Psicología
Eduardo Rigo, psicólogo: "Etiquetar cualquier trastorno es un peligro, pues estamos patologizando a la sociedad"
El que fuera catedrático de Psicología del Desarrollo y de la Educación, vicerrector y coordinador del programa de orientación y asesoramiento psicológico de la misma UIB, lleva un curso como jubilado, lo que le permite ver la institución y sus departamentos desde fuera

El psicólogo Eduard Rigo, en una imagen reciente. / Manu Mielniezuk
Usted se volcó en el hecho de dar clases, cosa que le llevó a ser muy valorado como profesor por sus alumnos. ¿Ha perdido la UIB un buen investigador?
(Sonríe) Bueno, al alumnado se le puede ganar a partir del respeto hacia él y con intentar dar las clases de manera seria, rigurosa y apasionada, entonces él te respetará y verá en ti a un profesor entregado. Por otra parte, también es muy importante que vean que te esfuerzas, que preparas las clases y que les dedicas tiempo. Y luego estarían las habilidades de cada uno, que pueden ser más o menos apropiadas para la enseñanza. En resumen, el alumno capta enseguida tu entrega, el hecho de estar al día y si eres arrogante, cosa ésta última que no se perdona.
¿Pero eso no se le supone a todo profesor?
Es mucho suponer. Y, volviendo a su pregunta inicial, lo de no haberme dedicado a la investigación, le diré que cuando empecé, en sus inicios, nuestra universidad necesitaba buenos docentes más que buenos investigadores. Cierto es que a todo profesor se le pide cierto nivel de investigación, pero a mí, lo que me apasiona es la docencia, dar clases, estar en contacto con el alumno, el aula, en definitiva. Cosa que, por otra parte, exige estar al día para poder transmitir el conocimiento de la mejor manera posible.
Psicología del desarrollo, antes evolutiva. ¿Cambio semántico o más profundo?
Más profundo, ya que el concepto de evolución se aplica más al ámbito de la evolución humana, en cambio el desarrollo está íntimamente ligado a toda persona, que se desarrolla desde que nace hasta que muere. Y cuando hablo de desarrollo me refiero al social, al cognitivo, incluso al físico.
Y en todo esto ¿Es vigente hoy Piaget?
En algunas cosas sus teorías han sido superadas, pero sí, es aún vigente. A la hora de estudiar el desarrollo cognitivo debemos partir de él, incluso para desmentirlo. La escuela piagetiana, hoy neopiagetiana, sigue su curso y permanece hoy activa.
¿Cómo ha cambiado la comprensión del desarrollo psicológico en los últimos años?
Mire, cuando yo era estudiante en la Universidad de Barcelona, el desarrollo psicológico se consideraba terminado al pasar la adolescencia y, por tanto, toda persona adulta no seguía desarrollándose. A partir de nuevos descubrimientos en el ciclo vital de las personas, se ha visto que el desarrollo se mantiene vivo durante toda la vida. Cierto que existen momentos, como de 0 a 3 años o en la adolescencia, en los que los cambios se aceleran, pero cambios los hay siempre, en todas las etapas de la vida.
Pero ¿Por qué se insiste tanto en diagnosticar a los jóvenes?
Primero por prevención, si podemos captar un déficit de desarrollo en el lenguaje, por ejemplo, podremos evitar que vaya a más. Pero, por otra parte, es cierto que la psicología tiende al sobrediagnóstico. El manual que utilizan psicólogos y psiquiatras, el DSM5, clasifica los trastornos mentales, cosa que conduce a etiquetar cualquier cosa que salga de la norma establecida. Y, según mi parecer, etiquetar cualquier trastorno es un peligro, pues estamos patologizando a la sociedad. Hoy parece que un niño no tiene derecho a ser tímido, y si lo es, entonces lo etiquetamos. Tendemos a etiquetar todo lo que no es lo establecido como estándar y de ahí vienen adjetivos como antisocial y similares. Le diré más, una persona incluso puede tener rasgos esquizotípicos como el desear más la soledad que la compañía o preferir tener pocos amigos a tener muchos. Y ¿qué? ¿No debemos respetar sus ideas? ¿Debemos intervenir? Según mi criterio solamente debemos hacerlo si la persona en cuestión o su entorno sufren, entonces sí que se deben aplicar procesos de ayuda.
Ante cualquier problema, ¿debemos ir al psicólogo?
Ese es otro tema. Tendemos a ir al psicólogo ante cualquier situación. Y eso no debería ser así. Al psicólogo deben ir las personas que, ante un problema, no lo saben gestionar. Y aquí entran los tipos de problemas, pues no es lo mismo uno clínico que uno que no lo es.
Póngame un ejemplo.
Si un joven se siente mal o no se puede concentrar o no puede estudiar porque ha tenido una crisis emocional con su pareja, pues éste no es un problema clínico, es un problema de adaptación, como muchos otros que nos pueden aparecer a lo largo de nuestra vida. En estos casos, basta con intervenciones puntuales o ayudas psicológicas y no necesariamente clínicas. En cambio los trastornos de personalidad, por poner un ejemplo claro, sí sería un problema clínico, que debe ser tratado por equipos multidisciplinares en los que están el psicólogo, el psiquiatra o el trabajador social.
Poner etiquetas, como bien decía antes, ¿no puede llevar a la estigmatización?
