Psicología

Cómo llevarse bien con los hijos de tu pareja

La forma de tratar a los descendientes afecta directamente a los dos

Comida en familia

Comida en familia / 123rf

Ángel Rull

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Los modelos clásicos de familia han ido cambiando y normalizándose con el paso de los años. Familias que se restructuran y a las que los miembros deben adaptarse. Estos cambios afectan a nivel emocional y es necesario un esfuerzo y una aceptación de la nueva realidad para que tanto padres como hijos alcancen una nueva forma de bienestar.

Cuando el cambio lleva de la mano que las parejas tengan hijos de anteriores relaciones, el cambio es especialmente sensible. Los progenitores son los que han decidido de forma unilateral la nueva estructura. Es el momento, por tanto, de establecer una serie de ajustes emocionales, especialmente desde el adulto, para que reine la cordialidad y puedan alcanzarse niveles de felicidad familiar.

Hijos y nueva pareja

Cuando un matrimonio decide divorciarse, lo habitual es que el hijo, independientemente de su edad, pretenda ser leal a ambos padres y mantenga, aunque sea de forma inconsciente, un deseo de que vuelvan a unirse. Se debe no a una perspectiva egoísta, sino de necesidad de seguridad. Los niños son especialmente sensibles a los cambios, necesitan sus rutinas, donde estar tranquilos. Los divorcios rompen esa seguridad a la que siempre querrán volver.

Cuando los niños siguen teniendo esperanza sobre la reconciliación, no aceptan que los padres quieran rehacer su vida con otras parejas. Notan que un extraño, alguien que no conoce, amenaza aún más su seguridad. Además de los celos que pueda haber de por medio, es la nueva persona quien rompe los límites y genera miedo y desconfianza. Por tanto, la no aceptación de la pareja es únicamente, en la mayoría de los casos, una cuestión que nada tiene que ver con lo personal.

Pasos para llevarse bien

La primera reacción de los hijos al ver a la pareja del padre o de la madre, es rechazo. Se haga más visible o no, es la emoción reinante, aunque a veces hayamos preparado al niño para este encuentro. Cuando el encuentro es con niños adolescentes, el ajuste puede hacerse de una forma más razonable, pero siempre habrá esa falta de armonía.

Una vez superado el primer día, a la hora de establecer una relación con los hijos de la pareja, hay que establecer una serie de pasos que nos ayudarán a que reine la cordialidad. Esto generará con el paso del tiempo felicidad y bienestar.

1. Hay siempre límites

Hay un límite indivisible con los hijos, y es que no son tuyos. A la hora de tratarles o de procurar darles una educación, debes tener esto presente. Esto es bilateral, porque el cariño o el amor que ellos te darán no será incondicional. Tienen otro padre u otra madre que recibirá ese amor en mayores cantidades.

2. Necesitas tu lugar

Hay que adaptarse y encontrar un lugar en la relación. Que no haya grandes desequilibrios, que te trate como a una pareja, aunque lleve su tiempo.

3. Respeta al ex

Las parejas al separarse no siempre hablan bien de sus ex. No te conviertas en cómplice de ello, especialmente si están los hijos delante. Ante todo, la otra persona es la madre o el padre de los niños, y hay un vínculo de amor que no hay que envenenar.

4. Puntos comunes

Cuando buscamos llevarnos bien con una persona, lo principal es buscar intereses comunes. Aunque haya diferencia de edad, esto puede lograrse, ya sea a través del deporte, la naturaleza o los libros. Con el tiempo, eso creará un vínculo muy fuerte y una búsqueda de planes sin que haya necesidad de que esté el progenitor presente.

5. Hablar siempre

Las conversaciones deben ir ganando en profundidad. Los niños quieren sentirse escuchados y respetados, expresar por qué no están bien o qué hay de positivo en el día que han vivido. Este espacio a los sentimientos fortalece la relación y crea seguridad.

Analizar la situación, saber qué intereses tienen los hijos y darles seguridad y estabilidad son pilares fundamentales para las nuevas estructuras familiares. Llevarte bien con los pequeños es un punto importante a la hora de empezar una nueva relación. Genera confianza y básate en la empatía.