Psicología

Red flags invisibles en relaciones LGTBIQ+ que podrían estar afectando tu bienestar

Hay vínculos que son capaces de dañar nuestro bienestar emocional

Red flags en relaciones LGTBIQ+

Red flags en relaciones LGTBIQ+ / 123RF

Ángel Rull

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Las relaciones afectivas, sean del tipo que sean, pueden convertirse en espacios de cuidado, conexión y autenticidad. Sin embargo, también es posible que, sin darnos cuenta, determinadas conductas dañinas se instalen en nuestra cotidianidad con la apariencia de normalidad. Esto ocurre especialmente cuando se trata de señales sutiles, casi imperceptibles, que tienden a ser justificadas, minimizadas o incluso confundidas con muestras de amor. En las relaciones dentro del colectivo LGTBIQ+, algunas de estas señales adquieren matices particulares, debido a factores como la discriminación social, la falta de referentes o las experiencias de rechazo.

Detectar a tiempo lo que no está funcionando emocionalmente puede ser fundamental para proteger el bienestar psicológico. No se trata de etiquetar cada dificultad como una ruptura inminente, sino de poner conciencia sobre dinámicas que nos restan más de lo que aportan.

¿Por qué algunas señales pasan completamente desapercibidas?

Las red flags invisibles no son invisibles como tal por su falta de gravedad, sino por la manera en que se camuflan en el día a día. Muchas veces, estas señales están tan integradas en la manera que hemos aprendido a vincularnos, que se nos presentan como parte “natural” del vínculo. Otras veces, se esconden tras un aparente cuidado, como quien justifica el control diciendo que es por preocupación o amor.

En relaciones LGTBIQ+, a esto se suma el peso de haber crecido en contextos donde la expresión del afecto ha sido censurada, cuestionada o castigada. Cuando alguien ha tenido que esconder su orientación o identidad para sobrevivir, es común que no haya desarrollado ciertas herramientas para reconocer lo que le hace daño. Puede incluso haber normalizado situaciones dolorosas como parte del precio a pagar por vivir su verdad.

Además, el aislamiento o la falta de apoyo social en etapas clave de la vida, hace que algunas personas dentro del colectivo valoren de forma exagerada cualquier gesto de afecto, por mínimo que sea. La gratitud por sentirse aceptado o aceptada puede nublar el juicio, llevándonos a justificar lo injustificable. Por eso es tan importante cultivar una mirada crítica y compasiva hacia nosotres mismes: no para culparse, sino para aprender a protegerse mejor.

El impacto del estigma en las relaciones dentro del colectivo

El estigma social que aún pesa sobre muchas identidades y orientaciones no normativas tiene efectos profundos en las relaciones. Una de sus consecuencias más extendidas es la internalización de creencias negativas sobre el propio valor, sobre lo que se merece o no se merece en una relación. Esta inseguridad emocional se convierte en el caldo de cultivo perfecto para dinámicas afectivas basadas en la dependencia, el control o la invalidación.

No es infrecuente que algunas personas LGTBIQ+ acepten estar en relaciones donde no son valoradas, por miedo a no encontrar otra oportunidad. Otras pueden reproducir modelos tóxicos que aprendieron en su entorno más cercano, donde el afecto siempre venía acompañado de sufrimiento, críticas o chantajes. En ese contexto, lo más peligroso no es el maltrato evidente, sino la sutileza con la que se instala la idea de que eso es lo normal, de que eso es el amor.

El problema es que cuando el dolor se hace habitual, deja de doler de forma clara. Se confunde con la rutina, con el amor romántico que todo lo aguanta, con la promesa de que en algún momento la relación mejorará. Romper con esa ilusión implica un proceso profundo de reconstrucción interna, de reaprender a mirar lo que se necesita y lo que se merece en un vínculo afectivo.

Cómo influyen las experiencias previas en la percepción de las relaciones

Nuestra historia personal tiene un peso considerable en cómo nos relacionamos. Quienes han vivido situaciones de rechazo, abandono o violencia, ya sea en la familia, la escuela o la sociedad, pueden desarrollar un umbral más alto de tolerancia al malestar en sus vínculos. Es decir, pueden aguantar mucho más de lo que emocionalmente es saludable, simplemente porque en su vida han aprendido a resistir en lugar de a cuidarse.

