Suicidio juvenil
'Iceberg', espectáculo de danza contra el silencio que mata
El espectáculo es una propuesta escénica sobre salud mental, presión estética y agresiones sexuales
"Hay chicos que se ponen muy a la defensiva. Algo se ha removido dentro de ellos", afirma la codirectora
.Cuando la escena escucha el malestar: teatro y salud mental

Imagen de 'Iceberg' / Iceberg


Marc Darriba
Marc DarribaCada once minutos, una persona menor de veinte años muere por suicidio en el mundo. Este dato hiela la sangre, pero en Iceberg —el espectáculo de danza y denuncia de la joven compañía catalana Les Heyvan— no es solo una estadística: es el latido de la obra. Sobre el escenario del Teatre Tantarantana de Barcelona, un cronómetro marca la cuenta atrás en bucle. Cada vez que llega a cero, la escena se detiene y el público respira —literalmente— el peso invisible de esa ausencia. De ese grito que no se ha escuchado a tiempo.
Bajo el agua están todas las pequeñas violencias que se van acumulando desde que nacemos
'Iceberg' no es una obra más sobre salud mental juvenil. Es una intervención artística y emocional. Un altavoz joven que pone cuerpo, voz y movimiento a las heridas invisibles que a menudo preceden a la conducta suicida: la presión estética, las agresiones sexuales, la gordofobia, la autoexigencia, la soledad, el sistema educativo, la precariedad emocional y el bombardeo constante de las redes sociales.

Escena de 'Iceberg' / Iceberg
“Lo que vemos es la punta del iceberg: la muerte por suicidio. Pero bajo el agua están todas las pequeñas violencias que se van acumulando desde que nacemos”, explica Mariona M. Solé, intérprete y cocreadora de la obra.
Siete jóvenes intérpretes de entre 18 y 20 años —formadas en artes escénicas en Barcelona— ponen su cuerpo en escena para hablar del malestar emocional de la juventud. Iceberg combina danza contemporánea, teatro, música techno, reguetón, Mozart, proyecciones audiovisuales y respiraciones contenidas. Todo para construir un relato colectivo, plural y, por momentos, hiriente —como la propia realidad que retrata.
“Iceberg nace de la rabia, pero también de la esperanza”, dice Carla Abulí, codirectora del montaje. “La rabia de ver cómo funciona el mundo. Y la esperanza de pensar que quizá podamos cambiarlo si empezamos a hablar.”
Arte desde la cicatriz, no desde la herida
Les Heyvan no es una compañía convencional. Son un grupo de jóvenes que llevan más de diez años haciendo teatro juntas, primero como estudiantes y ahora desde un espacio profesional. Han crecido juntas y han convertido la amistad en un espacio seguro para la creación.
'Iceberg' nace de la rabia, pero también de la esperanza, de pensar que quizá podamos cambiar si empezamos a hablar
“Para llegar a hacer una obra así, hace falta un nivel de confianza muy profundo. Nos hemos cuidado mucho. Por eso hemos podido llegar tan lejos”, dice Mariona. “En el escenario se desnudan emocionalmente. Y pueden hacerlo porque saben que tienen todo el apoyo del grupo”, añade Carla.
Hacer mi monólogo me ha ayudado a entenderme y a hacerme responsable de lo que siento. Y eso ya es empezar a sanar
El proceso creativo de este espectáculo sobre salud mental juvenil comenzó con un año entero de conversaciones. Escribieron, lloraron, compartieron. Cuando llegó el momento de poner en escena temas como las agresiones sexuales o la ideación suicida, se retiraron cuatro días a una casa rural para trabajarlos con respeto y delicadeza.
“No lo hacemos desde el trauma, sino desde el lugar en el que ya tenemos herramientas para sostenerlo. Lo hacemos desde la cicatriz”, explica Carla. Todo el grupo está en proceso terapéutico, y eso se refleja en la pieza. Iceberg no es solo una denuncia: también es una forma de sanación. “Hacer mi monólogo me ha ayudado a entenderme y a hacerme responsable de lo que siento. Y eso ya es empezar a sanar”, dice Mariona.
"A mi también me ha pasado"
“Hay chicos que se ponen muy a la defensiva. Pero eso significa que algo se ha removido dentro de ellos”, dice Carla sobre la reacción del público. “Muchas chicas se acercan después y nos dicen: ‘a mí también me ha pasado’. Esas conversaciones dan sentido a todo”, añade Mariona. Iceberg quiere ser un espejo para quienes sienten malestar. Para quienes aún no saben ponerle nombre. Para quienes creen que están solos, pero no lo están.
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