Tres años desde la invasión rusa
Los exiliados de la guerra de Ucrania sufren el conflicto con estrés y agotamiento emocional
La ansiedad sacude de forma grave a todos los desplazados, advierten las entidades
La incertidumbre sobre el futuro y la convivencia con el pasado, claves

Prisioneros de guerra ucranianos liberados por Rusia el pasado 3 de enero. / PRESIDENCIA DE UCRANIA / EFE


Marc Darriba
Marc DarribaTres años después, la comunidad ucrania exiliada a Catalunya debido a la invasión rusa (en un movimiento que incluye a miles de personas desplazadas a toda Europa), la incertidumbre, la separación familiar y el desarraigo se han transformado en situaciones graves de duelo, ansiedad y estrés postraumático.
Todos los refugiados pasan por un duelo migratorio; en este caso, el trauma se agrava porque la separación es forzada
Según datos del Servicio de Atención a Inmigrantes, Emigrantes y Refugiados (SAIER), desde el inicio de la guerra han atendido a 4.182 personas refugiadas provenientes de Ucrania. Además de las dificultades administrativas y logísticas, muchas han experimentado una afectación emocional profunda, derivada tanto de las circunstancias de su exilio como de la imposibilidad de volver a casa. “Todas las personas refugiadas pasan por un duelo migratorio, pero en casos como estos, el trauma se agrava porque la separación ha sido forzada”, explica Xavier Cubells, director de servicios de inmigración y refugio del Ayuntamiento de Barcelona.
La presión psicológica de la incertidumbre
Esta inestabilidad ha tenido un impacto psicológico evidente. La asociación Djerelo, que acompaña a la comunidad ucraniana en Catalunya, ha detectado un aumento significativo de casos de ansiedad y estrés postraumático. “No hay personas que estén completamente bien. Todo el colectivo oscila entre la gravedad y la máxima gravedad”, afirma Mariana Sorochuk, vicepresidenta de la entidad.
No hay personas que estén completamente bien. Todo el colectivo oscila entre la gravedad y la máxima gravedad
Según el SAIER, en 2022 atendieron a 3.344 refugiados ucranianos, en 2023 la cifra bajó a 665, y en 2024, a 173. Esta tendencia refleja una estabilización en la llegada de nuevos refugiados, pero también un agotamiento de los recursos disponibles para ellos.
Esta realidad también ha sido observada por Viktoria Vaskevych, psicóloga y refugiada, que trabaja con niños y adultos que han sufrido directamente los estragos de la guerra. “Los primeros dos años, mucha gente pensaba que regresaría pronto, pero ahora la situación se ha vuelto más compleja. Hay una combinación de agotamiento emocional e incertidumbre permanente sobre el futuro”, explica.
De la supervivencia a la reconstrucción
Las instituciones han respondido con diferentes mecanismos de apoyo. En Barcelona, el programa de “ventilación emocional” impulsado por el Colegio Oficial de Psicólogos de Catalunya (COPC) ofreció sesiones grupales para ayudar a procesar el trauma. Sin embargo, según el SAIER, la participación inicial fue baja, ya que muchas personas priorizan su estabilidad antes de poder abordar el impacto emocional del exilio. “La gente no puede hacer un trabajo psicológico que implique mostrarse muy vulnerable cuando aún está intentando sobrevivir”, apunta Cubells.
Hay una combinación de agotamiento emocional e incertidumbre permanente sobre el futuro
En 2022, 958 refugiados ucranianos obtuvieron protección temporal en Barcelona, mientras que en 2023 la cifra cayó a 38 y en 2024 a 52. Esta reducción pone de manifiesto diversos aspectos. Primero, las reticencias de la comunidad ucraniana refugiada a quedar totalmente a merced de las decisiones de la administración: “Había momentos en los que, dado que la protección opera en el ámbito estatal, había personas ubicadas en un lugar a las que querían trasladar a otro territorio y esto provocaba que renunciaran a la protección temporal”, comenta Cubells.
Moverse después de haber creado un vínculo con una comunidad, por incipiente que sea, provoca un impacto emocional muy grande
Sonia Fuertes, comisionada de acción social del Ayuntamiento de Barcelona, añade que “posiblemente estarían mejor una vez desplazadas, pero moverse después de haber creado un vínculo con una comunidad, por incipiente que sea, provoca un impacto emocional muy grande”. Por otro lado, la estabilización de la situación en la que, como apunta Cubells, “estamos convirtiendo una crisis en un fenómeno estructural, como ya ha ocurrido con la vía canaria”.
La incertidumbre también afecta las decisiones a largo plazo. “Hay refugiados con estudios universitarios que no pueden homologar sus títulos y se sienten desorientados”, dice Sorochuk. Según ella, este sentimiento de estancamiento es una de las principales causas de angustia.
Aprender a convivir con el pasado
A pesar de las dificultades, la esperanza persiste. Muchos refugiados han encontrado apoyo en la comunidad ucraniana local, en asociaciones y en redes de ayuda mutua. “Intentamos ofrecer espacios de encuentro y actividades que ayuden a generar un sentimiento de normalidad”, explica Sorochuk. Para Vaskevych, “no se trata de olvidar el pasado, sino de aprender a convivir con él y encontrar una nueva forma de vivir el presente”.
No se trata de olvidar el pasado, sino de aprender a convivir con él y encontrar una nueva forma de vivir el presente
Después de tres años de exilio, la pregunta sigue abierta para muchos refugiados: ¿podrán volver algún día a casa o tendrán que construir una nueva vida desde cero? La respuesta aún es incierta, pero lo que queda claro es que el trauma y la resiliencia forman parte inseparable de su camino.
Fuertes advierte que, si la guerra se alarga aún más, la situación se volverá todavía más complicada para los refugiados: “Cada año que pasa, las personas refugiadas se ven obligadas a reconstruir su vida desde cero, y la incertidumbre no ayuda en este proceso. Hay un agotamiento emocional creciente y una sensación de desprotección cada vez más evidente, especialmente en los más vulnerables, como niños y personas mayores”.
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