Esto no significa que todas las personas LGTBIQ+ hayan vivido traumas afectivos, pero sí que muchas han atravesado experiencias que marcan su forma de confiar, entregarse y poner límites. En algunos casos, se genera una tendencia a la sobrecompensación: querer ser tan “buen pareja” que se acepta todo sin cuestionar nada. En otros, aparece el miedo a quedarse solo, lo que lleva a conformarse con relaciones que no nutren, solo llenan el vacío.

Además, cuando no se han tenido referentes positivos de amor en la adolescencia o juventud, es difícil saber cómo es una relación sana. Se puede confundir la intensidad con la conexión, los celos con la pasión, la dependencia con el amor verdadero. Identificar las red flags invisibles implica, en primer lugar, aprender a diferenciar entre lo que parece y lo que es.

Diez red flags invisibles en relaciones LGTBIQ+ que podrían estar afectando tu bienestar

Las red flags invisibles no son menos importantes por el hecho de pasar desapercibidas. De hecho, son precisamente esas señales sutiles las que más profundamente calan en nuestra autoestima y en nuestra capacidad de vincularnos de forma saludable. En el contexto de las relaciones LGTBIQ+, reconocer estas señales adquiere una dimensión especial, ya que muchas veces se entrelazan con heridas anteriores, con el miedo a no ser aceptade o con la necesidad de sentirse queride a toda costa.

Estas son las diez red flags invisibles:

1. Celos disfrazados de amor

“Te reviso el móvil porque te quiero”, “Me molesta que salgas tanto, pero es porque me importas”. Cuando alguien limita tu libertad usando el cariño como excusa, es hora de revisar esa dinámica.

2. Aislamiento progresivo

Poco a poco, vas dejando de ver a tus amigues, de hacer planes sin tu pareja o de hablar con ciertas personas. Lo que al principio parecía una conexión intensa se convierte en un mundo cerrado.

3. Comentarios que disminuyen tu identidad

Frases como “no parezcas tan gay”, “con esa ropa nadie te va a tomar en serio” o “te pasas con el tema trans” no son opiniones, son formas de invalidar quién eres.

4. Culpa constante por tener necesidades

Si sientes que expresar lo que necesitas siempre termina en discusiones o en que se te tache de exagerado, algo no está bien. Una relación no debería castigarte por ser tú.

5. Comparaciones encubiertas

Menciones frecuentes a ex parejas, idealización de otras relaciones o insinuaciones de que “antes era mejor” minan la autoestima y crean inseguridad constante.

6. Sexualidad condicionada

Cuando el deseo o el afecto se utiliza como moneda de cambio (“si haces esto, tendremos sexo”), se está jugando con tu derecho a vivir la intimidad con libertad.

7. Chistes que no hacen gracia

Bromas recurrentes sobre tu cuerpo, tu expresión de género o tu historia personal que, aunque se digan “en broma”, terminan doliendo. El humor no justifica la humillación.

8. Gaslighting emocional

Hacerte dudar de tus emociones, decirte que “estás exagerando” o que “te lo estás inventando” cuando expresas malestar es una forma de manipulación muy sutil y dañina.

9. Presión para encajar en un molde

Obligar a cumplir con una determinada imagen de pareja (masculina, femenina, discreta, liberal, monógama…) sin espacio para ser tú misma o tú mismo.

10. Silencios que castigan

El uso del silencio como forma de castigo emocional, dejando de hablar o desaparecer durante horas o días tras una discusión, es una forma de ejercer control emocional.

Prestar atención a estas señales como personas LGTBIQ+ no implica desconfiar de todas las relaciones, sino empezar a confiar más en uno mismo y en una misma. Escuchar cómo nos sentimos, validar nuestras emociones y poner límites claros son actos de autocuidado fundamentales. No se trata de huir a la primera incomodidad, pero tampoco de quedarse esperando que algo cambie cuando ya se ha cruzado la línea del respeto.

* Ángel Rull, psicólogo.