Letras con emoción
Elogio de la tristeza
"La felicidad permanente no existe. La felicidad permanente se llama paz, un pacto consigo mismo de que vivir ha merecido la pena"
Xavier Vidal
Xavier VidalPropietario de las librerías Nollegiu
En A tren perdido de Jocelyn Saucier publicado en catalán y castellano por la siempre solvente editorial minúscula, Gladys abandona su casa para subirse un tren sin ninguna explicación ni destino. ¿Está huyendo? No. Está buscando pero el lector no sabe muy bien el qué. En este trayecto donde el ferrocarril tiene un papel protagonista indudable, Gladys recuerda lo que en Canadá llamaban las School Trains. Trenes-escuela que iban parando en las diferentes poblaciones con vagones construidos como aulas para dar clase a niños y niñas de enclaves dispersos por la geografía gigante canadiense.
Gladys lo recuerda y tal vez en la nostalgia de esos trenes encuentra un refugio que la hace sentir bien. En el libro, uno de los personajes sufre una enfermedad causada por la enorme presión social y familiar para que sea feliz. Solo puede controlar esa presión cuando se da cuenta de que, en realidad, no puede serlo y que debe darse cuenta de la vivencia presente para poder sobrevivir.
Todos somos ese personaje. Vivimos cada día esa presión a través de anuncios, folletos que nos prometen unas vacaciones de ensueño. Debemos pasar con rapidez de una satisfacción a otra sin descanso. Si no lo conseguimos y, sobre todo, si no conseguimos controlar esa presión, podemos caer en un estado contrario a las grandes aventuras que la sociedad del márquetin nos presenta como la única manera de vivir feliz.
Vivimos cada día esa presión a través de anuncios, folletos que nos prometen unas vacaciones de ensueño. Debemos pasar con rapidez de una satisfacción a otra sin descanso
Pero cabe recordar que, como ella, la tristeza o el aburrimiento ¡válgame Dios, qué blasfemia mentar esto en este mundo del siglo XXI! son inherentes a la humanidad. Es más, huyan de quien no se entristezca o se aburra. Cuando oigo a alguien diciéndole a un niño o niña: “no estés triste” me pregunto por qué prohíben que esa criatura no exprese públicamente un rasgo que la hace humana. Y con ese mensaje subliminal estamos diciendo que estar triste no es bueno. Todo lo contrario: la tristeza es fundamental. Y es fundamental también para expresar más a fondo los momentos exultantes que nos brinda la felicidad. Como dice en el librito La hora del diablo Fernando Pessoa (Editorial Acantilado), Dios existe porque existe el diablo. Si el demonio no está, Dios no existe. El ying y el yang cristiano.
Cuando oigo a alguien diciéndole a un niño o niña: “no estés triste” me pregunto por qué prohíben que esa criatura no exprese un rasgo que la hace humana
Y por último, la felicidad permanente no existe. La felicidad permanente se llama paz, un pacto consigo mismo de que vivir ha merecido la pena. En A tren perdido de Jocelyn Saucier, lo explica muy bien otro personaje Marie-Luce. Pero no les voy a contar nada más. Me transformaré en vendedor de felicidad y les auguro que si la leen tendrán ustedes una aventura inolvidable. Sean felices, también en su tristeza.
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