Psicología
¿Te sientes atrapado en la rutina diaria? Descubre cómo romper el ciclo en cinco pasos
La monotonía nos conecta con la tristeza

Cómo salir de la rutina diaria / 123


Ángel Rull
Ángel RullLicenciado en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, con más de 10 años de experiencia en el ámbito de la Psicología Sanitaria, tanto en clínica con población general, como en hospitales, con patologías más severas. Desde 2017, trabajo diariamente con personas de diferentes edades y con una amplio abanico de problemas de manera online, rompiendo las barreras físicas de la terapia convencional.
La rutina puede convertirse, con el paso del tiempo, en una estructura rígida que no solo organiza la vida, sino que también limita la experiencia emocional, el crecimiento personal y la creatividad. Cuando cada día parece un reflejo exacto del anterior, y las semanas se suceden sin apenas novedades, muchas personas comienzan a sentir una especie de vacío interno, una sensación de estancamiento difícil de nombrar, pero profundamente incómoda.
Esa vivencia de estar atrapado o atrapada en la rutina no aparece de un día para otro. Es un malestar que se va gestando lentamente, a veces sin darnos cuenta, hasta que una mañana nos preguntamos: ¿esto es todo? ¿Así va a ser mi vida los próximos años? Este sentimiento, aunque muy común, no debería tomarse a la ligera. Puede tener consecuencias importantes en la motivación, el estado de ánimo y las relaciones personales.
Desde la psicología, es importante comprender que la rutina no es, en sí misma, negativa. De hecho, ofrece estabilidad y previsibilidad. Sin embargo, cuando se convierte en un automatismo que impide el contacto con las propias necesidades, deseos o emociones, empieza a generar una desconexión interna.
¿Por qué la rutina nos atrapa sin darnos cuenta?
Uno de los motivos más habituales por los que muchas personas se sienten estancadas en su día a día tiene que ver con el funcionamiento automático de la mente. Una vez que adquirimos ciertos hábitos, nuestro cerebro tiende a repetirlos para ahorrar energía. Esta eficiencia cognitiva es muy útil para tareas cotidianas, pero también puede reducir la capacidad de reflexión y cambio.
Con frecuencia, la rutina diaria se instala con fuerza durante ciertas etapas vitales: el inicio de la vida laboral estable, la crianza de hijas e hijos, o el mantenimiento de una relación afectiva a largo plazo. En esos momentos, la prioridad suele ser la organización externa, lo que deja poco espacio para la exploración interna. Las decisiones se toman por inercia, y la urgencia de cumplir con las responsabilidades hace que se postergue cualquier espacio de pausa o cuestionamiento.
Además, la sociedad actual refuerza este modo de vida. Muchas personas se ven obligadas a encadenar jornadas intensas, sin apenas tiempo para detenerse a pensar cómo se sienten o qué les gustaría cambiar. Esta falta de contacto con uno mismo o una misma es precisamente lo que alimenta la sensación de atrapamiento. No es que la rutina sea el problema, sino que la persona deja de ser protagonista activa de su vida para convertirse en mera ejecutora de lo previsto.
Las consecuencias invisibles de vivir en piloto automático
Estar inmerso o inmersa en una rutina monótona puede tener efectos importantes en la salud mental y emocional, aunque no siempre sean fáciles de identificar. Muchas veces, el malestar se manifiesta de forma sutil: sensación de cansancio constante, dificultad para disfrutar de lo cotidiano, pérdida de interés por actividades que antes resultaban estimulantes o una creciente irritabilidad ante pequeños contratiempos.
A nivel emocional, esta situación puede derivar en estados de tristeza, apatía o insatisfacción prolongada. Es habitual escuchar frases como “no me pasa nada grave, pero no me siento bien” o “siento que tengo todo lo que necesito, pero algo me falta”. Este tipo de discursos suelen esconder una desconexión profunda con los propios deseos y con la capacidad de experimentar placer o motivación.
En muchos casos, se instala una especie de resignación: la persona se convence de que es normal vivir con ese malestar y aprende a tolerarlo, a costa de su bienestar emocional. Pero esta tolerancia no significa adaptación, sino bloqueo. Y ese bloqueo puede, con el tiempo, afectar las relaciones afectivas, el rendimiento laboral y la capacidad de tomar decisiones importantes para el propio crecimiento.
Es importante recordar que la rutina no solo organiza las horas del día, sino que también estructura la percepción del tiempo. Cuando todos los días se parecen, el tiempo parece pasar más rápido, generando una sensación de vida desaprovechada. Este sentimiento, si no se atiende, puede derivar en una pérdida progresiva del sentido vital.
Los cinco pasos para romper el ciclo
Sentirse atrapado o atrapada en la rutina no es un error personal ni una señal de debilidad. Es una llamada de atención del cuerpo y la mente que nos recuerda que la vida necesita movimiento, conexión y sentido. Reconocer este malestar es el primer paso para iniciar un cambio que no tiene por qué ser drástico, pero sí profundo.
Estos son los cinco pasos para romper el ciclo:
1. Escuchar el malestar sin minimizarlo
El primer paso es dejar de justificar lo que se siente. Si hay incomodidad, insatisfacción o sensación de estancamiento, es importante validarlo. No hace falta que haya una razón concreta. El malestar emocional no siempre se explica con lógica, pero siempre tiene algo que comunicar. Escucharse sin juzgar permite identificar qué partes de la rutina necesitan transformarse.
2. Identificar las rutinas que restan y las que suman
No todas las rutinas son negativas. Algunas sostienen la salud, el orden o el equilibrio. Pero otras, en cambio, drenan energía o impiden la expresión personal. Hacer una lista de las actividades diarias y preguntarse: “¿esto me aporta o me agota?” puede ser revelador. A veces, un pequeño cambio, como modificar el trayecto al trabajo o dedicar 20 minutos a una actividad placentera, puede marcar la diferencia.
3. Recuperar espacios para lo inesperado
La rutina tiende a eliminar lo imprevisible. Por eso, muchas veces se pierde la capacidad de asombro. Planificar momentos para hacer algo nuevo, aunque sea sencillo, puede ayudar a recuperar la vitalidad. No se trata de grandes aventuras, sino de gestos pequeños: leer un libro distinto, probar una receta desconocida o visitar un lugar al que nunca se ha ido.
4. Incluir la pausa como parte de la rutina
Paradójicamente, una de las mejores formas de romper la rigidez de la rutina es incorporando pausas dentro de ella. Detenerse durante unos minutos al día para respirar, estirarse o simplemente no hacer nada, permite salir del automatismo. La pausa no es una pérdida de tiempo: es un acto de presencia que ayuda a reconectar con lo que se está viviendo.
5. Dar espacio a lo que te hace sentir vivo o viva
Cada persona tiene actividades, personas o lugares que le conectan con su energía vital. Puede ser el arte, el deporte, la conversación o el contacto con la naturaleza. Recuperar esos espacios no es un lujo, sino una necesidad. Incluir al menos una experiencia significativa por semana puede contribuir a que la rutina deje de ser una cárcel para convertirse en un espacio habitable.
Como vemos, romper el ciclo de la monotonía no implica cambiar toda la vida, sino comenzar a habitarla desde un lugar más consciente. Porque cada día, incluso dentro de lo cotidiano, puede ser una oportunidad para redescubrirse y avanzar hacia una existencia más plena y significativa.
* Ángel Rull, psicólogo.
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