El diario de Noah

Bailar para sanar

Antes de aprender a nombrar las emociones, ya las estaba sintiendo con el cuerpo

En un mundo donde se nos exige ser productivos, correctos y fuertes, la danza nos devuelve la vulnerabilidad como poder

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Los bailarines de Acosta Danza en un momento de 'Híbrido'

Los bailarines de Acosta Danza en un momento de 'Híbrido' / TOTI FERRER

Noah Zafra

Noah Zafra

Barcelona
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Llevo bailando toda mi vida. Para mí, la danza empezó como una actividad divertida, una forma de expresarme cuando todavía no sabía bien cómo ponerle palabras a lo que sentía. Antes de aprender a nombrar las emociones, ya las estaba sintiendo con el cuerpo. Con los años, la danza dejó de ser solo juego y se volvió un lenguaje. Bailar no era solo algo que me gustaba, sino algo que me ayudaba a estar bien. Una forma de hablar cuando las palabras no eran suficientes.

El cuerpo, vía de salida

A lo largo de los años, he pasado por muchos momentos difíciles. Y descubrí que cuando la mente se satura, el cuerpo puede ser una vía de salida. Al fin y al cabo, es el cuerpo el que guarda todo lo que la mente no puede llegar a procesar. Todo el mundo dice que la solución es hablar pero a veces eso puede ser lo más complicado del mundo.

Cuando la mente se satura, el cuerpo puede ser una vía de salida

A mi, nunca me ha gustado mucho hablar de mis cosas, aunque era necesario, por eso, mi cuerpo me daba un refugio, una forma de sacar lo que no sabía cómo explicar. Sin tener que justificarme. Sin tener que hablar. No soy la única. He conocido a muchas personas que usan el movimiento como una herramienta para canalizar lo que sienten. Algunas llegan a clase sin haber dormido bien, con problemas personales o simplemente agotadas, pero se van diferentes. Más conectadas. Más presentes.

Permitirte sentir

No se trata de hacerlo perfecto ni de seguir una coreografía exacta. Se trata de permitirte sentir y moverte con eso. La danza no reemplaza a la terapia ni a un tratamiento médico, pero puede complementarlo. Nos ayuda a reconectar con el cuerpo, a soltar tensión, a entendernos sin tener que pasarlo todo por la mente.

Nos permite llorar sin lágrimas, gritar sin voz, abrazar sin brazos

A veces, moverse es lo único que necesitamos para empezar a estar un poco mejor. No hace falta ser el o la mejor bailarín o bailarina, simplemente hace falta sentir. En un mundo donde se nos exige ser productivos, correctos y fuertes, la danza nos devuelve la vulnerabilidad como poder. Nos permite llorar sin lágrimas, gritar sin voz, abrazar sin brazos. Y, sobre todo, nos recuerda que sanar no es lineal, pero sí posible.