Traumas colectivos
Thomas Hübl, psicoterapeuta: "Una sociedad que no afronta sus traumas los convierte en patrones invisibles"
Tres expertos advierten de que la reparación no es solo terapéutica sino comunitaria y política
Poner nombre a las heridas es el primer paso para sanarlas, detallan

Thomas Hübl / T.H.

El trauma no es solo una experiencia íntima: también puede arraigar en las estructuras de una sociedad, impregnar sus instituciones y condicionar la forma en que las personas viven, confían y se relacionan. Este es el mensaje que ha centrado buena parte de los debates del Congreso Internacional del Trauma de Barcelona 2025, celebrado del 3 al 5 de octubre en la capital catalana. El encuentro ha reunido a referentes mundiales como Gabor Maté, Peter Levine, Stephen Porges o Thomas Hübl para reflexionar sobre cómo abordar el trauma desde una mirada integral que aúne cuerpo, mente y comunidad.
Trascienden generaciones
“Las guerras, las migraciones o las desigualdades extremas dejan huellas que trascienden generaciones”, explica Thomas Hübl, psicoterapeuta, experto en trauma y escritor alemán. “Cuando una sociedad no afronta sus traumas, estos se convierten en patrones invisibles que afectan a la confianza y la cohesión social”.
Las guerras, las migraciones o las desigualdades extremas dejan huellas que trascienden generaciones
Para Hübl, sanar estas heridas requiere un trabajo compartido. “La reparación colectiva no es solo responsabilidad de los terapeutas, sino también de las instituciones y los gobiernos. Las comunidades necesitan espacios para recordar, hablar y legitimar el dolor vivido”.
Una huella durante décadas
Una mirada que conecta plenamente con la experiencia de Pilar Polo, especialista en intervención en crisis por casos de abuso sexual infantil en la Fundación Vicki Bernadet. “El abuso es una ruptura de vínculos basados en la confianza. Cuando ocurre en espacios como una escuela o una parroquia, el impacto es mucho más amplio. La pérdida de confianza no afecta solo a la víctima: atraviesa familias, barrios enteros y deja una herida que puede durar décadas”.
La pérdida de confianza no afecta solo a la víctima: atraviesa familias, barrios enteros y deja una herida que puede durar décadas
También Marta Mariñas, psicóloga experta en violencias machistas, considera que el trauma no puede entenderse al margen del contexto social. “Los eventos traumáticos son de alto impacto emocional, pero ese impacto no surge de la nada: está atravesado por desigualdades estructurales. Las violencias sexuales, por ejemplo, son también un mensaje de poder y dominación. Como decía Rita Segato: ‘no son solo actos contra una persona, sino advertencias simbólicas a toda una comunidad’”.
Los eventos traumáticos son de un alto impacto emocional, atravesado por desigualdades estructurales
Entre Polo y Mariñas se establece un diálogo que confirma la naturaleza sistémica del trauma. La primera habla de tres palabras clave —confianza, poder y culpa— que se repiten en todos los procesos de daño y reparación. La segunda añade una dimensión política: “El trauma colectivo también implica una responsabilidad colectiva. Si sabemos que las violencias generan trauma, tenemos el deber ciudadano de minimizar sus causas y acompañar sus consecuencias”.
Primer paso: poner nombre a la herida
Ambas especialistas coinciden en que la reparación pasa por la formación, la detección y la legitimación del sufrimiento. “Solo podemos detectar lo que conocemos”, dice Polo. “Y solo podemos reparar lo que se nombra”, añade Mariñas. Tanto para ellas como para Hübl, poner nombre a las heridas es el primer paso para sanarlas.
Las dos expertas reclaman también más recursos para los servicios públicos y más cuidado hacia los profesionales que sostienen estos procesos. “Hay que escuchar a quienes escuchan”, dice Polo. Mariñas lo corrobora: “Trabajar constantemente con el trauma genera trauma vicario. Necesitamos espacios de supervisión y descanso para poder seguir cuidando”.
Trabajar constantemente con el trauma genera trauma vicario
Cuando se les pregunta si es posible una sociedad no traumatizada, las respuestas divergen. “No existe”, afirma Polo. “Vivir es tener tropiezos, pero lo que define a una sociedad sana es que, ante el dolor, haya alguien que pueda ayudar”. Mariñas se muestra algo más optimista: “Tal vez no veamos una sociedad sin trauma, pero sí una más igualitaria y con mayor capacidad de reparar. El trauma genera trauma, pero también puede generar conciencia”.
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