no solo desde el hacer.
Este cambio requiere también un esfuerzo educativo y cultural. Desde la infancia, la educación tiende a premiar las habilidades analíticas y a relegar lo artístico, lo intuitivo y lo emocional. Reequilibrar esta tendencia implica formar personas más íntegras, con mayor capacidad de conexión consigo mismas y con el entorno. Significa educar no solo para el conocimiento, sino para la sabiduría.
Un nuevo equilibrio para una conciencia plena
El trabajo de Iain McGilchrist ofrece una cartografía fascinante de nuestra conciencia dividida. Su mensaje no es pesimista, sino profundamente transformador: si entendemos la dinámica entre nuestros modos de atención, podemos elegir conscientemente cuál alimentar y cuál permitir que nos guíe. En un tiempo marcado por la velocidad, la fragmentación y la saturación de información, recuperar la mirada amplia, contextual y relacional es un acto de salud psicológica y resistencia cultural.
No se trata de una batalla que debamos ganar, sino de una relación que debemos reequilibrar. Solo cuando el Maestro y el Emisario colaboran, podemos vivir una vida plena, integrada y con sentido. Esa es, en última instancia, la propuesta de McGilchrist: recuperar el gobierno sabio de nuestra propia mente.
En tiempos de hiperestimulación, polarización y agotamiento emocional, esta propuesta adquiere una urgencia especial. Apostar por una conciencia más amplia, empática y arraigada es también una forma de cuidar la salud mental colectiva y de imaginar un futuro más humano. No basta con saber, hay que saber cómo mirar. Y en esa mirada, quizás encontremos de nuevo lo esencial que habíamos olvidado.
* Ángel Rull, psicólogo.
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