Artes escénicas y psiquiatría
¿Hasta dónde llega el amor de la madre de un joven con trastorno mental?
'La dona del tercer segona', estrenada este lunes, golpea describiendo cobardías, rechazo y desatención
"La gente no está acostumbrada, quizás da miedo", relata la protagonista del monólogo
¿Eres cuidadora o cuidador de una persona con un trastorno mental? ¿Quieres compartir tu vivencia?

Àurea Márquez, en una escena del monólogo 'La dona del tercer segona'.


Fidel Masreal
Fidel MasrealPeriodista
Licenciado en Ciències de la Comunicació por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), curso de periodismo jurídico-político por la UAM - El País, ha ejercido como periodista político en Onda Cero, diari Menorca, Ràdio Barcelona (cadena SER) -donde fue jefe de la sección de Política- y Els Matins de TV3. Desde septiembre del 2008 es redactor en El Periódico, primero como cronista parlamentario en Madrid y en la actualidad especializado política catalana. Autor de "Conviure amb la depressió" (Mina, Eniclopèdia Catalana, 2007), "Game Over: els partits polítics, corrupció i vicis del sistema" (La Mansarda, 2013), "Cuentos Ex" (Magma Editorial, 2019) y "Contes del procés" (Magma, 2019). Colabora como analista en TVE, Catalunya Ràdio, SER Catalunya y RAC-1, entre otros.
¿Qué estaría dispuesta a hacer la madre de un joven con trastorno mental? La respuesta está en el espai Texas de Barcelona, donde desde este lunes se representa 'La dona del tercer segona', un monólogo que interpreta de forma sobrecogedora Àurea Márquez. En poco más de una hora, la obra ofrece un retrato extraordinariamente fiel de la vivencia de tantas madres cuidadoras de sus hijos con problemas psiquiátricos. Una vivencia desesperada, cruda, que topa con los prejuicios y el rechazo del entorno más cercano. Madres coraje que, como la protagonista, llegan a extremos en apariencia nocivos para lograr que atiendan a su hijo. En este caso un joven de casi 22 años.
'La dona del tercer segona' sacude tanto al espectador que en su estreno hace cuatro años y medio sirvió como motivo de coloquio y debate con entidades que luchan contra el estigma. No es de extrañar que en esta ocasión las representaciones de nuevo sean no solo una propuesta artística sino un puñetazo encima de la mesa de la falta de apoyos, recursos y salidas de estas madres y de sus hijos.
Nada es lo que parece
El texto -sobre el que conviene no avanzar detalles de su evolución- arranca con un suceso protagonizado por el hijo de la protagonista. Aparece la enfermedad, un impulso violento del joven. Pero nada es lo que parece y el espectador va descubriendo, como en la vida real, lo fácil que es señalar, estigmatizar y reducir a violenta a una persona con un trastorno. Es más, la realidad es probablemente muy distinta, casi opuesta. La madre relata, en el monólogo, sobre la enfermedad: "La gente no está acostumbrada, quizás da miedo".
El desequilibrio y el talento
La obra no esconde las distintas fases de un trastorno. El desequilibrio, los insultos, los gritos. Y también la evidencia de un joven con talento, que sabe escribir, que se disculpa. Una madre que no esconde su desesperación y al mismo tiempo su voluntad de luchar.
El miedo
Ese miedo, el que engendra el estigma y la acusación, sobrevuela sobre la historia. La madre dice a sus vecinos de escalera lo que no quieren oír e incluso llega a entenderlos pese a que se van descubriendo actitudes y conductas de todo menos solidarias. Incluida la de un padre ausente.
Esta falta de solidaridad lleva el relato, de forma metafórica, a interpelar al espectador sobre la diversidad. En concreto sobre cuánta diversidad estamos dispuestos a aceptar, a practicar, a buscar, o cuanta homogeneidad necesitamos a la hora de convivir o, sencillamente, a la hora de escoger un bistec.
¿La pastilla como solución?
El papel de la sanidad pública, del psiquiatra en este caso, forma parte de la historia. La madre clama contra la decisión de medicar a su hijo, de "dejarlo medio tonto" con estas pastillas, porque "no le sirven de nada". Y describe -como sucede en la realidad- cómo a su hijo le dan hora "muy de tanto en tanto" y no se dan cuenta de que el tratamiento no funciona. "Necesita que lo miren", clama la madre. Tan sencillo como eso. Y tan común.
"Podría hacer cosas bonitas"
A partir de ahí llega un desenlace (que hay que ir a ver al teatro) fruto de esta desesperada necesidad de una madre de que atiendan a su hijo, el que escribe poesía, el que disfruta del cine, el "que podría hacer cosas bonitas". La actriz logra conmover gracias a su manera de trasladar al espectador un texto desesperado, aparentemente caótico, lleno de veracidad, escrito por Víctor Borràs Gasch, en una obra dirigida por Ivan Benet. Un texto que aúna, como pocas veces, artes escénicas y denuncia social a partir de un hecho aparentemente menor que abre la caja de los truenos. Una caja que está mucho más cerca de lo que muchos creen.
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