PSICOLOGÍA

Las dos emociones que te provocan ansiedad y te impiden ser feliz

El manejo del estrés depende de cómo gestionamos lo que sentimos

Un ejecutivo con estrés posvacacional.

Un ejecutivo con estrés posvacacional.

Ángel Rull

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La ansiedad se define como un estado mental y corporal en el que sentimos una serie de síntomas concretos, un malestar generalizado y un bloqueo en la interacción con el mundo. Impide a quien la sufre llevar una vida normal y llega a resultar incapacitante. La forma en que cada persona la siente es diferente, y hay varios subtipos implicados. La causa habitual es la anticipación y la imaginación de que ciertas cosas ocurrirán, no podremos hacerlas frente y nos desbordaremos. Lo que anticipamos no siempre tiene una base real que indique que va a ocurrir, pero, aun así, lo que se siente es desbordante y paralizante.

Nuestras emociones influyen en cómo actuamos o nos comportamos, en todo lo que pensamos y en nuestra comunicación. Se retroalimenta, a su vez, de todas nuestras experiencias. Las emociones son resultado de lo que vivimos y, de la misma forma, lo que vivimos viene dado por lo que sentimos. Dentro de nuestro repertorio emocional hay dos emociones básicas que se relacionan con la ansiedad. Aparecen de una forma inadecuada, creando una disfuncionalidad que provoca todos los síntomas ansiosos. Manejar estas emociones tendrá un efecto directo en la anticipación y hará que desaparezca. De esta manera, más centrada en el presente, se podrá ver cómo la ansiedad se reduce.

Emociones negativas

La forma típica de categorizar el repertorio emocional es dividir lo que sentimos entre positivo y negativo. Esto hace referencia a los estados de bienestar o malestar que resultan. Sin embargo, aunque parece que hay una serie de emociones malas para nosotros, todas acaban siendo adaptativas. Para ello, tienen que aparecer en el momento oportuno y en el grado adecuado. Sentir rabia cuando hemos perdido las llaves de casa, por ejemplo, no nos hará encontrarlas. Sin embargo, esa misma emoción, si aparece cuando alguien pretende invadir nuestro espacio, sí tiene un efecto adaptativo y podría ayudarnos.

En el contexto de la ansiedad, la llegamos a sufrir cuando vemos que van a ocurrir ciertos eventos que nos amenazan. Estos eventos son irreales, no tienen validez ni tenemos pruebas que lo avalen. Pero también aparece esta ansiedad cuando sentimos que algo que tenemos va a desaparecer, como una ruptura o que haya un despido. La persona siente palpitaciones, dolor en el pecho, sudoración, una respiración más rápida y superficial, temblores, nauseas o sensación de pánico. En un momento determinado, puede llevar al bloqueo. Que ocurra de forma aislada no sería ansiedad como tal, aunque sí que aparezcan los síntomas. Cuando se repite y cuando nos afecta prácticamente a diario en varios contextos, es cuando surge la enfermedad. Un círculo vicioso que puede gestionarse desde la perspectiva emocional.

  • Miedo

La emoción que nos lleva a la seguridad es el miedo. Esto se ve de forma clara en contextos de supervivencia, pero también lo aplicamos en aspectos sociales. Detectamos que algo malo puede ocurrirnos y establecemos límites para que no aparezca. Esto está bien siempre que el grado no sea excesiva, que el miedo no nos desborde y si la amenaza es real. Si sentimos en cualquier momento que pueden atacarnos en la calle y no hay nada que lo asegure, es irreal y desadaptativo sentir miedo. Ante este miedo irreal o cuando es demasiado elevado, es cuando sentimos ansiedad.

  • Tristeza

La tristeza se asocia a la pérdida real. Perder a un ser querido, no encontrar las llaves del coche o que el archivo para la presentación del trabajo no se pueda abrir sí son pérdidas reales. Si es irreal, lo que empezamos a sentir es fatalismo, dejamos de luchar y de buscar alternativas y empezamos a sentir ansiedad. Este estado obedecerá también a sentir que vamos a perder algo que ni ha llegado ni sabemos que llegará.

Tanto el miedo como la tristeza en un modo desadaptativo crean una disfuncionalidad emocional en nosotros mismos que nos lleva al estrés y a la ansiedad. Sufrimos una serie de síntomas. De evaluar correctamente las situaciones y colocando la forma correcta de las emociones, estos síntomas no aparecerían y podríamos vivir en un mayor estado de bienestar.

Ángel Rull, psicólogo.