Psicología
Lo que respondo como psicólogo cuando me dicen que a terapia solo van los locos
La psicología no se centra exclusivamente en lo patológico

¿A terapia solo van los locos? / 123RF


Ángel Rull
Ángel RullLicenciado en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, con más de 10 años de experiencia en el ámbito de la Psicología Sanitaria, tanto en clínica con población general, como en hospitales, con patologías más severas. Desde 2017, trabajo diariamente con personas de diferentes edades y con una amplio abanico de problemas de manera online, rompiendo las barreras físicas de la terapia convencional.
Todavía hoy, en pleno siglo XXI, hay quienes se sorprenden cuando alguien decide acudir a terapia. "¿Pero tú no estás bien? ", "¿Eso no es para personas con problemas graves?" o "Yo no estoy tan mal como para necesitar ayuda". Frases como estas siguen formando parte del imaginario colectivo. Y sí, como psicólogo, me las han dicho muchas veces. Pero más que molestarme, me hacen ver que todavía tenemos mucho que hablar sobre salud mental.
Ir a terapia no significa estar “loco”. No implica haber perdido el control o tener una vida desestructurada. En realidad, representa una decisión consciente de escucharse, de entenderse mejor y de buscar nuevas formas de relacionarse con una misma, con uno mismo y con el entorno. A veces, es la ansiedad. Otras veces, un momento de cambio. Otras, simplemente la necesidad de parar y revisar cómo estamos. No hace falta esperar a estar al límite.
Por qué esa frase dice más de la sociedad que de la terapia
Cuando alguien dice que a terapia solo van los locos, está reproduciendo una idea que se ha construido durante décadas, alimentada por la ignorancia, el estigma y una profunda falta de educación emocional. Esta frase no nace del conocimiento, sino del miedo. Del miedo a ser vulnerable, a necesitar, a reconocer que no todo se resuelve solo.
En muchos contextos, se ha asociado la salud mental con la debilidad. Como si pedir ayuda fuese una señal de fracaso, de incapacidad, de falta de carácter. Por eso, muchas personas ocultan que van a terapia o lo hacen en secreto, como si tuvieran que justificarse por querer estar mejor. Pero lo cierto es que esta visión está completamente desfasada.
La realidad es que cada vez más personas acuden a terapia para prevenir, para crecer, para acompañar procesos vitales complejos. No se trata de estar mal, sino de querer estar mejor. Y, sobre todo, de no tener que hacerlo todo en soledad. El problema no es ir a terapia. El problema es vivir en una sociedad donde aún se considera que pedir ayuda es sinónimo de estar fuera de control.
Cómo respondemos desde la psicología (y desde la experiencia humana)
Cuando alguien me lanza esa frase, mi primera respuesta no es corregir, sino preguntar: "¿Qué entiendes tú por estar loco?" Porque detrás de esa palabra, cargada de connotaciones negativas, suele haber una imagen distorsionada de lo que implica la salud mental. Y cuando nos permitimos hablar con honestidad, muchas veces esa visión empieza a cambiar.
Explico que el acompañamiento psicológico no es un lugar solo para el dolor extremo. Es un espacio donde se puede hablar sin filtros, donde no hace falta demostrar nada, donde no hay que estar bien todo el tiempo. Y que precisamente por eso funciona. Porque no está basado en dar consejos rápidos, sino en crear un vínculo desde donde mirar lo que nos cuesta, sin juicio.
También explico que yo mismo voy a terapia. Que muchos psicólogos lo hacemos. No porque estemos “mal”, sino porque también somos humanos. Porque acompañar requiere haber sido acompañado. Porque todas las personas, en algún momento, necesitamos un espacio donde ordenar lo que sentimos.
Y si la conversación lo permite, comparto ejemplos. Personas que llegaron en medio de una crisis de pareja, otras que querían trabajar su autoestima, algunas que no sabían cómo parar de exigirse tanto. Ninguna de ellas estaba "loca". Estaban vivas, sintiendo, buscando. Como cualquiera de nosotras. Como cualquiera de nosotros.
Ocho realidades que desmontan el mito de "solo van los locos a terapia"
Decir que a terapia solo van los locos es un reflejo de un discurso social anticuado que necesita ser revisado. Porque, en realidad, a terapia van quienes se escuchan. Quienes no quieren vivir con el piloto automático encendido. Quienes necesitan un lugar para parar, mirar y entender. Y eso no es locura. Eso es salud.
Estas son las razones más comunes por las que la gente va a terapia y que nada tienen que ver con perder la razón:
1. Personas que quieren entender mejor sus emociones
La mayoría de quienes acuden a terapia no tienen un diagnóstico clínico. Solo buscan herramientas para vivir con más claridad.
2. Gente que está pasando por un cambio vital
Mudanzas, rupturas, maternidades, nuevos trabajos… Los procesos de cambio remueven, y muchas personas piden acompañamiento para transitar esas etapas.
3. Personas que se sienten saturadas o bloqueadas
No saben exactamente qué les pasa, pero notan que algo no encaja. Y quieren entenderlo.
4. Adultos que quieren sanar heridas de la infancia
No se trata de culpar a nadie, sino de revisar con perspectiva cómo nos marcaron ciertas experiencias.
5. Parejas que desean mejorar su comunicación
La terapia de pareja no es solo para salvar relaciones al borde del colapso. Muchas acuden para aprender a vincularse mejor.
6. Personas que quieren trabajar su autoimagen
Sentirse suficiente, poner límites, aprender a decir que no. Temas que se repiten en consulta mucho más de lo que se cree.
7. Gente que quiere prevenir
No hace falta esperar a que todo se complique. Muchas personas acuden a terapia por salud emocional, igual que se va al gimnasio por salud física.
8. Profesionales que trabajan con otras personas
Psicólogos, sanitarios, educadores… Muchos piden espacio para revisar cómo les afecta emocionalmente su labor.
Lo que perdemos por no hablar con libertad sobre esto
El estigma en torno a la salud mental no es solo una cuestión de lenguaje. Tiene consecuencias reales. Hay personas que sufren durante años sin pedir ayuda por miedo al juicio. Otras que no comparten con su entorno que están en terapia por vergüenza. Incluso profesionales que evitan mostrarse vulnerables por temor a perder credibilidad. Y todo esto genera más soledad, más carga, más sufrimiento.
Cuando ocultamos que vamos a terapia, sin querer estamos reforzando la idea de que hay algo mal en hacerlo. Que es un secreto. Que es mejor no decirlo. Y eso se convierte en un círculo silencioso donde todas las personas lo viven, pero nadie lo dice. Romper ese silencio es parte de la transformación.
Como psicólogo, pero también como persona, creo profundamente en la importancia de hablar abiertamente sobre salud mental. De nombrarla sin eufemismos, sin etiquetas despectivas, sin infantilizarla. De contar nuestras experiencias no para convertirnos en referentes, sino para que otras personas se sientan menos solas.
Cada vez que alguien dice en voz alta que va a terapia, abre una puerta para que otra persona se lo permita también. Y cada vez que desmontamos un estereotipo, abrimos espacio para una conversación más honesta y más humana.
Las personas que acuden a terapia no son débiles. Son valientes. Porque han tomado una decisión incómoda en una cultura que todavía juzga más de lo que comprende. Han apostado por su bienestar, aunque no siempre sepan cómo hacerlo. Y han decidido no vivirlo todo en silencio.
* Ángel Rull, psicólogo.
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