Psicología
Estos son los cinco miedos infantiles más comunes y cómo puedes gestionarlos
El desarrollo infantil también pasa por emociones negativas

Miedos infantiles / 123RF


Ángel Rull
Ángel RullLicenciado en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, con más de 10 años de experiencia en el ámbito de la Psicología Sanitaria, tanto en clínica con población general, como en hospitales, con patologías más severas. Desde 2017, trabajo diariamente con personas de diferentes edades y con una amplio abanico de problemas de manera online, rompiendo las barreras físicas de la terapia convencional.
Los miedos infantiles son emociones que surgen como respuesta a situaciones, objetos o eventos que los niños y las niñas perciben como amenazantes o peligrosos, aunque en realidad no lo sean. A diferencia de los adultos, los niños no han desarrollado completamente su capacidad para interpretar y procesar el entorno de manera racional, lo que les lleva a experimentar miedos que muchas veces son desproporcionados en relación con el estímulo que los provoca.
Estos miedos suelen ser parte del desarrollo natural y están ligados a las etapas evolutivas de los pequeños. Por ejemplo, un niño de dos años puede tener miedo a separarse de sus padres, mientras que uno de seis puede empezar a temer a la oscuridad o a seres imaginarios. Estos temores evolucionan con el tiempo y, en la mayoría de los casos, desaparecen a medida que el niño crece y desarrolla nuevas formas de entender el mundo que le rodea.
¿Por qué aparecen?
El origen de los miedos infantiles está relacionado principalmente con la maduración cognitiva y emocional del niño o la niña. A medida que crecen, van adquiriendo una mayor capacidad para comprender el entorno, pero también se enfrentan a la incertidumbre y lo desconocido. Esto puede hacer que reaccionen con miedo ante situaciones que aún no logran entender por completo.
Además, factores como el aprendizaje social también juegan un papel importante. Los niños tienden a observar y absorber las reacciones emocionales de los adultos a su alrededor. Si ven que los adultos reaccionan con temor o ansiedad ante ciertos estímulos, es posible que adopten esas mismas respuestas. Del mismo modo, experiencias personales negativas, como una caída o una pérdida momentánea de un ser querido en un lugar público, pueden desencadenar miedos más persistentes.
Otro factor clave es la imaginación, que en los niños es especialmente activa. Esto puede llevarlos a crear escenarios o personajes fantásticos que, aunque no existan en la realidad, se sienten muy reales para ellos. Por eso, es común que surjan miedos como el de los monstruos o las criaturas bajo la cama, alimentados por su propia imaginación y la falta de comprensión sobre lo que es real y lo que no lo es.
¿Cuáles son los cinco más comunes?
Aunque puede preocupar a los padres ver a sus hijos experimentando estos temores, es importante recordar que los miedos infantiles son parte del proceso de crecimiento emocional. Desde el miedo a la oscuridad hasta el temor a la separación, estos miedos son comunes y tienden a evolucionar con el tiempo a medida que los niños desarrollan nuevas habilidades cognitivas y emocionales.
Estos son los cinco miedos infantiles más comunes:
1. Miedo a la oscuridad
El miedo a la oscuridad es uno de los más extendidos entre los niños, especialmente a partir de los tres o cuatro años. Este miedo surge porque, al no poder ver lo que hay a su alrededor, el niño o la niña siente que está en una situación de vulnerabilidad. Su imaginación puede hacer que asocien la oscuridad con la aparición de monstruos o seres peligrosos. Es importante no subestimar este miedo, ya que para ellos puede ser muy real.
2. Miedo a la separación
Este miedo aparece generalmente en los primeros años de vida, cuando los niños y las niñas empiezan a desarrollar un apego seguro con sus cuidadores. La idea de separarse de sus padres, incluso por cortos periodos de tiempo, puede generar ansiedad y llanto. Este miedo es completamente natural en la infancia y, con el tiempo, los pequeños aprenden a manejar la distancia física y a confiar en que sus seres queridos volverán.
