PSICOLOGÍA
El síndrome de Stendhal (o cuando la belleza te hace daño)
La apreciación de la belleza es una fortaleza personal presente en todas las culturas
Ángel Rull
Licenciado en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, con más de 10 años de experiencia en el ámbito de la Psicología Sanitaria, tanto en clínica con población general, como en hospitales, con patologías más severas. Desde 2017, trabajo diariamente con personas de diferentes edades y con una amplio abanico de problemas de manera online, rompiendo las barreras físicas de la terapia convencional.
Cuando nos relacionamos con otras personas o con el mundo, nuestras emociones sufren una alteración. Independientemente de si su valor es positivo o negativo, en nosotros notaremos cambios fisiológicos como respuesta. Estos cambios, ante estímulos grandes, también serán intensos. El mundo impacta en nosotros más de lo que creemos, y es ante este impacto donde aparece el "síndrome de Stendhal" o "síndrome del viajero". Esta afección, no catalogada en ningún manual diagnóstico, se caracteriza por la experimentación de emociones muy intensas ante algo que nos resulta bello, como un cuadro o un monumento. Dichas emociones pueden sobrecargar a la persona y alterar considerablemente su estado de salud.
Su nombre se debe al novelista francés Stendhal, pseudónimo de Henri Beyle, conocido por novelas como "Rojo y negro", un autor de gran sensibilidad que sufrió una alteración al viajar a Florencia, describiendo las sensaciones con irregularidad del ritmo cardiaco, miedo, sensaciones de mareo y emociones elevadas de pasión.
Causas
El "síndrome de Stendhal" se relaciona con el turismo a grandes ciudades artística como Florencia o París, llenas de museos, edificios emblemáticos y obras de arte. Aparece al sobrecargar nuestros sentidos con una belleza que la persona puede considerar desmesurada. De la misma forma que ciertos lugares o películas generan terror y sensaciones de miedo intensas, esta afección produciría lo contrario en la persona, pudiendo también poner a prueba la salud de quien lo vive.
Al relacionarnos con el mundo, los estímulos impactan en nosotros, según nuestra predisposición, la importancia que sintamos o el tamaño de los mismos. Estos estímulos afectan a nuestro cerebro y a nuestro cuerpo, logrando una alteración que, de ser muy intensa, produciría daños en la salud. Aunque normalmente lo relacionamos con elementos negativos, también la belleza y las cosas positivas pueden afectar a nuestro estado físico y emocional.
Síntomas
La apreciación de la belleza, en líneas generales, tiene un valor positivo para nosotros, el cual hace que nos sintamos bien, que mejore nuestro estado de ánimo o que nos relajemos. Sin embargo, llevado al extremo, tal y como ocurre con el "síndrome de Stendhal", podemos empezar a sentir síntomas fisiológicos con un inicio brusco, de corta duración y con consecuencias negativas para nosotros mismos. De hecho, estas consecuencias son las que se pueden mantener hasta una semana después.
¿Qué síntomas acompañan al "síndrome de Florencia"?
- Fatiga y cansancio.
- Elevación del ritmo cardiaco.
- Ahogo y presión en el pecho.
- Sudoración.
- Sensación de desorientación.
- Mareos y visión borrosa.
- Emociones extremas de alegría o tristeza.
- Alteraciones en el pensamiento, como delirios o alucinaciones.
- Ansiedad y sensación de estrés descontrolado.
Sin catalogar
Los síntomas que acompañan al "síndrome de Stendhal" pueden sentirlos cualquier persona, ya que influye en nuestro estado corporal de una forma directa y sencilla. De hecho, en los viajes turísticos, el agotamiento es elevado, y no solo a nivel físico, sino que también aparece una sobrecarga cognitiva y emocional. Pero, aunque todos tengamos un potencial para sufrirlo, no siempre aparecería: debemos tener una predisposición a dejarnos llevar por el arte y encontrarnos en un lugar que pueda alterar sustancialmente nuestras emociones. Es, por tanto, algo que se dará más en viajeros relacionados con el mundo artístico.
Este síndrome no ha sido nunca catalogado en manuales diagnósticos médicos o psicológicos. Se reconoce más a nivel social, aparecen síntomas concretos, pero no tendría una base fisiológica que creara una vulnerabilidad. No puede ser tratado, por tanto, como una enfermedad.
* Ángel Rull, psicólogo.
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