Psicología
Lo que dice la ciencia sobre tener "buena energía" según Nazareth Castellanos
Cuerpo, cerebro y entorno se comunican constantemente

La "buena energía" según la ciencia / 123RF


Ángel Rull
Ángel RullLicenciado en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, con más de 10 años de experiencia en el ámbito de la Psicología Sanitaria, tanto en clínica con población general, como en hospitales, con patologías más severas. Desde 2017, trabajo diariamente con personas de diferentes edades y con una amplio abanico de problemas de manera online, rompiendo las barreras físicas de la terapia convencional.
Aunque durante años el concepto de "energía" ha estado más vinculado a discursos espirituales que a los científicos, en la última década algunas investigadoras como Nazareth Castellanos han empezado a tender puentes entre el lenguaje de la ciencia y el de la experiencia humana. Desde una base neurocientífica y rigurosa, Castellanos plantea que muchas cosas que antes parecían "mágicas" tienen una explicación basada en el cuerpo, el cerebro y la interacción entre ambos.
Tener "buena energía" no implica emitir vibraciones místicas, sino generar un entorno físico, emocional y mental coherente. Se trata de cuidar la forma en que una persona se relaciona consigo misma y con los demás. Para Castellanos, muchas de las sensaciones que sentimos al estar cerca de alguien se explican por la forma en que su sistema nervioso, su postura corporal, su expresión facial o su voz actúan sobre el nuestro.
Desde esta perspectiva, la "energía" se entiende como el conjunto de informaciones no verbales que emitimos y que impactan directamente en la otra persona. No desde lo mágico, sino desde lo fisiológico. No porque haya una "aura", sino porque el cuerpo humano está en constante comunicación con el entorno, y esa comunicación tiene consecuencias reales.
El cuerpo como emisor y receptor de información emocional
Una de las principales aportaciones de Nazareth Castellanos es la insistencia en que el cuerpo no es un mero envoltorio del cerebro. Todo lo contrario: el cuerpo influye activamente en la forma en que pensamos, sentimos y nos vinculamos. La postura corporal, la respiración, el tono de voz o el ritmo de los movimientos no solo expresan estados internos, sino que también los generan.
Por ejemplo, una postura encorvada y una respiración superficial pueden generar mayor sensación de tristeza o agotamiento. En cambio, una postura erguida, una respiración abdominal y un tono de voz pausado pueden activar sensaciones de calma, apertura y seguridad. Esto es parte de lo que se entiende por "buena energía": generar en uno mismo una activación fisiológica coherente y compartirla con el entorno.
Castellanos también explica que las neuronas no son las únicas responsables de nuestra actividad mental. Existen conexiones desde el corazón, el intestino o la respiración hacia el cerebro. Es decir, el cuerpo no solo obedece al cerebro, también lo informa y lo transforma. Por eso, cultivar la conciencia corporal no es una moda ni una simple técnica de relajación: es una vía de autorregulación profunda que tiene efectos concretos sobre el estado mental y emocional.
Diez cosas que dice la ciencia sobre tener "buena energía" según Nazareth Castellanos
Las siguientes observaciones, basadas en estudios y evidencias, permiten comprender que la "energía" no es un concepto abstracto, sino una combinación de estados corporales, emocionales y relacionales que impactan de forma directa en el vínculo con otras personas.
Estas son las diez cosas que dice la ciencia sobre tener "buena energía" según Nazareth Castellanos:
1. La postura corporal influye en el estado emocional
Mantener el cuerpo erguido y abierto activa zonas cerebrales relacionadas con la seguridad y la autoestima.
2. La respiración consciente regula el sistema nervioso
Respirar de forma lenta y profunda activa el nervio vago, relacionado con estados de calma y vinculación.
3. El corazón genera señales hacia el cerebro
La coherencia cardíaca (latido regular y acompasado) mejora la toma de decisiones y reduce la reactividad emocional.