Sí. Las etiquetas deberían utilizarse solamente en el ámbito profesional. Darlas a conocer puede causar un problema. ¿Se imagina que se haga público un diagnóstico sobre rasgos autistas? Puede marcar a la persona de por vida, cuando en muchas ocasiones bastaría con un tratamiento puntual para que la cosa no vaya a más. Todo empezó en los Estados Unidos cuando el hecho de tener un diagnóstico te permitía acceder a unas ayudas, así que a las familias les interesaba que su hijo fuera diagnosticado con una etiqueta. Este hecho ha llegado a nosotros y además de realizar el diagnóstico lo hacemos público. Esto afecta al propio niño, por supuesto. Por otra parte, hemos caído en el abuso del recetario, se abusa a la hora de recetar. En el caso de la hiperactividad tenemos jóvenes que sí necesitan un medicamento, pero no todos, diría que son una minoría, y de eso se abusa. Siempre han existido los alumnos a los que en clase les cuesta estar quietos, pero eso, en la mayoría de veces, se puede resolver sin que entren en juego los medicamentos, con un cambio de aula, de grupo, de profesor, con esto puede mejorarse el comportamiento. Y añado algo más: algunos padres quieren que su hijo salga de la consulta con una etiqueta, pues incluso puede que le ayude a la hora de realizar exámenes o en las mismas pruebas de selectividad.
Un psicólogo que pudiera recetar, ¿se convertiría en un psiquiatra?
No creo que el psicólogo tenga que recetar. Toda persona está conformada por factores genéticos y biológicos, por factores ambientales y por un tercer factor que es el azar. Los primeros y los segundos interaccionan entre sí. Si un estudiante universitario considera que lo que pesa más es la parte biológica, entonces debe optar por el camino de la medicina, en cambio si cree que con la intervención humana y la comunicación podemos ayudar a las personas en sus estados emocionales, entonces debe optar por la psicología. Cuando un trastorno es tan serio que la piscología no puede resolver, entonces entra la psiquiatría. Y muchas veces lo que hacen los dos profesionales es trabajar juntos el caso. El trabajo conjunto entre psicólogo y psiquiatra puede resolver muchos casos y ayudar a muchas personas. Y le diré más, los trabajadores sociales también deberían formar parte de estos equipos multidisciplinares, pues a veces el problema está en el ambiente en el que vive el paciente.
Y en estos ambientes nos encontramos con las redes sociales.
Claro. Existen páginas web en las que se explica a los que las visitan cómo hacer creer que necesitan un cambio de sexo, cuando no es su caso, o cómo pueden engañar a sus padres ante una anorexia. Esto es muy delicado, pues aquí la ciencia brilla por su ausencia y estos consejos no profesionales pueden confundir a las personas que realmente necesitan una ayuda. Frivolizar temas como el cambio de sexo o la anorexia es un insulto hacia los que realmente están implicados y padecen el problema. Y, en este mismo campo de debate, creo firmemente que los móviles no deberían entrar en las escuelas, solamente en situaciones determinadas y muy bien justificadas en el currículum.
Fue vicerrector, hábleme de cómo es, para un docente implicado, ocupar puestos de responsabilidad en la gestión.
La universidad es, por si misma, una entidad muy compleja, con muchos y muy diversos intereses, por tanto y al margen de la capacidad de gestión administrativa que debe tener un equipo rectoral, es muy importante que se tenga una dosis de mano izquierda, cosa que no ha tenido el equipo actual. El rectorado actual ha sabido negociar muy bien temas que van de la propia universidad hacia fuera, pero en cambio no ha sabido ganarse a los que trabajan en ella. Ha hecho cosas que a la larga se han demostrado positivas, pero sin consultarlas previamente con los interesados o con los departamentos implicados. A todos nos gusta que nos quieran, que nos tengan en cuenta y eso es lo que le ha faltado al rector actual y a su equipo: valorar lo que tienen a su alrededor. Y eso ha hecho que la implicación de profesores y administrativos con la institución, haya bajado. Los de mi generación nos sentíamos muy próximos a la universidad, la vivíamos como muy nuestra, y eso no se ha mantenido. Sentirse escuchado hace que te impliques más en toda institución. Y eso no se ha producido.
¿Es bueno que exista una sola candidatura a rector?
Cuando existen tensiones, es bueno que se tengan más opciones. En la tranquilidad, no hace tanta falta. Dos propuestas siempre conducen al estímulo, una sola, conduce al conformismo.
Le noto crítico con el equipo actual.
No, solamente en lo de no haber tenido esa mano izquierda tan necesaria. Se han hecho cosas muy bien.
Hábleme del programa de voluntariado de orientación educativa y psicológica.
Al dejar el vicerrectorado quería continuar ayudando a los alumnos que podían tener problemas y así creamos ese programa, de forma voluntaria. Desde hace un año ese programa se ha institucionalizado. Se trata de un programa en el que se apoya a los alumnos que quieran ayuda.
Para terminar, pasemos al capítulo de las pruebas PBAU, comúnmente conocidas como pruebas de selectividad, que usted se encargó de organizar durante unos cursos.
Es un tema muy sensible socialmente, pues si el alumno no saca una nota concreta no puede acceder a muchas carreras. Así pues, la universidad debe hacer que el alumno, en esos días en los que realiza las pruebas, se sienta arropado, que no crea que van a por él, sino que están para ayudarle. Desde aquí quiero invitar a la reflexión sobre un tema: el de las faltas de ortografía. No sé qué hacer al respecto, pues no soy un experto en la materia, ahora bien, pongo sobre la mesa una pregunta para debatir: ¿No podría ser que un excesivo rigor en penalizar las faltas de ortografía haga que buenos estudiantes en otras materias no puedan acceder a unos estudios en los que podrían ser buenos profesionales? El debate está abierto.
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