Psicología

¿Tu hijo está más callado de lo normal? Podría estar sufriendo estrés sin que te des cuenta

El silencio puede ser indicador de malestar psicológico

Silencio y estrés en niños

Silencio y estrés en niños / 123RF

Ángel Rull

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El estrés en la infancia es una respuesta fisiológica y emocional ante situaciones que el niño percibe como amenazantes o desbordantes. Aunque a menudo se asocia el estrés con la vida adulta, la realidad es que los niños también pueden experimentarlo de manera intensa. La diferencia radica en que, debido a su desarrollo emocional y cognitivo, es posible que no sepan identificarlo ni expresarlo con claridad.

Este tipo de estrés puede manifestarse a través de cambios en el comportamiento, en las emociones o en la salud física. Algunas veces, los signos son evidentes, como llanto frecuente o rabietas, pero en otras ocasiones pueden ser mucho más sutiles, como una disminución en la comunicación verbal o la aparente apatía ante actividades que antes disfrutaban.

Es fundamental comprender que el estrés infantil no siempre se presenta con los mismos síntomas en todos los casos. Algunos niños pueden exteriorizarlo a través de hiperactividad o irritabilidad, mientras que otros pueden volverse más retraídos y silenciosos, lo que hace que sus cuidadores tarden más en percatarse del problema.

¿Qué origen tiene?

El estrés en la infancia puede tener múltiples causas. Entre ellas, destacan los cambios importantes en la vida del niño, como la llegada de un hermano o hermana, la separación de los progenitores, el cambio de escuela o de residencia. Cualquier modificación en su entorno puede generar una sensación de inestabilidad y ansiedad que derive en estrés.

Otro factor desencadenante es la presión académica. A medida que crecen, muchos niños se enfrentan a altas expectativas en el ámbito escolar, ya sea por parte del sistema educativo, de sus familias o de ellos mismos. La exigencia constante y el miedo al fracaso pueden generar tensión y angustia, especialmente si no cuentan con estrategias adecuadas para gestionar sus emociones.

Las relaciones sociales también juegan un papel clave. Los conflictos con amistades, el acoso escolar o la sensación de no encajar en su grupo pueden causar altos niveles de estrés en los niños. A veces, incluso situaciones que los adultos consideran inofensivas pueden ser interpretadas como amenazantes por los menores, lo que intensifica su malestar emocional.

¿Qué consecuencias tiene?

El estrés infantil no solo afecta el bienestar emocional del niño, sino que también puede tener un impacto significativo en su desarrollo físico y cognitivo. A nivel emocional, el estrés prolongado puede generar ansiedad, tristeza e inseguridad, afectando la autoestima y la capacidad de afrontar nuevos problemas con confianza.

En el ámbito físico, los niños que experimentan estrés de manera constante pueden desarrollar síntomas como dolores de cabeza, molestias estomacales, alteraciones en el sueño y fatiga constante. Estos signos pueden ser confundidos con enfermedades comunes, lo que retrasa su identificación como parte de un cuadro de estrés.

Asimismo, el estrés puede afectar la concentración y el rendimiento académico. Un niño que está bajo un alto nivel de tensión emocional podría mostrar dificultades para prestar atención en clase, olvidar información con facilidad o evitar participar en actividades escolares. Si no se detecta a tiempo, esta situación puede derivar en problemas de aprendizaje y desmotivación escolar.

Los nueve signos de estrés invisible en niños

El estrés en la infancia es una realidad que muchas veces pasa desapercibida, ya que los niños no siempre tienen las herramientas para expresar su malestar. Por ello, es esencial prestar atención a los cambios en su comportamiento y emocionales. El silencio inusual, las alteraciones en el sueño o el aislamiento social pueden ser indicios de que un niño está lidiando con estrés de manera interna.

Estos son los nueve signos de estrés invisible en niños:

1. Silencio inusual

Uno de los signos más difíciles de detectar es el silencio. Si un niño que solía expresarse con facilidad empieza a hablar menos o evita compartir sus pensamientos y emociones, podría estar experimentando estrés.

2. Cambios en el apetito

Alteraciones en la alimentación, como la falta de hambre o comer en exceso, pueden ser indicios de un malestar emocional.

3. Alteraciones en el sueño

Dificultades para conciliar el sueño, pesadillas recurrentes o despertares nocturnos frecuentes pueden indicar que el niño está bajo estrés.

4. Irritabilidad y cambios de humor

Aunque el estrés no siempre se manifiesta con agresividad, algunos niños pueden mostrarse más irritables o reaccionar con frustración ante pequeños contratiempos.

5. Aislamiento social

Si un niño empieza a evitar el contacto con sus amistades o familiares, podría estar intentando manejar su malestar en soledad.

6. Disminución del interés en actividades

Perder interés en juegos, pasatiempos o actividades que antes disfrutaba puede ser una señal de que algo le está afectando emocionalmente.

7. Dificultad para concentrarse

Problemas para enfocarse en tareas escolares o juegos pueden ser un signo de que la mente del niño está sobrecargada de preocupaciones.

8. Quejas físicas sin explicación médica

Dolores de estómago, de cabeza o sensaciones de malestar general sin una causa aparente pueden estar relacionados con altos niveles de estrés.

9. Regresión a comportamientos anteriores

Volver a hábitos de etapas anteriores, como chuparse el dedo o aferrarse a objetos de apego, puede ser una forma de afrontar el malestar emocional.

Entender las causas y consecuencias del estrés infantil permite acompañar de manera efectiva a los niños en la gestión de sus emociones. Validar sus sentimientos, ofrecer un espacio de confianza y fomentar hábitos saludables son estrategias clave para ayudarles a afrontar las dificultades de manera positiva. Estar atentos a estas señales y brindar apoyo puede marcar la diferencia en su bienestar emocional y desarrollo integral.

* Ángel Rull, psicólogo.