Ruido y salud
Sant Joan para todos...menos para las víctimas de hipersensibilidad sensorial
Los expertos reclaman medidas para proteger a personas y animales afectados, que pueden sufrir dolor, ansiedad o colapso
Reclaman zonas de silencio y promocionar los fuegos artificiales sin ruido

Petardos en el cruce de las calles Viladomat y Floridablanca, en Barcelona. / JORDI COTRINA


Marc Darriba
Marc DarribaCada vez más personas, especialmente entre los colectivos neurodivergentes, viven fiestas como la verbena de Sant Joan como una experiencia sensorialmente hostil. La combinación de ruidos intensos, luces intermitentes, multitudes y olores fuertes puede generar colapso, ansiedad o incluso dolor físico en quienes tienen una hipersensibilidad sensorial. Una realidad a menudo ignorada, que algunos testimonios comparan con lo que sufren los animales de compañía durante estas fechas.
“Como a los perritos”: vivir el colapso sensorial
“Una vez, durante la verbena, un petardo me asustó tanto que se me escapó un poco de orina. Como a los perritos”, cuenta Laura Sendra, activista de Obertament con diagnóstico de autismo. Para ella, los ruidos inesperados, los olores mezclados del metro y las luces blancas intensas pueden desencadenar ansiedad, saturación o episodios de bloqueo. “Creo que hay como una parte que a veces se me queda paralizada. Debe de ser como pánico, supongo. Y después se me ralentiza todo el funcionamiento cognitivo”, explica. Siempre lleva consigo tapones para los oídos, gafas de sol y mascarilla, y valora mucho el apoyo de otras personas: “Me siento más segura y menos sola cuando alguien habla por mí, como aquel día en que una amiga pidió que bajaran la música en una cafetería”.
Hay personas que acaban escondidas dentro de un armario, con tapones, canceladores de ruido... o incluso autolesionándose para rebajar el nivel de malestar
También agradece cuando el entorno entiende sus necesidades: “En la sala del servicio de Rehabilitación Comunitaria donde hago actividades, apagan las luces fluorescentes cuando estoy. Pero si en otra sala no quieren hacerlo, dejo de participar en esa actividad”. Al mismo tiempo, lamenta que muchas reclamaciones no son escuchadas: “En el gimnasio ya he hecho dos quejas por el volumen de las clases de spinning, pero no me ha servido de nada”.
Cuando la sociedad no se adapta
La doctora Elena Huerta, neuropsicóloga del Parc Sanitari Sant Joan de Déu, confirma que este tipo de situaciones pueden tener un impacto muy intenso: “Hay personas que, ante la imposibilidad de autorregularse, acaban escondidas dentro de un armario, con tapones, canceladores de ruido... o incluso autolesionándose para rebajar el nivel de malestar”.
Según Huerta, esta reacción no tiene nada que ver con manías: “El cerebro de una persona en el espectro del autismo o sensorialmente hipersensible puede activar zonas vinculadas al dolor ante estímulos que para otras personas pasan desapercibidos”. Y añade: “Hoy en día, parece que somos más conscientes de que hay animales que perciben determinadas frecuencias de sonido que de que existan personas con hipersensibilidad”.
Animales desbordados por la pirotecnia
Los paralelismos con los animales no son casuales. “Al menos un 50% de los perros pueden mostrar miedo ante los petardos, y algunos desarrollan una respuesta fisiológica extrema: temblores, salivación, micción involuntaria”, explica la veterinaria y etóloga Patricia Darder, del colectivo Ethogroup.
Perros y humanos afectados suelen tener un umbral de reactividad anormalmente bajo y dificultades para el autocontrol
“La aparición de estos síntomas indica un estado emocional muy negativo y puede derivar en una sensibilización progresiva”. Las mascotas, al igual que las personas, pueden sufrir colapso, miedo anticipatorio y estrés post-verbena. Darder añade que algunos perfiles caninos con hipersensibilidad e hiperactividad presentan patrones conductuales similares a los descritos en humanos con síntomas de TDAH: “Suelen tener un umbral de reactividad anormalmente bajo y dificultades para el autocontrol”.
Hacia una verbena más inclusiva
Las tres voces expertas coinciden en una idea: hace falta un cambio de mirada. Huerta lo resume con claridad: “Si a la mayoría de la población le provocaran malestar este tipo de fiestas, ya se habrían abolido. Pero como afecta a una minoría, no se tienen en cuenta”.
Del mismo modo que nadie duda de que hacen falta rampas o gafas graduadas, también deberíamos ver las adaptaciones sensoriales
Algunas propuestas para revertirlo incluyen la creación de zonas de silencio, el establecimiento de horarios limitados para el uso de pirotecnia y la promoción de fuegos artificiales silenciosos. “Del mismo modo que nadie duda de que hacen falta rampas o gafas graduadas, también deberíamos ver las adaptaciones sensoriales como una necesidad básica de salud mental”, concluye Huerta.
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