Psicología
El estudio que revela cuál es la mejor emoción
Lo que sentimos tiene una función evolutiva

¿Cuál es la mejor emoción? / 123RF


Ángel Rull
Ángel RullLicenciado en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, con más de 10 años de experiencia en el ámbito de la Psicología Sanitaria, tanto en clínica con población general, como en hospitales, con patologías más severas. Desde 2017, trabajo diariamente con personas de diferentes edades y con una amplio abanico de problemas de manera online, rompiendo las barreras físicas de la terapia convencional.
Las emociones son respuestas psicofisiológicas que experimentamos ante distintos estímulos del entorno y de nuestro mundo interno. Se originan en el sistema nervioso y pueden influir en nuestros pensamientos, comportamientos y relaciones. A lo largo de la historia, han sido objeto de estudio de diversas disciplinas, como la psicología, la neurociencia y la filosofía, buscando comprender su función y su impacto en la vida cotidiana.
Existen diversas teorías sobre las emociones. Por ejemplo, Paul Ekman identificó seis emociones básicas universales: alegría, tristeza, miedo, ira, sorpresa y asco. Sin embargo, otros modelos han ampliado esta lista, considerando estados emocionales más complejos como la gratitud, la compasión o la serenidad. Lo que está claro es que todas las emociones cumplen una función específica y son fundamentales para la adaptación humana.
Las emociones no son meras reacciones automáticas. Aunque algunas pueden surgir de manera espontánea ante ciertos estímulos, también están moduladas por la historia personal, las creencias y las experiencias de cada persona. Su interpretación varía de una cultura a otra, y lo que en una sociedad se considera deseable o positivo, en otra puede ser visto de manera diferente.
¿Para qué sirven?
Las emociones tienen una función adaptativa y son esenciales para la supervivencia. Nos permiten reaccionar ante amenazas, establecer lazos sociales y tomar decisiones rápidas en situaciones de incertidumbre. Su papel en la evolución humana ha sido clave, ya que han contribuido a la regulación del comportamiento individual y grupal.
Por un lado, las emociones cumplen una función comunicativa. La expresión emocional, tanto verbal como no verbal, facilita la interacción social y permite que las demás personas comprendan nuestro estado de ánimo. De esta manera, se fortalecen los vínculos afectivos y se favorece la cooperación dentro de un grupo.
Por otro lado, las emociones también tienen un papel motivacional. Nos impulsan a actuar de determinadas maneras, ya sea evitando situaciones que percibimos como peligrosas o buscando aquellas que nos generan bienestar. Esta función es fundamental para el desarrollo personal y el logro de objetivos, ya que influye en la forma en que nos enfrentamos a los retos diarios.
¿Qué ocurre cuando estamos alineados con ellas?
Cuando una persona está en sintonía con sus emociones, puede gestionarlas de manera efectiva y utilizarlas como una herramienta para la toma de decisiones. La regulación emocional no implica suprimir las emociones consideradas "negativas", sino comprenderlas y responder a ellas de forma equilibrada.
El bienestar emocional se relaciona con la capacidad de reconocer lo que se siente en cada momento, aceptar esas emociones sin juzgarlas y actuar en consecuencia. Las personas que desarrollan esta habilidad suelen experimentar un mayor equilibrio en su vida, ya que pueden afrontar mejor los cambios y las dificultades sin quedar atrapadas en reacciones impulsivas.
Diversos estudios han demostrado que la inteligencia emocional, entendida como la capacidad para percibir, comprender y gestionar las emociones propias y ajenas, está vinculada con una mejor calidad de vida. Quienes poseen una mayor inteligencia emocional suelen disfrutar de relaciones interpersonales más saludables, niveles más bajos de estrés y una mayor satisfacción con sus logros personales y profesionales.
¿Cuál es la mejor emoción?
Un estudio publicado en el año 2022 por Barbara Fredrickson y su equipo en la Universidad de Carolina del Norte exploró cuál podría considerarse la mejor emoción en términos de bienestar y salud mental. Según sus hallazgos, la emoción que más beneficios aporta es la gratitud. Este estudio, basado en un análisis longitudinal con miles de participantes, demostró que quienes experimentaban gratitud de manera frecuente tenían una mayor satisfacción con su vida, mejores relaciones interpersonales y una menor predisposición a la ansiedad y la depresión.
La gratitud no solo mejora el estado de ánimo inmediato, sino que también tiene efectos positivos a largo plazo. Las personas que practican la gratitud de manera consciente suelen desarrollar una actitud más optimista y resiliente ante las dificultades. Además, a nivel físico, se ha encontrado que experimentar gratitud está asociado con una menor presión arterial y un mejor funcionamiento del sistema inmunológico.
El estudio también señala que la gratitud tiene un efecto multiplicador: cuanto más se practica, más natural se vuelve. Las personas agradecidas tienden a centrarse en los aspectos positivos de su vida, lo que genera un círculo en el que cada vez resulta más fácil encontrar razones para sentirse bien. En contraste, aquellas que no desarrollan esta emoción suelen focalizarse en lo que les falta o en las dificultades, lo que puede contribuir a un estado de insatisfacción constante.
Lo emocional desempeña un papel fundamental en la experiencia humana. Nos permiten adaptarnos al entorno, comunicarnos con los demás y tomar decisiones que afectan nuestra vida diaria. Cada emoción tiene una función específica y ninguna debería ser considerada innecesaria o perjudicial en sí misma. Sin embargo, algunas emociones tienen un impacto más positivo en nuestro bienestar general.
Según el estudio de Barbara Fredrickson y su equipo, la gratitud emerge como la mejor emoción en términos de beneficios psicológicos y físicos. Quienes la practican de manera regular experimentan una mayor satisfacción en sus vidas, mejores relaciones y una menor vulnerabilidad ante el estrés y la ansiedad. Además, la gratitud no solo mejora el presente, sino que también sienta las bases para una actitud más resiliente ante los retos de la vida.
Como vemos, comprender las emociones y aprender a gestionarlas es clave para el bienestar. Aunque no siempre podemos controlar los eventos externos, sí podemos decidir cómo interpretarlos y qué emociones cultivar. La gratitud, como se ha demostrado, no solo mejora la calidad de vida, sino que también fortalece la conexión con los demás y con uno mismo. Por ello, fomentar esta emoción puede ser una herramienta valiosa para mejorar la experiencia diaria y construir un futuro más equilibrado y satisfactorio.
* Ángel Rull, psicólogo.
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