Estudio del Govern
Los problemas de salud mental de los jóvenes se cronifican
Una investigación impulsada por la Generalitat ve "alarmante" la situación y pide reducir las desigualdades
Uno de cada tres jóvenes confiesa tener un bajo nivel de bienestar emocional

Joven frente a un ordenador / Tim Gouw


Fidel Masreal
Fidel MasrealPeriodista
Licenciado en Ciències de la Comunicació por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), curso de periodismo jurídico-político por la UAM - El País, ha ejercido como periodista político en Onda Cero, diari Menorca, Ràdio Barcelona (cadena SER) -donde fue jefe de la sección de Política- y Els Matins de TV3. Desde septiembre del 2008 es redactor en El Periódico, primero como cronista parlamentario en Madrid y en la actualidad especializado política catalana. Autor de "Conviure amb la depressió" (Mina, Eniclopèdia Catalana, 2007), "Game Over: els partits polítics, corrupció i vicis del sistema" (La Mansarda, 2013), "Cuentos Ex" (Magma Editorial, 2019) y "Contes del procés" (Magma, 2019). Colabora como analista en TVE, Catalunya Ràdio, SER Catalunya y RAC-1, entre otros.
Leer con detenimiento el último estudio encargado por el Govern sobre jóvenes y salud mental es no solo confirmar de que las cifras de malestar y patologías crecen, sino algo aún peor, que existe "una cierta cronificación y normalización de los malestares" en este colectivo. Por tanto, que se corrobora lo que muchos profesionaels de la psiquiatría y la psicología vienen advirtiendo: que el problema no ha aparecido tras la pendemia, sino que viene de lejos.
Cronificación significa que el problema es "alarmante" (tres de cada diez encuestados en el estudio tiene un nivel de bienestar bajo y está en riesgo de desarrollar cuadros más severos de depresión o ansiedad), pero no es nuevo ni reciente. La prueba es que "tan sólo para el 30,7% de las personas jóvenes con malestar emocional éste sea identificado como un estado sobrevenido a raíz de la pandemia de la COVID-19, y, por tanto, que se sitúe completamente fuera de su marco de “normalidad”. O dicho al revés, la gran mayoría de los jóvenes con este malestar no lo tienen debido a la pandemia.
Las desigualdades multiplican el riesgo
El estudio (titulado "Salud mental, juventud y desigualdades", impulsado por el area de Joventut del Departament de Drets Socials a las investigadoras Mireia Bolíbar y Eva Padrosa, de la UAB y la UPF, respectivamente) va más allá de confirmar una vez más que las cifras de la mala salud aumentan, y traza una linea para entender este aumento.
Colectivos sociodemográficos más vulnerables casi triplican la tasa de malestar emocional de quienes lo son menos
La linea se llama desigualdad. Desigualdades, para ser más exactos: "Mientras que entre los jóvenes de 30 a 34 años con estudios universitarios “sólo” un 16,8% muestra un bajo bienestar emocional, entre las mujeres jóvenes de 20 a 24 años con estudios bajos y medios este porcentaje alcanza el 47,3%".
Esta desigualdad es evidente, y las autoras compruebaln que "colectivos sociodemográficos más vulnerables casi triplican la tasa de malestar emocional de quienes lo son menos". Es decir, que "las desigualdades en bienestar emocional expresan, en términos generales, desigualdades existentes" y trasladan el privilegio y la vulnerabilidad en la estructura social al plano de la salud mental.
Otra de las desigualdades que también incide en la salud mental es la de género. Y es que incluso entre las mujeres que han tenido más éxito en la transición a la edad adulta, que tienen trabajos estables y que no tienen problemas económicos, el malestar emocional es casi el doble que entre los hombres en esta misma situación.
Casa y trabajo: mejor salud
Tener casa y trabajo favorece una mayor salud mental. Eso lo corroboran también los datos del estudio. Vivir en casa de los padres cuando se es mayor de 30 años se asocia con mayor malestar emocional que hacerlo a los 20. Y existen otras desigualdades a analizar, y que Bolívar y Padrosa piden observar: el orígen étnico, la racialización y la experiencia migratoria, así como la exposición a diferentes tipos de violencia.
Atender a los factores sociales
Las dos investigadoras piden medidas urgentes, como viene haciendo un sinfín de entidades y profesionales del sector desde hace décadas. Reclamanan prevenir y mitigar, pero también atender a los factores sociales que están presentes en estos trastornos y malestares.
La psicoterapia y el mindfulness son importantes pero han de acompañarse de medidas que aborden las cuestiones estructurales
Reclaman una salud pública y de calidad y observar no solo al individuo sino a las situaciones generales. Es decir, que el mindfulness y la gimnasia están muy bien, pero también lo está tener una vivienda digna, un trabajo y apoyo a la crianza. Y para ello, insisten, reducir las desigualdades es primordial. Es decir, apoyar a los más vulnerables. Porque la pobreza y la exclusión del mercado laboral, concluyen son "la causa de la causa" de la mala salud mental.
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