Engaño e intimidad
Ser víctima de infiltración policial genera graves secuelas psicológicas, según los expertos
El 70% de las personas afectadas han pensado en el suicidio
Incredulidad, vergüenza, humillación y tristeza, entre las primeras reacciones de las víctimas de este espionaje

El policía mallorquín infiltrado con una activista durante un viaje a Mallorca en verano de 2021.


Marc Darriba
Marc DarribaLas infiltraciones policiales en movimientos sociales han sido motivo de polémica en diversos países y contextos. En Catalunya se ha tenido noticia de varios agentes infiltrados en Lleida, Girona y, el más mediático, el caso de un agente encubierto que se infiltró en los círculos de varios movimientos sociales de Sant Andreu, en Barcelona, entre 2020 y 2022, ha desatado un debate sobre los límites legales y éticos de estas prácticas, así como su impacto emocional. El tema vuelve a ser de acutalidad tras un reportaje de La Directa, que ha culminado en el documental “Infiltrats”, coproducido por 3Cat.
Clara, una de las mujeres que mantuvo una relación con el agente infiltrado sin conocer su verdadera identidad, afirma en el documental: “Yo considero que el Estado me violó. De haberlo sabido, nunca me habría relacionado con un policía”.
La sensación de traición siempre está presente, incluso en contextos donde era previsible que esto pudiera ocurrir
Más allá de las implicaciones jurídicas y políticas, se prouduce un impacto emocional que estas experiencias tienen sobre las personas afectadas. El Doctor Pau Pérez-Sales, psiquiatra especializado en violencia política y tortura del Centro Sira, afirma: “La sensación de traición siempre está presente, incluso en contextos donde era previsible que esto pudiera ocurrir”.
Benedikt Amann, psiquiatra especializado en salud mental y trauma y director de la Unidad de Investigación del Centro Fòrum del Hospital del Mar, aporta una perspectiva complementaria sobre este tema. "Es lógico que las personas afectadas sientan traición y desconfianza. Incluso pueden desarrollar cuadros de depresión y ansiedad. Se encuentran piezas de un juego político que ha implicado sus emociones".
Las secuelas
El primer impacto es la incredulidad. “En lo que nos cuentan las víctimas en las entrevistas, el ‘no puede ser verdad’ es una reacción inicial muy habitual”, explica Pérez-Sales. “Pero a medida que se consolida la información, emergen emociones como la vergüenza, la humillación y, sobre todo, la tristeza por lo que se ha perdido y no se puede recuperar”, añade. Estas emociones suelen acrecentarse en personas que han tenido una relación muy intensa o cercana con el agente infiltrado.
Pensamientos suicidas
“El hecho de que la persona que ha provocado esta traición sea un policía introduce un elemento de tabú que hace que el daño sea aún más especial y doloroso”, señala el psiquiatra. “Aproximadamente el 70 % de las personas evaluadas han manifestado haber pensado en el suicidio. La culpa, la sensación de contaminación y de humillación crean una angustia que en algunos casos puede ser casi imborrable”, añade.
Grupos que se rompen
Los efectos no se limitan al ámbito individual. Pérez-Sales destaca que las infiltraciones generan desmovilización y fragmentación social. “Cuando ocurren estas cosas, los grupos se rompen. Hay discusiones internas, recelos y pérdida de confianza”, explica. “Este efecto disuasorio, conocido como chilling effect, dificulta aún más la movilización social en un contexto ya de por sí complejo”.
También hay un impacto claro en la vida asociativa. “Espacios como gimnasios o clubes de boxeo popular, que tienen una función integradora muy importante, se ven amenazados”, alerta. “La sospecha constante hace que muchos de estos espacios dejen de ser seguros para los participantes y, en algunos casos, terminen desapareciendo”.
Amann insiste en la importancia de trabajar a nivel comunitario: “La comunidad tiene que volverse a tejer sobre la confianza, y no hay una manera única de hacerlo. Habría que intervenir en las comunidades de manera conjunta a través de asambleas para recuperar los vínculos que se han visto dañados". Sin embargo, advierte que la desconfianza sobre la identidad de las personas no desaparecerá del todo: "El descenso de la tensión política debería ayudar, pero esto no resta importancia a la gravedad del asunto".
Apoyo y recuperación: un camino complejo
Para las personas afectadas, el camino hacia la recuperación es largo y lleno de obstáculos. Según Pérez-Sales, las necesidades pueden variar mucho. “Algunas personas necesitan apoyo mutuo y espacios donde compartir experiencias. Otras, sin embargo, prefieren no hablar de ello y superarlo en privado. El apoyo comunitario es fundamental, pero no suficiente. Hay casos en los que se requiere psicoterapia profunda para trabajar la vergüenza, la humillación y el duelo”, asegura.
Lo que más duele o molesta es la creación de falsos vínculos y aquello que se deberá trabajar más es sanar el apego
Amann destaca que "no hay una intervención terapéutica única. Lo que más duele o molesta es la creación de falsos vínculos y aquello que se deberá trabajar más es sanar el apego. No tiene por qué derivar en un trastorno por estrés postraumático, pero el hecho es evidentemente traumático y debería abordarse, por ejemplo, con EMDR (terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares) a nivel individual".
Además, el psiquiatra destaca la importancia de la respuesta de los grupos de pertenencia. “Cuando estos actúan de manera defensiva o culpabilizan a las víctimas, el daño se multiplica. Por eso, es crucial que los colectivos trabajen para ser espacios acogedores y de apoyo”.
Reflexión ética y legal
El debate ético y legal también es inevitable. Las infiltraciones policiales, según la legislación española, deberían limitarse a casos de crimen organizado o terrorismo. Sin embargo, el uso de relaciones sexoafectivas para obtener información vulnera derechos fundamentales como la libertad sexual y la dignidad, según denuncian entidades como Irídia. “Es inaceptable que se provoque un sufrimiento tan grave supuestamente para obtener información que podría lograrse de maneras menos lesivas”, concluye Pérez-Sales, quien agradece el esfuerzo de las víctimas "por compartir su sufrimiento y transformarlo en una herramienta para concienciar y evitar que estos hechos se repitan”.
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