Aniversario de la invasión Rusa
La inseguridad atenaza a las familias ucranianas tres años después
Las dificultades burocráticas, el acceso a la vivienda y las diferencias culturales son algunos de sus obstáculos

Kira Bartink Barvinska, alumna de la escuela ucraniana Mriya en Barcelona / VICTORIA ROVIRA / EPC


Marc Darriba
Marc DarribaDespués de tres años de exilio, las personas refugiadas siguen enfrentándose a desafíos emocionales y de integración, como se abordó en la primera parte de este reportaje. Cuando tuvieron que dejar atrás su vida en Ucrania, muchas familias se encontraron en una situación de total incertidumbre. Tres años después, algunas han conseguido establecerse en Catalu¡nya, mientras que otras aún viven en una provisionalidad que dificulta su adaptación. Las dificultades burocráticas, el acceso a la vivienda y las diferencias culturales son solo algunos de los obstáculos que han tenido que superar.
Acogida: primera red de apoyo imprescindible
En los primeros meses de la guerra, muchas familias refugiadas encontraron acogida en casas de familiares, amigos o personas anónimas dispuestas a ayudar. “Nosotros no sabíamos a dónde ir. Aquí teníamos amigos desde hacía diez años y nos invitaron a su casa. Nos quedamos un mes y medio con ellos hasta que encontramos una alternativa”, explica Maksim Bartink, periodista refugiado y padre de Kira, una niña de nueve años que, además de asistir a una escuela catalana, pasa los sábados estudiando en la escuela ucraniana Mriya.
Esta solidaridad inicial, sin embargo, no siempre puede mantenerse a largo plazo. “Muchas familias llegan con la idea de que podrán regresar pronto, pero con el tiempo se dan cuenta de que tienen que empezar de cero. Nosotros ya acogíamos a Ruslana en verano y en Navidad. Cuando acogimos a su madre y al resto de su familia, la madre pensaba que sería por poco tiempo, pero la realidad es que después de tres años siguen aquí intentando reconstruir su vida. Es un proceso largo y muy duro emocionalmente”, explica Nanda Aixendri, vecina de Amposta que ha acogido a una familia refugiada.
Después de tres años siguen aquí intentando reconstruir su vida. Es un proceso largo y muy duro emocionalmente
“La acogida es esencial en el primer momento, pero posteriormente se necesita un apoyo estructurado para garantizar una adaptación real”, añade Aixendri. Muchas familias han tenido que buscar alternativas por su cuenta, a menudo encontrando dificultades para acceder a una vivienda digna. “Al principio, la gente quiere ayudar; pero luego los recursos se agotan y las familias tienen que empezar de cero en un país nuevo. Hay mucha solidaridad al principio; aun así, el apoyo estructural es insuficiente. Nosotros recibimos ayuda de asociaciones como AUTE y Cáritas; sin embargo, la burocracia para conseguir ayudas oficiales es muy lenta y complicada”, agrega Aixendri.

Kira Bartink y su padre Maksym Bartink en la escuela ucraniana Mriya, en Barcelona / VICTORIA ROVIRA / EPC
Según Svitlana Shkolna, directora de la Escuela Mriya, la acogida ha sido fundamental, pero también ha supuesto un desafío: "muchas familias han llegado con grandes dificultades emocionales. Los niños han tenido que cambiar de entorno, de idioma y de escuela de golpe, y eso no es fácil. En la escuela trabajamos para darles estabilidad y un espacio donde se sientan seguros con todos los medios de los que disponemos”.
Los niños han tenido que cambiar de entorno, de idioma y de escuela de golpe, y eso no es fácil
Idioma, trabajo y trámites, desafíos cotidianos
La integración de las familias refugiadas no es solo una cuestión de alojamiento. “Al principio, no podíamos ni ir solos al supermercado porque no entendíamos nada”, explica Maksim Bartink. “Muchas madres llegan solas con sus hijos y tienen que empezar de cero sin conocer el idioma ni el sistema. Además de encontrar trabajo, deben gestionar toda la burocracia, y eso es muy difícil sin apoyo”, dice Nanda Aixendri. El aprendizaje del idioma, la búsqueda de empleo y la gestión de los trámites administrativos son algunos de los mayores retos. “Cuando llegamos, no sabíamos cómo funcionaba nada aquí. Tenía que traducir cada documento y cada conversación con el móvil para entender qué teníamos que hacer”, recuerda Bartink.
Cuando llegamos, no sabíamos cómo funcionaba nada aquí. Tenía que traducir cada documento y cada conversación con el móvil
Además, la inestabilidad laboral afecta a muchas familias refugiadas. “Lo más complicado es encontrar un trabajo estable cuando no tienes red ni conoces las normativas laborales. Durante los primeros meses, los medios ucranianos estábamos muy parados y fue muy difícil trabajar; luego fuimos recuperando la estabilidad”, nos dice Maksim, que ahora trabaja en remoto para varios medios de Ucrania. “Mi mujer es bailarina y artista de circo, pero aquí no encontraba trabajo. Ha tenido que trabajar en diferentes países hasta que finalmente ha encontrado empleo en un circo aquí”, añade.
Estas dificultades se multiplican en familias monoparentales, especialmente aquellas formadas por madres que han llegado solas con sus hijos, como la que ha acogido Nanda, ya que deben compaginar la crianza con la integración laboral. “Oksana, la madre de la familia que acogemos, ha tenido que trabajar con un sueldo muy básico, y eso hace que todavía hoy sea difícil conseguir estabilidad e independencia”, explica.
El apoyo psicológico y el duelo migratorio
El desarraigo emocional y la incertidumbre constante también tienen un fuerte impacto en el bienestar de las familias refugiadas. “Cada año que pasa, la sensación de inestabilidad aumenta”, afirma Mariana Sorochuk, de la asociación Djerelo. La falta de un futuro claro genera angustia, especialmente entre los más pequeños. “Hay niños que han tenido que vivir situaciones traumáticas y que tienen dificultades para adaptarse a la nueva realidad”, añade.
Cada año que pasa, la sensación de inestabilidad aumenta
A pesar de estas dificultades, muchas familias intentan mantener una cierta normalidad en su vida cotidiana. “Nuestra hija ahora está enamorada de España y quiere quedarse aquí”, dice Maksim. Con el paso del tiempo, las familias han ido reconstruyendo sus vidas, pero la incertidumbre sigue siendo una realidad para muchos niños y adolescentes refugiados. Su adaptación a las escuelas, el mantenimiento de los vínculos con su país de origen y los desafíos emocionales que enfrentan continúan siendo uno de los principales objetivos de sus familias, ya sean biológicas o de acogida.
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