4. El tono de voz transmite estados internos
Un tono suave y pausado genera sensación de seguridad en quien escucha, mientras que un tono tenso puede generar alerta.
5. El contacto visual sostenido favorece la conexión
Mirar a los ojos activa circuitos cerebrales de empatía y presencia.
6. El intestino influye en el estado de ánimo
La microbiota intestinal tiene un impacto directo en la producción de neurotransmisores como la serotonina.
7. El cerebro es plástico y se modifica con la práctica
Cultivar actitudes como la gratitud o la amabilidad genera cambios en estructuras cerebrales.
8. El movimiento corporal modifica el estado mental
Bailar, caminar o estirarse activa zonas cerebrales vinculadas con el placer y la motivación.
9. La atención plena modifica la actividad cerebral
Centrarse en el presente reduce la actividad de la red neuronal por defecto, vinculada con la rumiación.
10. El cerebro capta la coherencia emocional
Las personas perciben de forma inconsciente si quien tienen delante está en coherencia entre lo que dice, siente y hace.
Por qué nos sentimos bien al lado de ciertas personas
Todos hemos experimentado la sensación de sentirnos mejor al lado de ciertas personas, aunque no sepamos bien por qué. Según Castellanos, esto tiene que ver con la coherencia emocional y fisiológica que algunas personas transmiten. No se trata de que sean "positivas" o "alegres" de forma superficial, sino de que su sistema nervioso está regulado, su lenguaje corporal es armonioso y su presencia es estable.
La buena energía, desde esta mirada, tiene más que ver con el estado interno que con lo que se dice o se hace. Una persona con buena energía no es la que siempre sonríe, sino la que se siente presente, regulada y segura de sí misma. Esa seguridad se percibe a nivel no verbal y genera un efecto contagio en el entorno.
Esto también implica que una persona puede entrenarse para mejorar su presencia. No para fingir, sino para habitarse de forma más consciente. Observar la postura, cuidar la respiración, modular el tono de voz o trabajar la coherencia entre lo que se siente y lo que se expresa, son formas concretas de impactar de forma positiva en la relación con los demás.
La neurociencia al servicio de la regulación emocional y relacional
La propuesta de Nazareth Castellanos no busca convertirnos en "personas energéticamente perfectas", sino en seres más conscientes de la influencia que ejercemos en nuestro entorno. Desde la neurociencia se puede comprender que cada gesto, cada respiración y cada actitud impactan en la forma en que se vive, se siente y se comparte.
Esto tiene una especial relevancia en contextos como la crianza, la pareja, los entornos laborales o los vínculos de cuidado. Saber que la propia regulación emocional influye directamente en la regulación de quien está al lado permite asumir una responsabilidad que no es culposa, sino empática. Porque cuidar la propia "energía" no es solo un acto individual, también es un gesto vincular.
No se trata de controlar todo lo que se siente, sino de aprender a habitar el cuerpo con mayor presencia. Respirar con conciencia, regular el tono emocional, observar el impacto de nuestras palabras y posturas, son herramientas que, desde la ciencia, se demuestran eficaces para mejorar el bienestar propio y el de quienes nos rodean.
Hablar de "buena energía" desde la ciencia no significa negar lo emocional o espiritual, sino encontrar un lenguaje que permita comprender mejor los mecanismos que están en juego. Nazareth Castellanos ha aportado una mirada integradora que permite entender que el cuerpo, el cerebro y el entorno están en diálogo constante.
Las diez cosas que la ciencia respalda sobre este tema nos invitan a revisar hábitos, actitudes y formas de estar en el mundo. No para encajar en un modelo ideal, sino para habitar el propio cuerpo con más conciencia y presencia. Tener "buena energía" no es un don exclusivo, es una práctica cotidiana basada en la coherencia, la regulación y el autocuidado.
Y si al hacerlo también generamos bienestar a quienes nos rodean, entonces no es solo ciencia. Es también una forma concreta de construir vínculos más sanos y espacios emocionales más habitables para todas y todos.
* Ángel Rull, psicólogo.
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