3. Miedo a los extraños
Es común que, entre los seis meses y los dos años, los niños y las niñas experimenten miedo o incomodidad ante personas que no conocen. Este miedo a los extraños es una respuesta evolutiva que tiene como objetivo protegerlos de posibles peligros. A medida que crecen y socializan más, este miedo tiende a disminuir, aunque puede mantenerse en ciertos contextos, como ante la presencia de personas muy diferentes a las que están acostumbrados a ver.
4. Miedo a los ruidos fuertes
Sonidos como el trueno, fuegos artificiales o el estruendo de una puerta al cerrarse de golpe pueden ser aterradores para los niños, especialmente en edades tempranas. La falta de control sobre estos ruidos y la intensidad de los mismos les provoca una sensación de amenaza inminente. Este miedo tiende a disminuir con la exposición gradual a estos sonidos y con la comprensión de que, aunque sean ruidosos, no representan un peligro real.
5. Miedo a los animales
Es común que, a partir de los tres años, los niños y las niñas desarrollen miedo a ciertos animales, como perros o insectos. Este miedo puede surgir por experiencias previas, como un ladrido fuerte o el contacto brusco con un animal, o simplemente por la falta de familiaridad. Aunque en muchos casos este miedo disminuye a medida que los pequeños interactúan con animales de manera controlada, es un temor que puede persistir si no se aborda adecuadamente.
¿Cómo podemos gestionarlos con nuestros hijos?
Las siguientes estrategias claras y efectivas pueden ayudar a los padres a gestionar estos miedos con sus hijos de una manera que fomente la seguridad y el crecimiento emocional. Acompañar a los pequeños en la superación de sus temores no solo es crucial para su bienestar, sino también para fortalecer la confianza y el vínculo con sus cuidadores.
Estas son las estrategias:
1. Validar sus emociones
Es importante que el niño o la niña sienta que sus miedos son escuchados y comprendidos. Evitar frases como "no pasa nada" o "no tienes por qué tener miedo" puede ayudar a que se sientan seguros para expresar lo que les preocupa. En su lugar, es recomendable decir cosas como "entiendo que sientas miedo, estoy aquí contigo" para que sepan que no están solos en su experiencia emocional.
2. Ofrecer explicaciones claras
Los niños necesitan entender lo que está ocurriendo para reducir sus miedos. Explicarles de manera sencilla por qué ocurre un ruido fuerte o que la oscuridad es simplemente la ausencia de luz puede ayudar a reducir la incertidumbre. Es fundamental adaptar estas explicaciones a su nivel de comprensión para que se sientan más seguros.
3. Exposición gradual
Para miedos como el de la oscuridad o los animales, una buena técnica es la exposición gradual. Esto implica acercarlos poco a poco a la fuente de su miedo en un ambiente controlado y seguro. Por ejemplo, dejar una luz tenue en su habitación por la noche e ir disminuyendo su intensidad con el tiempo, o permitir que interactúen con un animal tranquilo y amistoso.
4. Modelar una actitud calmada
Los niños aprenden observando a los adultos que los rodean. Si los padres muestran calma y serenidad ante una situación que provoca miedo, es más probable que el niño o la niña adopte una actitud similar. Mantener una postura tranquila les proporciona un ejemplo positivo sobre cómo manejar situaciones que, en principio, resultan aterradoras para ellos.
5. Fomentar la independencia
A medida que los niños y las niñas crecen, es importante animarlos a enfrentar sus miedos de manera gradual, siempre respetando su ritmo. Ofrecer pequeñas oportunidades para que tomen decisiones o afronten situaciones nuevas por sí mismos, con el respaldo emocional de los padres, les ayudará a desarrollar confianza en sus propias capacidades y a reducir progresivamente sus temores.
Los miedos infantiles son una parte natural del desarrollo y no deben ser motivo de alarma para los padres. Con empatía, paciencia y las herramientas adecuadas, es posible ayudar a los niños y las niñas a enfrentar y superar sus miedos, facilitando así un crecimiento emocional saludable.
* Ángel Rull, psicólogo.
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