Psicología
Lo que dice la psicología sobre los que olvidan el nombre de las personas
Dejarse el último sorbo de café en la taza dice mucho de ti
Gabriel Rolón, experto en salud mental: “Cuando nos deja la persona que amamos, por suerte al día siguiente hay que ir a trabajar"

Amigos hablando / 123RF
Olvidar el nombre de alguien, incluso segundos después de haberlo escuchado, es una experiencia común que puede generar incomodidad. Un fenómeno que la psicología ha estudiado y que se explica tanto por la falta de atención como por el funcionamiento estructural de nuestro cerebro.
Nuestra memoria está mejor preparada para retener conceptos con carga semántica o imágenes mentales (una profesión, una actividad) que palabras arbitrarias (nombres propios). Esto es lo que se extrae de la famosa paradoja Baker/Baker que precisamente expone las complicaciones que tiene la memoria para retener nombres propios.
Un estudio en el que se mostró la misma fotografía de una persona a dos grupos distintos. Al primero se le explicó que esa persona se llamaba "Baker" de apellido y al segundo que su profesión era "baker" (panadero en inglés). Aquellos que asociaron la persona con su profesión de panadero recordaron esa información con mucha más facilidad.
No es falta de atención
Cuando no recordamos el nombre de alguien es normal lamentarse o tener cierto sentimiento de culpa; pensar que no hemos estado suficientemente atentos. Sin embargo, desde el plano psicológico, no es tanto una falta de concentración sino una característica inherente a cómo el cerebro organiza la información. La memoria humana no puede almacenar todo por igual y hay que priorizar.
Al ser los nombres propios etiquetas arbitrarias y que no se pueden clasificar en ninguna de estas categorías, no activan experiencias en nuestra mente. Es cuando la persona se convierte en parte estable de nuestro entorno cuando nuestro cerebro empieza a relacionar el nombre con asociaciones más fáciles.
Anomia, un trastorno del lenguaje
Cuando se olvidan ciertas palabras a partir de cierta edad, hablamos de la anomia.
La Real Academia Española define la anomia como el "trastorno del lenguaje que impide llamar a las cosas por su nombre".
Es un fenómeno común llegado a una cierta edad y se multiplica cuando la persona tiene muchas preocupaciones o está pensando en varias cosas a la vez, entonces pierde la capacidad en concentrarse y pensar palabras o nombres que debería tener muy asumidos en su cerebro.
Lapsus de envejecimiento
Esto no supone un problema siempre que sea un lapsus normal propio del envejecimiento, sobre todo si se da en situaciones de muchos estímulos o de estrés.
Pero si sucede de manera continua, y se da junto a desorientaciones, puede ser una señal de que la persona pueda estar sufriendo traumatismos craneoencefálicos, accidentes cerebrovasculares, Alzheimer o demencia.
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