Psicología
El hábito diario que ayuda a gestionar el duelo de manera eficaz
Las pérdidas suponen una alteración directa de nuestro bienestar

Hábitos y duelo / 123RF


Ángel Rull
Ángel RullLicenciado en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, con más de 10 años de experiencia en el ámbito de la Psicología Sanitaria, tanto en clínica con población general, como en hospitales, con patologías más severas. Desde 2017, trabajo diariamente con personas de diferentes edades y con una amplio abanico de problemas de manera online, rompiendo las barreras físicas de la terapia convencional.
El duelo es un proceso emocional que experimentamos tras una pérdida significativa. Aunque suele asociarse con la muerte de un ser querido, también puede surgir tras la ruptura de una relación, la pérdida de un empleo o incluso un cambio drástico en nuestra vida. Este proceso es natural y forma parte de nuestra capacidad para adaptarnos a los cambios que afectan profundamente nuestras emociones y nuestra manera de entender el mundo.
El duelo no sigue un camino lineal ni un tiempo fijo. Cada persona lo vive de manera única, dependiendo de factores como la naturaleza de la pérdida, la historia personal y el contexto en el que ocurre. Algunas teorías, como las cinco etapas del duelo propuestas por Elisabeth Kübler-Ross, ayudan a entender este proceso, aunque no todas las personas pasan por estas etapas de la misma manera ni en el mismo orden.
Es importante entender que el duelo no es una enfermedad ni algo que deba “curarse”. Es una respuesta normal y saludable ante la pérdida. Reconocerlo y darle espacio en nuestras vidas es el primer paso para aprender a gestionarlo de manera efectiva.
¿Por qué nos cuesta manejarlo?
Manejar el duelo puede resultar complejo porque toca las fibras más profundas de nuestra humanidad. En primer lugar, vivimos en una sociedad que a menudo nos empuja a reprimir nuestras emociones. Frases como “Tienes que ser fuerte” o “El tiempo lo cura todo”, aunque bien intencionadas, pueden transmitir la idea de que expresar el dolor es algo indeseable.
Además, el duelo nos confronta con nuestra vulnerabilidad y con la realidad de que ciertas cosas están fuera de nuestro control. Esto puede generar sensaciones de incertidumbre e impotencia, que son difíciles de aceptar. En un mundo que valora tanto la productividad y la rapidez, tomarse el tiempo necesario para procesar una pérdida puede sentirse como un lujo que no siempre nos permitimos.
Otro factor que dificulta el manejo del duelo es la falta de redes de apoyo o la incomodidad de hablar sobre el tema. Muchas personas evitan compartir su dolor por miedo a ser juzgadas o incomprendidas. Esto puede llevar al aislamiento emocional, que a su vez intensifica la sensación de soledad.
¿Los hábitos ponen las cosas más fáciles con nuestras emociones?
Adoptar hábitos saludables puede ser una herramienta para gestionar el duelo, ya que los hábitos estructuran nuestro día a día y nos brindan una sensación de estabilidad. Aunque los hábitos no eliminan el dolor, crean un marco que nos permite abordar nuestras emociones de manera más constructiva.
Uno de los beneficios más importantes de los hábitos es que nos ayudan a regular nuestras emociones. Por ejemplo, incorporar momentos de autocuidado o prácticas de relajación puede reducir el estrés asociado con el duelo. Además, los hábitos nos brindan un sentido de control, algo que suele faltar cuando enfrentamos una pérdida.
También es importante mencionar que los hábitos favorecen la conexión con otras personas. Algo tan simple como mantener una rutina de contacto regular con amistades o familiares puede ofrecer un apoyo emocional invaluable. Estas interacciones nos recuerdan que no estamos solos en nuestro proceso.
Finalmente, los hábitos nos ayudan a establecer un equilibrio entre enfrentar nuestras emociones y darnos permiso para descansar de ellas. Esto es especialmente útil, ya que el duelo puede ser abrumador si lo vivimos de manera constante sin pausas para recargar energía.
Este es el hábito diario que ayuda a gestionar el duelo de manera eficaz
Uno de los hábitos diarios más efectivos para gestionar el duelo es la escritura reflexiva. Dedicar unos minutos cada día a escribir sobre nuestras emociones, pensamientos y recuerdos relacionados con la pérdida puede ser profundamente terapéutico. Esta práctica nos permite procesar el dolor de una manera estructurada y privada, ofreciéndonos un espacio seguro para expresar lo que sentimos sin temor a ser juzgados.
La escritura reflexiva tiene varios beneficios. En primer lugar, nos ayuda a identificar y comprender nuestras emociones. A menudo, el simple acto de poner en palabras lo que sentimos nos permite darle sentido a experiencias que pueden parecer caóticas. Además, escribir nos permite observar nuestros propios patrones emocionales, lo que facilita el desarrollo de estrategias para manejarlos.
Otro aspecto valioso de este hábito es que nos brinda un registro de nuestro progreso. Al revisar lo que hemos escrito con el tiempo, podemos notar cambios en nuestras emociones y perspectivas, lo que nos recuerda que, aunque el duelo sea un proceso lento, es posible avanzar.
La escritura reflexiva también fomenta la conexión con nuestros recuerdos positivos. Al escribir sobre los momentos significativos compartidos con la persona o situación que hemos perdido, podemos reconectar con el amor y el significado que esas experiencias trajeron a nuestras vidas. Esto no solo honra la memoria de lo perdido, sino que también nos ayuda a encontrar paz en medio del dolor.
Como podemos observar, gestionar el duelo es un proceso complejo y profundamente personal que requiere tiempo, paciencia y compasión hacia uno mismo. Aunque no existe una fórmula mágica para eliminar el dolor, adoptar hábitos saludables, como la escritura reflexiva, puede ser una herramienta invaluable para afrontar esta etapa de manera constructiva.
La escritura reflexiva nos permite procesar nuestras emociones, encontrar sentido en nuestra experiencia y reconectar con los aspectos positivos de nuestra pérdida. Al incorporar este hábito en nuestra rutina diaria, no solo nos damos un espacio para sanar, sino que también construimos una base más fuerte para enfrentar los retos futuros.
El duelo, como decíamos, es una parte inevitable de la vida, pero también es una oportunidad para crecer y descubrir nuevas formas de conectarnos con nosotros mismos y con quienes nos rodean. Al abrazar el proceso con apertura y dedicación, podemos transformar el dolor en una fuente de aprendizaje y resiliencia.
* Ángel Rull, psicólogo.
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