El diario de Noah

Rodalies: una fuente de estrés

"La falta de fiabilidad no solo afecta a mi puntualidad, sino también a mi estado de ánimo"

"Este estrés constante afecta también a mi salud mental. Hay días en los que vuelvo a casa agotada"

Un trabajador de Renfe informando, en la estación de Sants de Barcelona. | JORDI OTIX

Un trabajador de Renfe informando, en la estación de Sants de Barcelona. | JORDI OTIX / Manu Mitru

Noah Zafra

Noah Zafra

Sant Andreu de la Barca
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¡Vivir en una ciudad relativamente pequeña, cerca de Barcelona, tiene sus ventajas y desventajas. Por un lado, disfruto de la tranquilidad de un lugar menos bullicioso, pero por otro, la necesidad de salir de mi ciudad para trabajar o estudiar convierte el transporte público en una parte inevitable (y frustrante) de mi día a día.

Cuando el tren se retrasa, esa sensación de impotencia se traduce en ansiedad y frustración, y el día entero parece empezar mal"

Lo más desesperante es la espera en la estación de tren, especialmente cuando los horarios no se cumplen. Algunas líneas, operadas por ciertas empresas, suelen ser bastante puntuales, pero otras son un auténtico desastre. Retrasos continuos, cancelaciones sin explicación y trenes que desaparecen de la pantalla sin previo aviso se han convertido en algo demasiado habitual. Lo peor es que esta falta de fiabilidad no solo afecta a mi puntualidad, sino también mi estado de ánimo. Cuando el tren se retrasa, siento que pierdo el control de mi dia entero. Esa sensación de impotencia se traduce en ansiedad y frustración, y el día entero parece empezar mal.

La lucha por un asiento

Los trayectos tampoco son precisamente relajantes. Aunque los viajes en sí no son muy largos, las estaciones suelen estar abarrotadas y conseguir un asiento se convierte en una lucha diaria. A veces da la impresión de que el viaje es una competición en la que todos intentamos llegar antes que los demás, como si eso pudiera arreglar el retraso del tren.

El ambiente es tenso: personas apuradas, empujones en los andenes y vagones saturados de gente que apenas se mueve

El ambiente es tenso: personas apuradas, empujones en los andenes y vagones saturados de gente que apenas se mueve. Esta combinación de aglomeraciones, ruido y falta de espacio genera una incomodidad constante que se queda conmigo durante el resto del día. Y a esto se suma la diversidad de personas que te encuentras en el tren, que en muchas ocasiones contribuyen a que la experiencia sea aún más estresante. Desde aquellos que hablan en voz demasiado alta hasta quienes no respetan el espacio común, viajar en transporte público a veces parece una prueba de paciencia continua.

Regreso agotada

Este estrés constante no solo afecta mi estado de ánimo sino que también a mi salud mental. Hay días en los que vuelvo a casa sintiéndome completamente agotada, como si no solo hubiera gastado energía física, sino también mental.

Estas experiencias me han hecho darme cuenta de lo importante que es desconectar del ruido y las prisas

La acumulación de estos momentos genera una sensación de agotamiento que va más allá de estar cansada. Te sientes atrapada en una rutina asfixiante, donde el tiempo y el control parecen escaparse de tus manos. Estas experiencias me han hecho darme cuenta de lo importante que es encontrar formas de desconectar del ruido y las prisas. Porque, aunque el transporte público es inevitable para muchos de nosotros, no debería ser sinónimo de estrés y frustración constantes.