Salud y tabú

Radiografía del 'masking': cuando el sufrimiento emocional se hace invisible

Las consecuencias de esta ocultación son fatiga mental, la disociación de la identidad e incluso el burnout

Una de las grandes trampas de la alta funcionalidad es que, a ojos externos, la persona parece estar bien

Eiden, tras la entrevista, en Barcelona.

Eiden, tras la entrevista, en Barcelona. / MANU MITRU

Marc Darriba

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Barcelona
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“Pasé años pensando que yo era lo que fingía ser, y resultó que solo era una máscara que me ponía para funcionar y no ser el raro”, explica Eiden, activista de Obertament y educador social. Ha convivido con problemas de salud mental desde los 13 años y no identificó hasta los 20 que gran parte de su forma de relacionarse con los demás estaba basada en un mecanismo de ocultación. “Pensaba que todo el mundo hacía lo mismo: fingir estar contento cuando estás mal. No sabía que había gente que simplemente se permitía estar triste”, confiesa. El de Eiden no es un caso aislado, se trata del llamado masking, que permite sobrevivir socialmente a costa de sufrir una carga psicológica que, según destacan los expertos, genera una gran carga.

Pensaba que todo el mundo hacía lo mismo: fingir estar contento

Eiden

— Activista de Obertament y educador social

Y es que quien en salud mental tiene la llamada alta funcionalidad consigue mantener una imagen de normalidad y eficacia que evita juicios y rechazo, mientras oculta un sufrimiento profundo que pasa desapercibido para su entorno. Según la psicóloga Silvia Dal Ben, este fenómeno es habitual en personas con trastornos como TEA (Trastorno del Espectro Autista), TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), ansiedad o depresión de alta funcionalidad.

Barcelona 12/02/2025 Barcelona. Entrevista para reportaje sobre gente que esconde sus problemas de salud mental. Entrevistado: Eiden, de Obertamenet. AUTOR: MANU MITRU

Eiden, tras la entrevista. / MANU MITRU

El masking es un mecanismo de supervivencia. Las personas lo utilizan para adaptarse y evitar el rechazo social, pero a largo plazo puede provocar un desgaste emocional profundo”, explica. Entre las consecuencias, Dal Ben señala la fatiga mental, la disociación de la identidad e incluso el burnout o síndrome del trabajador quemado.

Invisibilizados por su propio éxito

Una de las grandes trampas de la alta funcionalidad es que, a ojos externos, la persona parece estar bien. Esto hace que reciba menos apoyo y que su sufrimiento sea menos validado. “La sociedad valora la productividad y la independencia, y quien parece cumplir con estas expectativas tiene más dificultades para ser creído cuando expresa malestar”, dice Dal Ben.

Hay gente que no me ha creido hasta que me ha visto en crisis ¿Hay que llegar a este extremo para que te tomen en serio?

Eiden

— Testimonio en primera persona, activista de Obertament y educador social

Esta experiencia es compartida por Eiden: “Con mi familia cercana quizá era más fácil, pero con amigos, compañeros de trabajo o parientes lejanos, si yo decía que estaba mal y me veían funcional, no me creían. Hay gente que no me ha llegado a creer hasta que me ha visto en crisis. Pero ¿realmente hay que llegar a este extremo para que te tomen en serio?”.

Unobravo ha detectado que muchas personas con alta funcionalidad piden ayuda tarde y que a menudo ni siquiera reciben un diagnóstico correcto. “Su capacidad para cumplir con las demandas del día a día genera la falsa impresión de bienestar. Esto es especialmente común en mujeres, en personas con logros académicos o en colectivos neurodivergentes”, explica Dal Ben.

La presión de las redes sociales

Un factor que acentúa el masking es la influencia de las redes sociales. Dal Ben señala que estas plataformas fomentan la necesidad de proyectar una imagen de éxito y felicidad constante, lo que agrava la disonancia entre la realidad emocional y la percepción externa.

Muchas personas sienten la presión de mostrarse exitosas en redes, aunque en realidad estén sufriendo en silencio

Silvia Dal Ben

— Psicóloga

“Muchas personas sienten la presión de mostrarse funcionales y exitosas en redes, aunque en realidad estén sufriendo en silencio”, explica. Eiden también reconoce haber sentido esta presión: “En las redes es muy fácil caer en la trampa de hacer ver que estás bien porque todo el mundo lo hace. Pero cuando empiezas a mostrar la realidad, te das cuenta de que mucha gente está igual y no lo dice”.

"Ya no me callo"

Desprenderse de la máscara no es fácil, pero es necesario, según los especialistas. Para Eiden, el activismo ha sido clave: “Hablar de ello me ha permitido entender que no estaba solo y que muchas otras personas habían pasado por lo mismo”. Hoy, intenta ser transparente sobre cómo se siente y anima a otras personas a hacer lo mismo: “Ya no me lo callo. Antes se acumulaba dentro y era mucho peor. Ahora, si estoy mal, lo digo. Y si la gente no lo quiere escuchar, pues problema suyo”.

Necesitamos educación emocional desde pequeños, espacios laborales que normalicen la vulnerabilidad

Silvia Dal Ben

— Psicóloga

Para Dal Ben, el cambio debe ser social: “Necesitamos educación emocional desde pequeños, espacios laborales que normalicen la vulnerabilidad y un sistema de salud que detecte estas situaciones a tiempo”. Fomentar la reflexión y la comprensión sobre la alta funcionalidad puede ser el primer paso para dejar de premiar la ocultación y empezar a validar el sufrimiento real de las personas.