Psicología

Las fases de una ruptura: así se reflejan en tu día a día

El duelo interfiere en nuestra rutina

Las fases de una ruptura de pareja

Las fases de una ruptura de pareja / 123RF

Ángel Rull

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Una ruptura sentimental es un proceso emocionalmente complejo que marca el fin de una relación afectiva. No se trata solo de la separación física entre dos personas, sino de una transformación profunda en la manera en que se perciben a sí mismas y a su entorno. La ruptura implica un reajuste emocional, cognitivo y social que puede extenderse durante semanas, meses o incluso años.

El fin de una relación puede producirse por distintos motivos: diferencias irreconciliables, falta de comunicación, desgaste emocional o incluso por circunstancias externas que dificultan la continuidad de la pareja. En cualquier caso, la persona que atraviesa una ruptura experimenta una serie de cambios internos que pueden impactar significativamente su vida cotidiana.

Desde la psicología, se ha demostrado que las rupturas afectan diversas áreas de la vida, incluyendo la salud mental, la autoestima y las relaciones interpersonales. En muchos casos, las personas atraviesan un periodo de duelo similar al que se vive tras una pérdida significativa, con etapas que varían en intensidad y duración.

¿Por qué no es lineal?

El proceso de una ruptura no sigue un camino recto ni uniforme. A diferencia de lo que podría pensarse, no existe una progresión establecida en la que cada persona pase de una fase a otra de manera predecible. En realidad, las emociones fluctúan y se entrelazan, generando momentos de aparente superación seguidos de recaídas inesperadas.

Uno de los factores que hacen que una ruptura sea tan impredecible es la influencia de los recuerdos y de los vínculos emocionales previos. Es posible que, tras días o semanas de relativa estabilidad, un evento, una canción o incluso un lugar despierten emociones intensas que parecían superadas. Esta variabilidad en las reacciones emocionales puede generar sensaciones de frustración o confusión, pero es parte natural del proceso.

Además, la duración y la intensidad del duelo amoroso dependen de múltiples factores: la profundidad del vínculo, el tiempo compartido, la manera en que se produjo la ruptura y el apoyo social con el que se cuente. Por ello, es importante comprender que cada persona atraviesa su propio ritmo y que no hay una forma única de vivir este proceso.

¿Cuáles son las fases de una ruptura?

Desde la psicología, se han identificado diversas fases que componen el proceso de duelo tras una ruptura sentimental. Aunque no todas las personas las experimentan de la misma forma ni en el mismo orden, estas etapas pueden ayudar a comprender los cambios emocionales que se presentan.

Estas son las etapas:

1. Negación

En esta fase, la persona puede tener dificultades para aceptar la realidad de la ruptura. Puede persistir la esperanza de una reconciliación o la idea de que todo es un error temporal. La negación actúa como un mecanismo de defensa que amortigua el impacto inicial de la separación.

2. Tristeza y confusión

Al tomar conciencia de la pérdida, es común experimentar una profunda tristeza, acompañada de preguntas sin respuesta y de una sensación de vacío. Durante esta fase, pueden surgir cambios en el estado de ánimo, dificultades para dormir o incluso una disminución del interés por actividades que antes generaban placer.

3. Rabia y frustración

Al comprender la irreversibilidad de la situación, pueden aparecer sentimientos de injusticia o culpa. Algunas personas buscan encontrar responsables, ya sea en sí mismas o en la expareja. Esta fase es clave, ya que permite canalizar la energía emocional acumulada y avanzar hacia la siguiente etapa.

4. Aceptación y resignación

Con el tiempo, la persona comienza a aceptar la realidad y a reconfigurar su vida sin la presencia de su expareja. Se retoman actividades personales y se abre la posibilidad de reconstruir la identidad individual. Aunque aún pueden surgir momentos de nostalgia, estos no interfieren de manera significativa en el día a día.

5. Reconstrucción

Finalmente, se llega a una fase de equilibrio emocional en la que la ruptura se integra como una experiencia de aprendizaje. La persona se siente más fuerte y capaz de establecer nuevos vínculos sin la carga emocional del pasado.

¿Cómo se reflejan en el día a día esas fases?

Las distintas fases de una ruptura tienen un impacto directo en la rutina diaria. Desde la alimentación y el sueño hasta la concentración y la interacción con otras personas, cada etapa puede generar cambios notorios en el bienestar cotidiano.

Durante la negación, es común que la persona intente mantener sus hábitos habituales, evitando pensar en la ruptura. Sin embargo, esto puede llevar a conductas evitativas, como el uso excesivo del trabajo o del entretenimiento para no enfrentar las emociones. También es frecuente que haya dificultad para tomar decisiones claras debido a la confusión emocional.

En la fase de tristeza, el día a día puede verse afectado por una disminución en la motivación. Es posible que se pierda el interés por salir, que la alimentación se vuelva irregular o que se experimenten problemas para dormir. El sentimiento de soledad puede intensificarse en momentos como las noches o los fines de semana, cuando la ausencia de la expareja se percibe con mayor fuerza.

En la etapa de rabia, la forma en que se percibe el entorno cambia. Puede haber mayor irritabilidad en las interacciones cotidianas, menor tolerancia a la frustración y una tendencia a interpretar los eventos con un filtro negativo. Durante esta fase, también pueden surgir impulsos de contacto con la expareja, ya sea para obtener respuestas o expresar emociones reprimidas.

A medida que se avanza hacia la aceptación y la reconstrucción, la vida diaria comienza a recuperar estabilidad. Se retoman actividades placenteras, se reconstruyen relaciones sociales y se desarrollan nuevos hábitos. La persona aprende a disfrutar de su tiempo en solitario y encuentra nuevas formas de bienestar.

Las rupturas sentimentales son procesos complejos que afectan la vida emocional y cotidiana de quienes las atraviesan. Aunque existen fases identificables, cada persona experimenta el duelo de manera única y con tiempos propios. Lo importante es comprender que la recuperación no es lineal y que es natural vivir momentos de avance y retroceso.

Reconocer los cambios que genera una ruptura en el día a día puede ayudar a gestionar mejor el proceso y a aceptar que las emociones forman parte del camino. Con el tiempo, es posible integrar la experiencia como un aprendizaje y retomar la estabilidad emocional, permitiendo el crecimiento personal y la apertura a nuevas oportunidades afectivas.

* Ángel Rull, psicólogo.